Hoy no es un día más para los hinchas del santo por que hoy cumple años nuestro querido San Martin, 111 años de pura pasión y fiesta.
Lunes 2 de noviembre de 2020 10:00
Se lo vive como el cumpleaños propio, con la misma ansiedad para que lleguen las doce; se lo festeja como solo los cirujas saben hacerlo: cánticos, abrazos de gol y un trapo rojo y blanco que flamea en lo más alto de la noche ciruja.
Este año el festejo es diferente, la pandemia hace que no tengamos caravana ni fiesta en la esquina de Bolívar y Pellegrini. Pero el amor es el mismo y lo demuestran todas esas alegrías a lo largo y ancho del planeta, con postales que marcan que hablar de San Martin es hablar de cualquier tucumano dispersado por el globo, de cualquiera que haya pisado la ciudadela o haya gritado un gol del santo frente al televisor
Cuántos de nosotros extrañamos la ansiedad de saber que hoy juega el santo y el corazón lo sabe, llegando un par de horas antes, para dar lugar a esa previa con amigos, que en ese momento vos sabes que son más que eso, porque compartís algo que no lo compartís con cualquiera. El mismo amor por los colores, eso lo hace especial, y entre risas, abrazos y cervezas vamos dando rienda suelta a la fiesta que solo ciudadela conoce.
Ese es el grito más esperado cuando entras a la ciudadela y vez esas caras que se te guardan en el corazón, vez esas tribunas colmadas, brazos en alto y una marea de gente cantando que poco les importa la categoría, ni de resultados porque yo soy del santo y del santo me voy a morir.
Son momentos donde se te vienen a la cabeza muchas cosas, desde la primera vez que te llevaron a la cancha hasta recordar a los que ya no están, pero que en esa cancha vos sabes que están muy presentes.
Vas tomando ubicación en la tribuna, mirando para tus lados, haciéndote amigo de los que están al lado tuyo y empieza el partido y empieza como siempre.
Sufriendo en cada jugada, en cada partido porque si no sufrimos no somos San Martin y vaya que si lo sabemos, descargando toda esa presión a la que se es sometida nuestra clase porque la plata no alcanza o por que no conseguís laburo y la descargamos de mala manera, sobre jugadores del equipo rival, como si fueran lo peor que existe, como si nuestra vida dependiese de la cantidad de puteadas que les tiramos.
Los minutos pasan y nos empieza a ganar la ansiedad de gritar ese gol del santo, que abra el marcador y empiece a darse un partido soñado, pero San Martin sabe que muchas veces tiene dos rivales el equipo de turno y el árbitro que no se las hace nada fácil.
Y llegando al final del partido con un marcador cerrado o en contra vos sabes que falta algo, porque si hay algo que nos caracteriza es ponernos de pie y seguir con la cabeza levantada, y ese es el místico momento cuando la pelota impacta hasta de manera mágica en la red de ese arco que tantas alegrías nos dio.
Desata esa fiesta en las tribunas con abrazos, lágrimas que son testigos de esa lluvia de fernet que cae del cielo y se mezcla con tus lagrimas que corren por tus mejillas, y saltas, cantas hasta que el arbitro marque el medio, dando pie a una sola voz que baja desde todos los rincones de la cancha agitando ese tan preciado trapo que lo llevas como un trofeo de guerra, agradeciendo ser del santo porque a San Martin lo sentimos y llevamos muy dentro de uno y disfrutamos cada día de ser parte de toda esa locura, pasión y amor que solo San Martin puede darnos.