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Red Internacional
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Cine. Entrevista al escritor y cineasta Raúl Portero a propósito de su debut con “Grímsey”

Podría decirse que a simple vista Raúl Portero es un pasota. Desde que publicó su primera novela, ha mantenido un perfil bajo porque, admite, le aburren las redes sociales e incluso le ponen de muy mal humor.

Eduardo Nabal

Eduardo Nabal @eduardonabal

Martes 10 de julio de 2018

“Grímsey”, su debut en el largometraje, es la primera película española rodada en Islandia. Acaba de llegar del Atlántida Film Festival donde ha sido uno de los seis guionistas seleccionados para el Mallorca Talent Lab con su guión “La canción pop”, que también pasará por el BAM y cuyo rodaje está previsto para verano del año que viene.

Una pregunta inevitable es si tu primera película, “Grímsey”, tiene o no rasgos autobiográficos, ya que cuenta la historia de la ruptura entre una pareja de dos chicos, aunque el escenario escogido sean los rincones de Islandia con toda su belleza.

La película es mi primera historia con tintes o rasgos marcadamente no autobiográficos. En literatura, cuando escribo una novela, sí me vuelvo más reflexivo y autobiográfico; en este caso de “La canción pop” (Dos bigotes, 2017) era una novela de marcado carácter autobiográfico, fue un ejercicio literario a veces muy difícil porque era mirar por una ventana un tanto inquietante para mí. En las películas, no.

¿Cómo llevaste lo de dirigir a dúo?

Dirigir entre dos es como hacer un viaje, siempre te conoces un poco más cada vez que vuelves. También pasa cuando diriges. Yo hice ambas cosas a la vez. Creo que dos personas sí pueden escribir una película juntos; de hecho, un guión funciona mejor cuando se escribe con dos cabezas pensantes. Pero no estoy tan seguro de que eso funcione en una película. De momento no tengo pensado repetir la experiencia, pero “Grímsey” surgió como idea para ser dirigida entre dos personas así que si en un futuro se me pasa por la cabeza una historia que requiera una co-dirección, pues lo haré.

En este sentido tú personaje es más agradecido que el del protagonista...

Bueno, los personajes se encuentran en dos momentos distintos, no creo que uno sea más agradecido que el otro. Bruno acaba de llegar a Islandia y no comprende la situación en la que está metido, está bloqueado, desbordado por una situación y un paisaje; para Arnau la llegada de Bruno y el viaje para buscar a Norberto es un soplo de aire fresco, él está en Reykjavík la mar de a gusto, pero es una ciudad pequeña y aburrida. El personaje de Richard es una persona en otro momento vital, en otra situación completamente diferentes y mucho más complejo.

¿Fue un rodaje fácil?

Sobre todo, fue atípico y emocionante porque se filmó en 11 días, casi sin tiempo para repetir tomas, con un equipo de cinco personas -que además también actuaba; vamos, la película está rodada por la misma gente que aparece en la pantalla- y no parábamos de movernos por Islandia. Grímsey en parte nace de una ingenuidad muy grande por nuestra parte y aunque no me importa filmar una película de presupuesto cero, eran demasiado localizaciones, muchas horas en la carretera y muy pocos días. Era como un Gran Hermano. Hubo muy buenos momentos, pero las batallitas en el rodaje no creo que le importen a nadie.

El paisaje es crucial para dar sentido a los sentimientos y emociones escondidas o no de los personajes. Es una película muy visual pero también tiene esa voz en off de los mensajes en los móviles. ¿Cómo fue rodar en tantos escenarios y como influyó en ello los senderos que va tomando esta historia de una separación y un encuentro, una búsqueda y una aceptación de la soledad?

No teníamos un guión cerrado, en tanto que es imposible ir a rodar una película de bajo presupuesto a Islandia; el principal problema eran las condiciones climatológicas. Literalmente no sabíamos qué tiempo iba a hacer al rodar la escena, y el paisaje islandés es muy afectivo, lo queríamos casi como un personaje más de la película. Muchas de las reacciones de Richard y esa tristeza suya en la película se debían a que el paisaje le afectaba en el momento, a veces es fácil sentirse muy pequeño en mitad de la nada. Era un buen soporte emocional y Richard tenía que ser muy rápido: no sólo estaba dirigiendo una película, sino que al mismo tiempo que actuaba también la estaba reescribiendo a tenor de lo que se encontraba delante por primera vez en su vida y ese es un trabajo muy difícil. La verdad es que yo no habría podido. Yo tenía algo de ventaja porque ya había estado antes en Islandia y sabía lo que había, pero él no. Y creo que eso ayuda mucho a entender la película.


Eduardo Nabal

Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.

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