Los jornaleros agrícolas en Estados Unidos, la mayoría de origen migrante, continúan trabajando pese a ser de los sectores más vulnerables de contagiarse de coronavirus.
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Óscar Fernández @OscarFdz94
Miércoles 29 de abril de 2020 08:06
Imagen: consulmex.sre.gob.mx
El sol al sur de Estados Unidos no se siente como en otras partes del continente. Más al sur, en México, comienza Mesoamérica, con sus bosques templados, selvas, montañas y costas que son atractivos turísticos; al norte están las praderas de las Grandes Planicies, los bosques de Oregon al noroeste y los deltas del Mississippi al oriente.
Al estar en una región cercana al desierto de Sonora, el sol quema la piel largamente expuesta a los rayos, lo que empeora si a eso sumamos la luz ultravioleta que se amplifica por el efecto invernadero que genera la contaminación ambiental.
Quienes están constantemente expuestos a ese sol son los jornaleros agrícolas. Migrantes de origen mexicano o centroamericano, muchos incluso de zonas del sur de México —hay comunidades que hablan maya e inglés— que se ven obligados a trabajar en el gigante del norte por 12 horas y ganar 40 dólares. Pero ahora estos jornaleros están expuestos a otro peligro mucho más mortífero: el COVID-19.
El Centro de Trabajadores Agrícolas Fronterizos, una ONG estadounidense con sede en El Paso (Tejas), informó que tuvo reportes de 10 trabajadores que presentaron síntomas de coronavirus. Esto mientras Estados Unidos sobrepasa el millón de casos de COVID-19 y las muertes rondan los 60 mil, al tiempo que el negacionista del presidente Trump sugiere que para combatir la pandemia la población se inyecte cloro —una burla si consideramos que el hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, tiene una fortuna de 145 mil millones de dólares y las leyes estadounidenses favorecen que continúe enriqueciéndose a costa de sus trabajadores en Amazon y otras cadenas de las que es dueño.
Desde este medio ya habíamos adelantado que los trabajadores agrícolas estarían sujetos a continuar trabajando a pesar de las restricciones en la famosa green card, el permiso de residencia laboral permanente para los trabajadores migrantes. Más al norte, en la "progresiva" Canadá, que se jacta de tener un gobierno liberal, encabezado por Justin Trudeau, el gobierno no sólo continúa el hostigamiento a las comunidades indígenas, sino que tampoco ofrece un mejor panorama a los trabajadores migrantes: el pasado 9 de abril 19 jornaleros dieron positivo en la provincia de Columbia Británica.
Por su parte, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador declaró a principios de mes:
“Si ellos nos lo piden, convocaríamos para que trabajadores mexicanos pudieran ir temporalmente a ayudar en el campo, la construcción o los servicios”
Es decir que López Obrador no cuestionaría si los gobiernos de los dos países imperialistas al norte del suyo le piden mano de obra; él diligentemente se las otorga mientras permite que grandes cadenas como las de Grupo Salinas incumplan las medidas sanitarias. Estas son muestras de que los gobiernos de los tres países actúan en favor de sus grandes empresarios, con el agregado de que México reafirma su carácter de nación dependiente.
Para ellos, los jornaleros —quienes con su trabajo garantizan que haya comida para el resto de la población— son objetos de uso y descarte. El coronavirus ha dejado claro que sus ganancias no deben valer más que las vidas que día a día se exponen para hacer que haya insumos. El sol no es lo único que deteriora a las personas que trabajan, también es la voracidad capitalista.
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Óscar Fernández
Politólogo - Universidad Iberoamericana