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SEMANARIO

Engels, un teórico revolucionario de la cuestión urbana

Ivan Baigún

ENGELS
Ilustración: Mata Ciccolella

Engels, un teórico revolucionario de la cuestión urbana

Ivan Baigún

Ideas de Izquierda

Cuando la población urbana mundial supera el 55% de la humanidad y las ciudades vuelven a estar en disputa, La situación de la clase obrera en Inglaterra (1844) y Contribución al problema de la vivienda (1873) son textos de una gran vitalidad. El abordaje materialista y de perspectiva revolucionaria de Engels sobre la cuestión urbana fue base de inspiración para otros teóricos urbanos del siglo XX y XXI como Henry Lefebvre, David Harvey y Mike Davis entre otros.

Grandes revueltas como las que dieron origen a los gilet jaunes en Francia en 2018 (desplazados durante las últimas décadas en gran medida del terreno urbano al rural) y a finales del año pasado en varias ciudades de Chile fueron motorizadas en primera instancia por la falta de acceso y movilidad en las ciudades. Estas enormes movilizaciones pusieron sobre la mesa las severas contradicciones que acumulan los grandes centros urbanos, lo que Henry Lefebvre denominó el “derecho a la ciudad”.

Si, por un lado, el capitalismo concentra enormes contingentes de mano de obra y ejércitos de reserva, socializando la producción en megaciudades de decenas de millones de habitantes; por el otro, los capitalistas dirigen una economía estimulada por el desarrollo individual de sus propias ganancias a partir de la explotación que afecta de forma directa a la estructura social urbana, sobre la cual ya Friedrich Engels, en el siglo XIX, señalaba entre sus consecuencias al hacinamiento, la aparición de enfermedades pandémicas y el profundo deterioro ambiental. El espacio urbano marca entonces un antagonismo entre los capitalistas que lo observan como un nicho de rentas y la aspiración de la clase trabajadora de acceso a la vivienda y servicios como el transporte, la salud y la educación, siendo así el acceso a las ciudades una materia de disputa.

El capitalismo como gran formador de concentraciones urbanas

La situación de la clase obrera en Inglaterra, publicado en 1844, es un texto clave para el análisis de las condiciones de la explotación capitalista. Aprovechando su estadía en la ciudad de Manchester (Inglaterra), desde 1842, donde tenía encomendado el manejo de los negocios familiares, Friedrich Engels realizó un estudio minucioso de aquel centro capitalista industrial de dicho momento. Señalaba que en aquel entonces

… las condiciones de vida del proletariado solo existen en su forma clásica, en su perfección, en el imperio británico, y más particularmente en Inglaterra propiamente dicha; y, al mismo tiempo, solo en Inglaterra se hallan reunidos los materiales necesarios de una manera tan completa y verificados por encuestas oficiales, como lo exige todo estudio serio del asunto [1].

Por su abordaje, La situación de la clase obrera en Inglaterra resultó una pieza clave hacia la posterior elaboración de las tesis del Manifiesto Comunista. En esta obra ya Engels sostenía que:

Las grandes ciudades han transformado la enfermedad del organismo social que se manifiesta en el campo, en forma crónica, en una afección aguda; así ellas han revelado claramente su verdadera naturaleza y simultáneamente el verdadero medio de curarla. Sin las grandes ciudades y su influencia favorable sobre el desarrollo de la inteligencia pública, los obreros no serían largo tiempo lo que son ahora [2].

El capítulo sobre las grandes ciudades -pero a nivel más general toda la primera parte de su investigación- remite a las formaciones urbanas capitalistas y principalmente a los grandes centros industriales. Manchester fue el gran punto de referencia. En ella ya aparecían aspectos que hoy en día siguen presentando gran parte de las ciudades capitalistas donde lo que aparece como lujo, elegancia y decoro resulta suficiente “para disimular a los ojos de los ricos, señores y señoras de estómago robusto y de nervios débiles, la miseria y la sociedad, complemento de su riqueza, de su lujo” [3].

