×
×
Red Internacional
lid bot

TRABAJO DOMÉSTICO. Empleadas del hogar, trabajadoras invisibilizadas bajo la extrema precariedad

Las empleadas de hogar son parte de uno de los sectores más precarios de la clase trabajadora, formado principalmente por mujeres, en su mayoría inmigrantes.

Àngels Vilaseca Barcelona / Trabajadora de Servicios Sociales

Viernes 29 de abril de 2016

Chachas, sirvientas, criadas. Son sólo algunos de los apelativos despreciativos que se utilizan para referirse a aquellas personas que nos dedicamos a cuidar de hijos, de padres, de abuelos, del hermano enfermo u otras personas que requieran una atención especial. También fregamos suelos, limpiamos cristales, planchamos ropa y un sin fin de otras tareas para mantener el hogar impoluto.

Ejercemos tanto de limpiadoras como de cocineras, canguros, cuidadoras, educadoras y enfermeras, muchas veces, con jornadas extenuantes. Sin embargo, que obtenemos a cambio: sueldos míseros, contratos laborales que se conviertan fácilmente en mero papel mojado, eso si eres tan ’’privilegiada’’ como para tener un contrato. Una situación sobre la que no puedes quejarte, porque tienen amparo legal para despedirte cuando quieran. Y si eso pasa, no hace falta que vayas al INEM, ya que no podrás acceder a ninguna prestación.

El empleo del hogar y del cuidado muestra uno de los rostros más extremos de la precariedad laboral. Éste sigue siendo un sector completamente marginal y desvalorizado que recae sustancialmente en la economía sumergida, formado principalmente por mujeres (entre un 90-95%) muchas de ellas inmigrantes.

Según el último informe de la OIT, se estima que en el mundo hay 67 millones de personas que trabajan en el empleo doméstico, de las cuales 60 millones aún no tienen acceso a ningún tipo de cobertura social. En el Estado Español esta cifra supone el 30%, sin embargo, son muchísimas más las que trabajan en negro y no aparecen en las estadísticas.

La sobreexplotación legitimada por el Estado con la complicidad de la burocracia sindical

En el año 2011 se estableció una nueva normativa para regularizar la situación de las empleadas domésticas, el Real Decreto 1620/2011 que entró en vigor a inicios del 2012. Con él se pretendía que las empleadas de hogar entrasen, paulatinamente, al Régimen General de la Seguridad Social, algo previsto hasta el año 2019. Hasta entonces no era obligatorio que las empleadas tuvieran ningún tipo de contrato ni cobertura a la Seguridad Social.

El nuevo decreto fue acordado entre el antiguo Gobierno de Zapatero y la burocracia sindical de CCOO y UGT. Se vendió como un gran avance para las trabajadoras. Según palabras del ex-ministro de Trabajo Valeriano Gómez, con él pretendían “dignificar la profesión”. Es cierto que supuso unas determinadas mejoras -no era difícil teniendo en cuenta que antes no existía ningún tipo de garantía-, pero es evidente que éstas fueron completamente insuficientes.

Las empleadas del hogar y del cuidado aún no tenemos acceso a derechos tan básicos como es la prestación por desempleo. No tenemos ningún tipo de protección si nos despiden, ya que ésta ley ampara el nombrado ’’despido por desistimiento patronal’’ que es totalmente arbitrario. Es legal que nuestro salario se pueda retribuir con ’’especies’’ (comida o alojamiento), que en la actualidad puede suponer un 30% del mismo. Mediante el tramposo concepto de ’’horas de permanencia’’, está permitido que se trabaje más de 60 horas semanales a pesar de que el contrato estipule una jornada de 40. Eso sin hablar de que aún son muchas las que ni tienen contrato, y que para las que lo tengan es habitual que no se respeten ni las mínimas condiciones estipuladas por el mismo.

Por si fuera poco, aún existen numerosas agencias privadas de colocación, muchas sin autorización, que se aprovechan de la situación explotando aún más a las trabajadoras y quedándose con parte de su sueldo.

Una realidad que los grandes sindicatos ignoraran por completo, cosa que conlleva aún mayor desprotección. Por este motivo existen muchos colectivos, organizaciones y sindicatos específicos de empleadas domésticas que día a día luchan por mejorar la situación

Pero los obstáculos para poder organizarse en el propio puesto de trabajo siguen siendo enormes y es fácil que te puedan despedir si intentas sindicalizarte o te quejas por tus penosas condiciones laborales. Así lo mostramos en una entrevista que publicamos en Izquierda Diario.

