Tras un año de pandemia poco o nada ha cambiado la situación dramática para las empleadas del hogar. Esta crisis ha puesto al descubierto cuan esenciales somos como trabajadoras esenciales, cuidando de los ancianos y de los hijos de las familias. Pero, aun así, seguimos siendo las grandes olvidadas por los sindicatos y el Gobierno supuestamente “progresista” del PSOE y Unidas Podemos.
Raquel Sanz Madrid
Martes 26 de enero de 2021
En los primeros días del comienzo de la pandemia desde el Gobierno prometieron y prometieron que nadie se quedaría atrás. Pero muchas de nosotras al día de hoy, ya en la tercera la ola de la pandemia, ni siquiera hemos cobrado el Ingreso Mínimo Vital, que fue aprobado en el mes de mayo. El subsidio por desempleo temporal aprobado en marzo, llegó tarde y mal, con muchos problemas y retrasos. Como resultado, en la actualidad hay muchísimas compañeras trabajadoras que se han quedado con las manos vacías, teniendo que acudir a las colas del hambre para poder alimentar a su familia, y sumándose el agravante que más del 40 por ciento de mujeres trabajamos sin cobertura a la seguridad social.
Las asociaciones y colectivos de empleadas del hogar siguen denunciando situaciones extremas de precariedad. Estas denuncias van dirigidas sobre todo por los casos de trabajadoras en régimen interno, en su mayoría mujeres migrantes que llegan a nuestro país huyendo de la extrema pobreza y de la miseria en sus países de origen, y una vez cruzan nuestras fronteras se encuentran con más miseria y explotación, viéndose obligadas a aceptar este tipo de trabajo en condiciones de semiesclavitud.
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Hay denuncias de todo tipo. Mujeres que han enfermado de Covid y han tenido que coger la baja laboral y quedarse aisladas en sus reducidas habitaciones dentro del domicilio donde prestan sus servicios para no contagiar al resto de la familia y ahora sus empleadores se niegan a pagarles el salario. Otras que no se les ha permitido salir a la calle para evitar que se contagiaran y sufren secuelas como agorafobia. Denuncian también que apenas han podido disfrutar de horas de descanso por encontrarse toda la familia en casa, con los padres teletrabajando y los niños con clases online, ocupándose todo el día de ellos y a esto se le suma las tareas de limpieza y cocinar para toda la familia e incluso hasta tener que sacar al perro a pasear. Todo se reduce a jornadas inacabables y extenuantes.
En otros casos las trabajadoras han sido despedidas sin indemnización y sin derecho a cobrar el subsidio por desempleo temporal aprobado por el Gobierno en el mes de marzo cuando el estado de alarma. En muchos de estos casos sus empleadores no regularizaron su alta en la Seguridad Social, con un contrato de trabajo necesario para estar en una situación de legalidad en nuestro país y poder andar por las calles sin el temor a ser detenidas por la policía y ser encerradas en un CIE como si fueran delincuentes.
“Intentan no exponerse yendo y viniendo al trabajo. Muchas cuentan que es en Moncloa, zona noroeste de Madrid, es donde más policía hay pidiendo permisos de residencia, porque de esa estación de transportes es de donde salen muchos de los autobuses que las llevan a las zonas ricas en las que trabajan, como pueden ser pozuelo y Aravaca”, cuenta Carolina Elías, presidenta de la asociación Sedoac.
El jueves pasado hemos visto a la ministra de igualdad Irene Montero de Unidas Podemos, clausurando un acto empresarial de la edición 2021 de la Cumbre Forbes, analizando el papel de la mujer en el mundo empresarial. Nosotras las trabajadoras precarias consideradas esenciales, como empleadas del hogar, limpiadoras, cajeras, trabajadoras de atención a domicilio, Kellys, jornaleras, manteras, etc.., lo que necesitamos es un feminismo de clase y antirracista. Solo con nuestra organización y lucha conseguiremos acabar con esta falsa progresía y mejorar nuestras precarias y penosas condiciones de vida.