Aquella disposición tuvo como origen la separación del distrito comercial de las zonas donde se establecían las industrias. Es alrededor de estas últimas, cuenta Engels, donde se conformaron los barrios obreros, que permanecían más o menos ocultos de las principales arterias (avenidas) por las cuales se podía recorrer desde el centro hacia las afueras.

Engels se introdujo en el Manchester “profundo” y sacó de allí necesarias conclusiones sobre la degradación urbana y humana de las condiciones de vida de la clase obrera y sobre la relación entre el hacinamiento residencial y el desarrollo capitalista. Lo hizo explicando que

No hay como la industria para haberlas atestado de las huestes de obreros que albergan actualmente, no hay como la industria para haber hecho construir sobre cada parcela que separaba esas casas viejas, a fin de tener alojamiento para las masas que hacían venir del campo y de Irlanda; no hay como la industria para permitir a los propietarios de esos establos el alquilarlos a precios de viviendas para seres humanos [4].

Es decir que lo que determinó en primera instancia la reproducción de las condiciones de vida de la mayoría asalariada no fue el producto de determinados criterios residenciales o de vivienda, de sanidad y esparcimiento; fue la forma anárquica que tiene la economía capitalista. Un obrero u obrera en tanto mercancía no era en Manchester –ni lo es en la actualidad– más ni menos que un costo generador de valor, donde si bien la explotación de la fuerza de trabajo es la fuente de toda ganancia (porque el capitalista paga por la fuerza de trabajo una ínfima parte del valor que esta genera en cada jornada) el capitalista, por el contrario, mira al salario pagado como un costo que ocurre a expensas de su ganancia.

Para maximizar sus beneficios en un esquema general resulta beneficioso para el capitalista que el trabajador y la trabajadora no dispongan de un desagote de sistema cloacal, que se viva en sótanos de residencias dispuestas una sobre otra, o que no se cuente con un sistema de desecho de residuos. Aparece también en este escenario el rentista, quien es en primera instancia el responsable de ofrecer la vivienda miserable. Este personaje está en consonancia directa con el interés del capitalista. Si la vivienda ofrecida tuviera mejores condiciones y costara más, el primero tendría que pagarle más salario al obrero y a la obrera. Será de todos modos la organización de la clase obrera y el desarrollo de la lucha de clases en última instancia aquello que terminará por determinar la relación de fuerzas entre la burguesía y los trabajadores para sus condiciones de vida.

Engels también concluyó que la disposición anárquica en la arquitectura de las ciudades prevalecía como criterio en determinados distritos. En el caso de Manchester, en los barrios obreros de la Antigua Ciudad, ya atestada por los contingentes industriales que vivían en la cercanía de las fábricas. Ese “criterio anárquico” exponía determinados riesgos respecto a la vida colectiva, emergiendo consecuencias epidémicas. Fueron apareciendo el cólera y el tifus en estas conglomeraciones, enfermedades mortales que encendieron la alarma en toda la ciudad de Manchester. La burguesía buscó resolverlo mediante intervenciones sanitarias para las cuales se dispuso clausurar residencias, aunque esa intervención estatal resultó absolutamente limitada. Pues dirá Engels, “las viviendas condenadas pronto encuentran nuevos inquilinos y por eso los propietarios no tienen dificultad en hallar arrendatarios; además, ¡es sabido que los inspectores de sanidad no volverán pronto!” [5]... ¿Y quiénes serían sus próximos ocupantes?

Se trata de otro rasgo interesante, de plena vigencia del análisis de Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra. El traslado del campo a la ciudad de nuevos trabajadores es un factor que hoy en día sigue teniendo gran nivel de actualidad para la formación de megaciudades con poblaciones hiperdegradadas. Mike Davis ha expuesto cómo los capitalistas hicieron de la necesidad del acceso a, por ejemplo, un inodoro un negocio al que pocos pueden acceder [6].