Las mujeres inmigrantes sufren las peores condiciones

Según las cifras oficiales aproximadamente un 60% de las mujeres afiliadas a la Seguridad Social que trabajan como empleadas del hogar y del cuidado son extranjeras. Mucha, sin embargo, trabajan en negro y no aparecen en los registros, especialmente las inmigrantes.

Las dificultades impuestas por unas xenófobas y discriminatorias leyes de extranjería conllevan que muchas mujeres inmigrantes no tengan ’’papeles’’, o si los tienen se vean sometidas a enormes problemas para poder mantener su situación administrativa. Son el “blanco” perfecto para un trabajo tan precario como este.

Si bien con la actual crisis económica son muchas más las mujeres nativas que también han tenido que dedicarse a ello, siguen siendo las inmigrantes quienes sufren las peores condiciones laborales, sobre todo para aquellas que no tienen documentación.

Son ellas quienes, en mayor medida, se ven obligadas a ejercer trabajos tan esclavos como el de “interna”, en el cual te obligan a vivir en el mismo hogar de la persona que cuidas o a quien le prestas los servicios. Eso quiere decir que te toca trabajar las 24 horas del día durante toda la semana con unos descansos irrisorios establecidos por ley -solo se permiten dos horas de descanso diarias y 36 horas semanales seguidas – que casi nunca se respetan.

También sufren situaciones de abuso extremas que suponen un verdadero infierno, como es el acoso sexual, humillaciones constantes, maltrato, prejuicios y vejaciones de carácter racista y clasista. Agresiones que son más habituales de lo que imaginamos y que resultan difíciles de probar y combatir, ya que casi nunca se atreven a denunciarlo públicamente porque ellas no solo temen al despido, sino también a no poder obtener los ’’papeles’’, o a perderlos si ya los tienen.

Por otra parte, muchas mujeres llegan al Estado Español mediante redes de tráfico de personas con fines de explotación en el servicio doméstico, y una vez aquí se ven sometidas a situaciones que se asemejan a la esclavitud. Frecuentemente las Agencias de Colocación ejercen un rol importante para su captación y transporte de las víctimas. Así lo denuncian en el informe ’’Fronteras difusas, víctimas invisibles. El tráfico para la explotación laboral en el sector doméstico’’ publicado el año 2015 por la Fundación Surt

Un trabajo invisibilizado bajo el capitalismo y el patriarcado

Una de las razones que favorecen que el empleo del hogar y del cuidado siga estando tan desprotegido, es porque es un trabajo que recae solo en el ámbito privado de los hogares y el Estado no se hace cargo de ello.

Al capitalismo le sale muchísimo más rentable que todas aquellas tareas domésticas y de cuidado, tareas vitales para la reproducción de la sociedad, las realicen las mujeres de forma completamente invisibilizada en los hogares.

Con la crisis económica se efectuaron grandes recortes en la Sanidad y en los hospitales, en la Educación, en las guarderías públicas, en los Servicios sociales, en la Ley de Dependencia, en las residencias para personas mayores, en las prestaciones y ayudas económicas para las familias, y en otros servicios. Toda una serie de déficits que, si antes ya existían, aumentaron en los últimos años. Déficits que provocaron una mayor traslación del ámbito público al privado e intensificaron todas las tareas de cuidados para las mujeres trabajadoras.

Quien se lo pueda permitir podrá pagar a otras personas que las realicen, quién no, tendrá que cargar sola con la losa que supone una doble jornada laboral, cada vez, más dura. Pero sea como sea, seguirán siendo fundamentalmente las mujeres quienes, de forma totalmente gratuita, en sus propios hogares y/o de una forma remunerada pero totalmente precaria en los hogares de otros, suplan la ausencia de unos servicios públicos dignos.

La sobreexplotación de las empleadas del hogar no es una realidad aislada. Es una consecuencia más del capitalismo y de las múltiples cadena de opresión a las que se ven sometidas las mujeres, las cuales son aún más destructivas para las mujeres inmigrantes. Es por ello que la lucha de éstas trabajadoras tampoco puede ser aislada, sino que tiene que unirse a la del resto de sectores oprimidos y explotados para enfrentar a este sistema capitalista y patriarcal que nos ahoga cada vez más.