Diversos problemas se han percibido a nivel mundial producto la pandemia del COVID-19 y las alertas de crisis económica. Es aquí en donde los cuadros de estrés, ansiedad, miedo y soledad cobran protagonismo en los problemas relacionados a la salud mental.
Lunes 6 de abril de 2020
Los datos detrás de la pandemia
"El aislamiento, el distanciamiento físico, el cierre de escuelas y lugares de trabajo, son desafíos que nos afectan, y es natural sentir estrés, ansiedad, miedo y soledad en estos momentos". Con estas palabras el director regional de Europa de la Organización Mundial de la Salud para Europa, Hans Kluge, se refería a los problemas alusivos a la salud mental en medio de la crisis sanitaria del COVID-19.
Y es que según los datos arrojados por la OMS entre un 3% y 4% de la población puede sufrir trastornos severos, mientras que una cifra mucho mayor, entre el 15% y un 20%, podría sufrir trastornos leves o moderados. Todo esto mientras que “el porcentaje restante de la población se ve expuesto a un fuerte estrés psicosocial no patológico”, según consigna el portal de la Universidad de Chile.
En este sentido, la dra. y académica de la Universidad de Chile, Vania Martínez, afirma que: “En nuestro país una de cada cuatro personas tiene problemas de salud mental. Si pensamos cuánta gente está afectada por la infección y cuánta está afectada por problemas de salud mental, es mucho más grande la población afectada por enfermedades de salud mental.” sentencia Martínez.
En definitiva, los problemas relacionados a la salud mental se encuentran en un auge a nivel internacional. Se trata de una pandemia no visibilizada o no reconocida como tal, la cual viene a entrelazarse con situaciones de catástrofe o de alto estrés social, lo que en casos como el que presenciamos actualmente bajo el nombre de COVID-19 aumenta exponencialmente.
A sí mismo uno de los sectores sociales más afectados a nivel global son las y los trabajadores de la salud, en donde en Europa se bajara una relación de uno de cada 10 infectados corresponden a personal médico, quienes a su vez han han evidenciado síntomas de colapso emocional y estrés postraumático severo.
Sin embargo, podemos afirmar en términos generales que a la par de una crisis global en el sistema de salud a costa del neoliberalismo también se ha producido un deterioro profundo de los recursos con los que se cuentan por parte de los Estados para prevenir y afrontar las problemáticas y trastornos alusivos a la salud mental.
De esto da cuenta la académica Michele Dufey, quien apunta a que: “El confinamiento puede implicar hacinamiento, falta de espacio físico y aquí lo que está en riesgo es una necesidad básica de intimidad, de tener espacios personales mínimos por lo que el poder diferenciar áreas al interior de las viviendas se vuelve un factor importante. Ocurre un escenario distinto con las personas que viven solas, el aislamiento puede potenciar sentimientos de soledad y cuando las personas tienen mala relación con la soledad se les pueden ir gatillando ciertas sintomatologías que pueden alcanzar un estatus clínico”
Agregando que: “Pueden aparecer sentimientos de aburrimiento, rabia, o mucha frustración por las complejidades para realizar las tareas de forma normal o por la interrupción de lleno de estas actividades. También se pueden presentar signos de desesperanza, mucha irritabilidad, ansiedad, cambios en el apetito, alteraciones del sueño y también el consumo de sustancias como alcohol y también otras gamas de sustancias que están muy a la mano en la línea de los ansiolíticos y otro tipo de sustancias psicoactivas”.
Detrás de los diagnósticos
En definitiva se trata de una crisis sanitaria que se encuentra entrelazada con una crisis económica que se encuentra en curso, la cual ha comenzado a anunciar sus altísimas proyecciones de desempleo a nivel mundial. Toda esta situación genera una incertidumbre profunda, entre el desconocimiento de la extensión de la cuarentena y la crisis sanitaria, y la incertidumbre laboral, la cual es reconocida como uno de los hechos más estresores en la edad adulta, por lo que podemos hablar de que estas crisis también se encuentran con una crisis de la salud mental.
Es aquí que no es casualidad que se presenten diversos hechos como el récord de divorsios en China, o los aberrantes casos de violencia de género que han aumentado exponencialmente dentro de la cuarentena. Y es que se trata de un shock que irrumpió en toda rutina y en toda normalidad. De un día a otro la población en su conjunto debió realizar cuarentena y confinarse en sus viviendas -o al menos quienes pueden acceder a una- repentinamente. Y es así que a la par de recluírse en sus casas todas las lógicas de la sociedad se han encerrado junto con nosotros.
Y es que en términos sociales los ritmos de vida día son más frenéticos y despersonalizados, por lo que no es casualidad que dentro de una vida consumida por las extensas jornadas laborales o deductivas no nos conozcamos a nosotros mismos al momento de encontrarnos encerrados en alguna habitación, en donde la avalancha comunicacional de los medios de prensa tradicionales contribuye con su cuota de ansiedad. Se trata de un sistema que se ha nutrido de la despersonalización de las personas y de la distancia social, a favor de aumentar la productividad y la riqueza de un reducido grupo social posado en la élite social.
He ahí una de las razones fundamentales por las cuales se producen tantas alteraciones psicológicas y psiquiátricas dentro del periodo de cuarentena. Es el sistema el que nos ha enfermado con su cotidianidad, y no nos habíamos dado cuanta hasta que nos obligó a encerrarnos nosotros mismos junto con todas sus alteraciones irracionales.