La cuestión migratoria y su efecto en las ciudades puede también rastrearse en el libro de Engels. Tal como ahora puede ser el caso de la población latinoamericana en Estados Unidos o africana y de Medio Oriente hacia Europa, ya en ese momento las migraciones obreras aparecen con el caso de la población obrera irlandesa en Inglaterra. La migración masiva desde Irlanda generaba efectos en el abaratamiento de la mano de obra (siempre funcional a la ganancia capitalista), lo que provocaba el ensanchamiento de la miseria en las ciudades inglesas. Es así que Engels señala que

Los peores distritos de todas las grandes ciudades están poblados de irlandeses; por todas partes en que un distrito se señala particularmente por la suciedad y su deterioro, puede esperarse ver que los rostros célticos son mayoría […] La mayoría de las familias que viven en sótanos son casi por todas partes de origen irlandés. En suma, como dice el doctor Kay, los irlandeses han descubierto en qué consiste el mínimo de las necesidades vitales y ahora se lo enseñan a los trabajadores ingleses [7].

Haussmannizaciones

Si anteriormente vimos la forma de incorporación del proletariado a las ciudades y sus consecuencias a nivel de hacinamiento, sanitarias y ambientales, y cómo estas plantearon al Estado burgués la necesidad de recurrir a inspecciones sanitarias y demás “baches” que no lograban resolver un céntimo del problema urbano, todavía le faltaba a la burguesía encarar un potencial problema aún mayor, de carácter estratégico, el problema de la revolución proletaria.

Las revoluciones de 1848 prendieron la alerta sobre el conjunto del continente europeo. En ellas por primera vez el proletariado intervino como sujeto político diferenciado contra la burguesía, la cual una vez asentada en el poder barrió las revoluciones a sangre y fuego, y en el caso parisino, luego de una sucesión de hechos en los que no logró resolver la crisis económica, culminó con el golpe de Estado de Napoleón III en 1851. Fue este quien encomendó al Barón de Haussmann la remodelación completa de la ciudad de París, siguiendo esencialmente dos criterios. Por un lado, fragmentar y alejar del centro urbano a los barrios obreros (en consonancia con la represión desplegada a todo movimiento de oposición); y por el otro lado, desarrollando un nivel descomunal de obras públicas para resolver el problema del excedente de la inversión de capitales. De esta forma, la clase capitalista lograba una transformación integral de la ciudad que David Harvey bien detalla en París, capital de la modernidad.

Para 1873, Engels se remitía al modelo de Haussman en su folleto crítico Contribución al problema de la vivienda. Lo hizo para denunciar y detallar cómo la burguesía busca resolver el problema de la vivienda, definiéndolo de la siguiente manera:

… la práctica generalizada de abrir brechas en barrios obreros, particularmente los situados en el centro de nuestras grandes ciudades, ya responda esto a una atención de salud pública o de embellecimiento o bien a una demanda de grandes locales de negocios en el centro, o bien a unas necesidades de comunicaciones, como ferrocarriles, calles, etc., el resultado es en todas partes el mismo, cualquiera que sea el motivo invocado: las callejuelas y los callejones sin salida más escandalosos desaparecen y la burguesía se glorifica con un resultado tan grandioso; pero... callejuelas y callejones sin salida reaparecen prontamente en otra parte, y muy a menudo en lugares muy próximos [8].

Esa expulsión y desplazamiento de la clase obrera fuera de la capital parisina encontró su contracara en uno de los hechos determinantes de la caída del imperio napoleónico, el surgimiento del primer gobierno obrero de la historia, La Comuna de París, de 1871. En Ciudades rebeldes, Harvey asocia este hecho a “la nostalgia del mundo urbano que Haussmann había destruido (sombras de la revolución de 1848) y al deseo de recuperar su ciudad por parte de los desposeídos por sus obras [9]. Métodos como el de Haussmann también fueron aplicados en el siglo XIX en otras ciudades europeas como es el caso de Barcelona con el Proyecto Cerdá.

