Así lo consideró el Tribunal de Juicios y Apelaciones de la ciudad entrerriana de Gualeguay quien lo condenó a 11 años de prisión. Ya había sido sentenciado a 25 años de cárcel en 2017. Un gran paso para las víctimas y sobrevivientes de abusos eclesiásticos.
Valeria Jasper @ValeriaMachluk
Viernes 4 de diciembre de 2020 10:31
El lunes 30 de noviembre, el exsacerdote Juan Diego Escobar Gaviria fue condenado a la pena de 11 años de prisión de cumplimiento efectivo, por ser considerado “autor material y penalmente responsable del delito de promoción de la corrupción de menores agravada por su condición de guardador”.
Así lo determinaron los jueces Alejandro Calleja, Alejandra Gómez y Mauricio Derudi. Este segundo juicio, que se desarrolló entre los días 18 y 19 de noviembre, que fue suspendido en varias oportunidades, es producto del testimonio que el denunciante brindó en agosto de 2017, cuando se lo condenó por el abuso y corrupción de cuatro menores.
La denuncia
Cuando Santiago tenía 14 años, fue monaguillo en la parroquia San Lucas Evangelista, ubicada en su pueblo natal de Lucas González, a 133 km de la ciudad de Paraná. Allí, Escobar Gaviria cumplió tareas sacerdotales entre los años 2005 y 2016.
Leé también: “No denuncies a tu tío” y “rezá por mí”: reacciones de Francisco ante una víctima de abusos
Leé también: “No denuncies a tu tío” y “rezá por mí”: reacciones de Francisco ante una víctima de abusos
«Yo llegué como monaguillo porque me gustaba. Al principio, iba todo bien. Pero con el pasar de los meses ahí adentro empezaron a cambiar las cosas. Ya no era el Juan Diego que yo conocí. Tenía actitudes que eran diferentes. No era la persona seria que yo había conocido. Un día yo estaba jugando junto a otros chicos en el comedor y me llama Juan Diego. Me pide que lo acompañe a la pieza. Cuando entro, cierra la puerta con llave y me empieza a hablar".
"En la pieza tenía una computadora donde preparaba la predicación de la misa de la tarde, así que nosotros íbamos y jugábamos en esa computadora. Pero ese día me empezó a tocar. No me gustó. Me levanté y me fui. Fui a la otra computadora, y no dije nada. No le conté a nadie. Fui como si nada. Después me empezó a hablar, a explicar con chamuyos lo que había pasado. Entonces, vinieron hechos más graves», así relataba el joven al medio Entre Ríos Ahora los vejámenes que padeció.
Según lo denunciado, los abusos fueron llevados a cabo en dependencias de la casa parroquial ocupada por el cura pero también cometió los delitos en viajes que realizaba con sus monaguillos con motivo de celebrar misas fuera de la localidad.
Hacer la denuncia "fue difícil", confió. "Pero son cosas que pasamos; hay que poner el pecho y hablar con la verdad", expresó con gran valentía. Romper con el silencio y la vergüenza que impone la cultura eclesiástica es una instancia aliviadora en el camino de justicia para las víctimas.
Yo te encubriré hermano, siempre
Traslados intempestivos, retiros religiosos, muertes dudosas, defensas acérrimas de inocencia frente a los supuestos planes macabros de quienes atentan contra la (no) santa iglesia católica, son parte de un modus operandi que, desde las cumbres vaticanas que comanda Bergoglio, baja como preceptos para que los “representantes de Cristo en la Tierra” que cometan delitos sigan bajo el manto del encubrimiento.
En los últimos años Juan Alberto Puiggari, actual arzobispo de Paraná, fue señalado en reiteradas oportunidades como encubridor de sacerdotes denunciados por abusos sexuales contra menores de edad. Nada que envidiarle a su par platense, Víctor “Tucho” Fernándezquien carga con varios curas pedófilos en su haber.
Cuando se dio a conocer la primera condena a Gaviria en 2017, el Arzobispado de Paraná emitió un comunicado sobre la situación dolorosa que atravesaba por las acciones de una de sus ovejas descarriadas. “Rechazamos con energía este grave delito, y nos llenamos de vergüenza y de dolor cada vez que uno de nuestros sacerdotes es acusado de perpetrarlo (el abuso)”. Sin mencionar a las víctimas en ningún párrafo, el anuncio finaliza pidiendo a “la misericordia de Dios, nos inspire para poder ser instrumentos de purificación y reconciliación en medio de las dificultades que hoy padecemos”.
Leé también: Provocador: el arzobispo de La Plata igualó al aborto con una violación a derechos humanos
Leé también: Provocador: el arzobispo de La Plata igualó al aborto con una violación a derechos humanos
Los aires de purificación nunca no llegaron al arzobispado, es más, podría decirse que permanecieron bastante turbios. En 2018, otro de los suyos, el sacerdote Justo José Illaraz fue condenado a 25 años de prisión por abusar de siete jóvenes cuando se desempeñaba como preceptor en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo de Paraná entre los años 1984 y 1995. Un caso emblemático en la provincia ya que involucró a los últimos tres arzobispos paranaenses: Estanislao Karlic (1986-2003), Mario Maulión (2003-2010, fallecido este año) y el actual, Juan Alberto Puiggari.
Se sabe que Puiggari estaba al tanto de los abusos desde 1995, aunque las víctimas aseguran que desde tiempo antes. Por este caso se llegó a presentar una denuncia contra el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano por “aprietes” a un querellante de Illaraz.
Otro momento que retrata la complacencia que la jerarquía eclesiástica sigue manteniendo hacia los curas abusadores es la visita que realizó Puiggari a Gaviria en el penal de Victoria, en enero de este año. Nunca un acercamiento a las víctimas, cuya incansable lucha desenmascaran las atrocidades que la Iglesia comete y oculta. Parecería que algunos mandamientos de la iglesia se barren bajo la alfombra.