Faltan pocas semanas para que se cumpla un año de la fecha oficial de la llegada de la covid19 a Europa. Durante este año la UE ha puesto sobre la mesa dos políticas esenciales para frenar la pandemia, una liquidez sin precedentes que deja una factura difícil de pagar y el aumento de medidas represivas contra la población, especialmente la clase trabajadora.
Ivan Vela @Ivan_Borvba
Miércoles 27 de enero de 2021 20:18
“La mayor parte de Europa endurece las medidas”, “Europa avanza a medidas de control más estrictas” o “Europa se prepara para endurecer las condiciones de viaje entre países” son solo alguno de los titulares que uno se puede encontrar en las portadas de los diarios de toda Europa.
La mayoría de países de la Unión Europea (UE) han iniciado o están poniendo en marcha durante estos días medidas de control más severas para intentar hacer frente al avance incontrolado de la tercera oleada del Covid-19. Estas medidas restrictivas, sumado a la liquidez sin precedentes del Banco Central Europeo, ha sido el abc de la UE para luchar contra el Covid-19.
La Europa del capital ha encontrado su particular equilibrio entre salud y economía, restringir la vida social, el ocio y el contacto de la población excepto, eso sí, para salir a trabajar y preservar los intereses capitalistas. Podríamos decir que haber esperado otra respuesta de los Estados capitalistas de la UE hubiera sido algo completamente utópico.
Con esta hoja de ruta los gobiernos de diferente signo de los Estados miembros, van adoptando cada vez medidas más similares, centradas en el control y la responsabilización individual. Desde los gobiernos “socialistas” y “progresistas” de Portugal y el Estado español, hasta los ejecutivos de la derecha europea como Macron y Merkel avanzan en la misma dirección.
Portugal precisamente ha sido uno de los últimos países en aplicar medidas más duras y es que se encuentra actualmente encabezando el ranking de países con mayor incidencia acumulada de la UE (1.484 casos por 100.000 habitantes). El pasado 15 de enero se decretó un confinamiento domiciliario. Esta medida, ampliada como mínimo hasta el próximo 30 de enero, implica que solo se puede salir de casa para adquirir bienes y servicios indispensables, para trabajar, para ir a la escuela, movilidad por motivos de salud o para asistir a personas vulnerables.
El segundo país en este triste ranking es la República Checa, que ha suspendido cualquier acto público y establecido un toque de queda desde las 21 de la noche.
Grandes potencias europeas como el Reino Unido o Italia no se quedan atrás en las restricciones. El país presidido por Boris Jonhson mantiene un confinamiento domiciliario desde el pasado 4 de enero, siendo así uno de los primeros países que anticipó esta medida en 2021, producto esencialmente del descubrimiento de una nueva cepa considerada, en primera instancia, mucho más contagiosa que la sufrida hasta el momento.
Italia por su parte se encuentra en un periodo de aligeramiento de las medidas pero impuso de las más duras durante las fechas navideñas. Durante los días 24,25,26,27 y 31 de diciembre y el 1,2,3,5 y 6 de enero se impuso un confinamiento domiciliario.
Los Países Bajos han saltado a la prensa estos últimos días por las manifestaciones en contra de las medidas del Gobierno. El ejecutivo implementó un confinamiento el 14 de diciembre que se extenderá, como mínimo, hasta el 9 de febrero. Esta medida comporta el cierre de guarderías, escuelas, institutos así como de toda actividad no esencial, como es el caso de comercios o gimnasios.
Podríamos nombrar también a las dos potencias de la UE, Francia y Alemania, que se mueven entre las mismas que sus socios; confinamientos, toques de queda y cierre de toda actividad no esencial.
Después de un año los Estados capitalistas no han puesto en marcha las medidas políticas necesarias para hacer frente a esta situación de crisis sanitaria, social y económica. Con el objetivo de preservar la actividad económica sus esfuerzos han ido destinados a llenar de capital a los Estados y bancos nacionales para que estos lo repartieran entre las grandes empresas, en el caso de los primeros, e hicieron negocio, en el caso de los segundos.
En todos los casos la respuesta ha sido mayor privación de libertad para la población sumado a una mayor represión, especialmente en los barrios de la clase trabajadora y sectores populares. Se ha puesto todo el foco en la responsabilidad individual mientras se callaba sobre su responsabilidad política.
No ha habido ningún esfuerzo en fortalecer la plantilla de los hospitales, de revertir los recortes de las políticas austericidas del 2008. Y ahora tenemos que leer como la Comisión Europa afirma que la privatización del acceso a la salud en Europa ha impedido dar una mejor respuesta contra la pandemia. Increíble.
Ni se ha invertido más en sanidad, ni se han recuperado los recortes de la última década ni mucho menos se han tocado los recursos de los grandes lobbies sanitarios y mutuas europeas para ponerlos al servicio de todo el mundo.
Incluso el proceso de vacunación está siendo opaco, lento y con retrasos. Frente a esta política rapiñera de la UE es imprescindible que las vacunas se administren de forma urgente a todo el mundo, y esto sea en un plan coordinado bajo el control del personal sanitario. Y junto a esto se debe acabar con el negocio de las farmacéuticas que están haciendo una fortuna el último año a costa de la vida de millones de personas.