En los estudios de Harvey, los desplazamientos urbanos del siglo pasado también se asimilan al modelo parisino, aunque con sus particularidades. Uno es el caso de la ciudad de Nueva York. En la segunda posguerra, Robert Moses (un “Haussmann” del siglo XX) replanteó el modelo urbano con el objetivo también de la colocación del excedente de capitales y de mano de obra en creaciones de autopistas y transformaciones estructurales del centro urbano. A partir de este modelo urbano se generó un desplazamiento residencial de las clases altas hacia la periferia. Este modelo fue imitado posteriormente por el resto de las grandes ciudades norteamericanas. Como desarrollo del “método Haussman”, el de Nueva York de Mosses inauguró los procesos de gentrificación, donde lo que prevaleció fue la intervención privada (con el Estado como mediador), valorizando determinadas zonas y dejando de lado otras, a partir de lo cual se generó un importante contraste social con barrios, como por ejemplo el Bronx, absolutamente aislados de las zonas más ricas de Manhattan.

Como en el caso del modelo urbano parisino, el proceso de Estados Unidos tuvo también su contracara en la respuesta al proceso de gentrificación. La contraposición al modelo arranca a fines de los años cincuenta y tuvo su pico, por ejemplo, en el debate contra Mosses por parte de Jane Jacobs por el East Harlem. Para finales de los años sesenta, en el marco de una fuerte crisis financiera, irrumpe el 68 norteamericano “cuando los descontentos estudiantes blancos de clase media se sumaron a Ia rebelión buscando alianzas con otros grupos marginados y uniéndose contra el imperialismo estadounidense para crear un movimiento que pretendía construir otro tipo de mundo, incluido un tipo distinto de experiencia urbana” [10].

Este es uno de los ejemplos por los cuales, si bien el método Haussmann aún resulta para los capitalistas una de las formas privilegiadas para el desarrollo urbano burgués, en función de buscar maximizar ganancias a partir del suelo de las ciudades a la vez que desplaza y divide a las grandes concentraciones obreras, tampoco puede erradicar lo que el capitalismo genera, desplaza las poblaciones trabajadoras a otras nuevas zonas, pero el conflicto se mantiene latente volviendo a emerger.

Lo que ni los “Haussman” ni la contraofensiva neoliberal pudieron resolver

Al modelo clásico de la relocalización obrera en la periferia (como en los casos de las grandes ciudades europeas y latinoamericanas desde el siglo XIX en adelante), la contraofensiva neoliberal le sumó desplazamientos de la población obrera hacia zonas rurales (gran parte de los chalecos amarillos provienen de esas zonas) y determinados efectos en materia de destrucción industrial y también de servicios públicos como el transporte que acotó en enorme cantidad su territorio y servicio. Las políticas de gentrificación desarrollaron un proceso de reconquista del centro urbano por parte de la burguesía, determinando en buen nivel esos desplazamientos de la clase obrera, la pequeño burguesía y los sectores populares a zonas cada vez más alejadas del centro, siguiendo el módelo neoyorquino de reorganización urbana que empezó décadas atrás.

Este fenómeno desarrolló menos movilidad interna dentro de la dinámica centro y periferia-zonas rurales. El aumento del combustible (factor que fue la gota que rebalsó el vaso en la rebelión francesa) llevó la protesta de los chalecos amarillos de la periferia hasta París, poniendo en vilo al gobierno de Emmanuel Macrón y generando durante más de diez semanas seguidas una continuidad de enfrentamientos y choques con las fuerzas policiales y tendencias de unidad con el movimiento obrero sindicalizado que fueron bloqueadas por la dirección de la CGT francesa. Dicha situación volvió a colocar sobre la mesa la relación entre los sectores obrero-populares, su acceso a las grandes ciudades y la cuestión estratégica de la unidad de las filas obreras.

Desde la perspectiva abierta por Engels, el caso de las revueltas en Chile resulta también paradigmático si nos remitimos a la cuestión urbana. Las movilizaciones estudiantiles y juveniles destaparon la olla por el aumento de la tarifa del metro. Ese hecho descargó potencialmente el profundo hastío con la constitución heredada del régimen genocida pinochetista, vanguardia en Latinoamérica a la hora de desarrollar la privatización de los servicios públicos, las jubilaciones, empresas, etc. (ese hartazgo popular volvió a ser convalidado en cierta medida con el plebiscito de octubre de este año). Curiosamente entre las zonas donde la aprobación tuvo un triunfo aún más abultado fue en las llamadas “Zonas de Sacrificio”, “comunas donde se concentran las industrias altamente contaminantes aledañas a lugares donde habitan personas, flora y fauna, o que tienen repercusiones ambientales profundas en pos de las ganancias de grandes grupos empresariales” [11].

Unos años antes, otro caso fue el de los movimientos de resistencia en el Estado Español luego de la crisis de 2008 frente a los desalojos de casas hipotecadas, que lograron una extensión importante.

La lucha de clases en ciudades en disputa

Las condiciones de lo que Engels evaluó ya en 1844 en La situación de la clase obrera en Inglaterra no solo persisten. Más allá del desarrollo de la ciencia y la técnica, se profundizaron y se mundializaron; pero también su contracara. Algunas de las conclusiones sobre el problema urbano que luego de la Comuna de París nos legase quien fue fundador del marxismo, junto a su amigo y camarada Karl Marx, en Contribución al problema de la vivienda, vuelven a vivirse en estos tiempos, desde los chalecos amarillos, la rebelión chilena, y tendencialmente en las tomas de tierra en Argentina cuyo principal exponente fue la resistencia al desalojo de las famlias de Guernica.

Engels le dio mucha jerarquía al antagonismo entre clase obrera y burguesía, entre quienes construyen la ciudad y lo que circula en ellas y quienes la explotan a la vez que impulsaba la organización política de la clase trabajadora.

A partir de la contraofensiva neoliberal y por estar contenida por direcciones burocráticas y reformistas, la clase trabajadora está más golpeada y fragmentada, y al mismo tiempo, absolutamente internacionalizada y más numerosa que nunca. En los procesos como el de Francia de 2018 la clase obrera organizada vio mitigada su aparición por la traición de sus dirigentes sindicales que buscaron evitar la confluencia con los gilet jaunes, quienes a su vez políticamente tampoco llegaron a expresar un claro movimiento político y su odio al régimen fue (en parte) capitalizado por sectores de extrema derecha como el Frente Nacionalista.

También movimientos que surgieron de movilizaciones importantes de sectores de jóvenes urbanos como Occupy Wall Street (que Harvey reivindica en Ciudades rebeldes) o los “Indignados” en el Estado Español cuestionaron el acceso y el derecho a la ciudad, pero tuvieron límites a la hora de ligarse al movimiento obrero organizado. En la mayoría de los casos fueron canalizados por “patas izquierdas” de los regímenes a partir de situaciones electorales y procesos de “polarización” con la derecha.

La pelea por el verdadero derecho a la ciudad, el derecho a la vivienda y contra el hacinamiento se asocia también a la pelea por la unidad de las filas obreras. Para la clase trabajadora la gentrificación fue uno de los métodos mediante los cuales la burguesía buscó desarrollar su fragmentación a nivel mundial. Es en ese marco que es tan necesaria una reforma urbana integral, que contemple el pleno acceso a la vivienda, al transporte, la salud y la educación en las metrópolis contra la especulación inmobiliaria y el lucro capitalista que ya Engels señalaba como pilares fundamentales del desarrollo de las ciudades capitalistas.


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NOTAS AL PIE

[1Friedrich Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, Publicaciones Marxist Internet Archive, 2019. p.5.

[2Ibídem, p. 189.

[3Ibídem, p. 96.

[4Ibídem, p. 104.

[5Ibídem, p. 111.

[6Mike Davis, Planeta de ciudades miseria, Ediciones Akal, 2014. p. 179.

[7Friedrich Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, ob. cit., p. 151.

[8Friedrich Engels, Contribución al problema de la vivienda, Centro de Estudios Miguel Enriquez.

[9David Harvey, Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana, Ediciones Akal, 2013, p. 26.

[10Ibídem. p. 28.
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Ivan Baigún

Trabajador judicial