El violento crimen en contra de una mujer de la región de O’Higgins alerta sobre la creciente taza de femicidios a nivel nacional, y las hipócritas respuestas por parte del gobierno.

Pamela Contreras Valparaíso, Chile
Miércoles 25 de septiembre de 2019
La noticia del asesinato de una mujer en la comuna de Coltauco (Región de O’Higgins), María Cristina Jiménez Orellana, tenía 46 años y fue asesinada por su ex pareja con una escopeta el lunes 23 de septiembre, lo cual corresponde al femicidio número 34 en lo que va del año (según registro gubernamentales), mientras organizaciones de mujeres y feministas que mantienen un registro independiente, más amplio que la actual ley (ver punto específico), plantean que a la fecha se registran 49 femicidios (Red Chilena Contra la Violencia), una cifra alarmante, que pone en tela de juicio la violencia machista que vivimos las mujeres a lo largo de nuestra vida, de manera cotidiana y sistemática, en la esfera social, económica, política y cultural, avaladas, legitimadas y reproducidas por los estados capitalistas y sus instituciones.
Según los datos del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, hasta el último registro del 24 de septiembre de 2019, en promedio cerca de 50 mujeres son asesinadas producto de la violencia femicida anualmente. En total, considerando solo lo que establece la ley, 515 mujeres han sido asesinadas por hombres con los cuales establecieron relaciones matrimoniales o ex matrimoniales o de convivencia, en los últimos 10 años en Chile.
La violencia sistémica hacia las mujeres
El femicidio es la expresión más dura del machismo, un crimen perpetrado por un hombre contra una mujer a la que considera un objeto de su propiedad. Pero este es el último eslabón de una larga cadena de violencias contra las mujeres que se producen en la sociedad, y se legitima y reproduce permanentemente por los Estado y sus instituciones.
De hecho, la violencia femicida, en la mayoría de los casos puede anticiparse, porque es el resultado final de una serie de conductas de hostigamiento naturalizados producto del dominio masculino sobre las mujeres. Cada vez que una mujer es humillada, relegada, violada, golpeada o asesinada, millones de mujeres sobrevivientes aprenden la lección…moldeando su subjetividad a la sumisión, disciplinando sus cuerpos, deseo y comportamientos.
A diferencia de otras formas de violencia social, ésta es estructural porque surge de las normas culturales y sociales que establecen cómo deben comportarse el colectivo de mujeres, y la sanción (legitimada) para quienes que no se subordinan a los mandatos patriarcales.
“Esta cadena de violencias incluye la ridiculización, la sospecha y el control, la intimidación, la condena de la sexualidad y de los comportamientos que no se ajustan a la heteronorma, la desvalorización de los cuerpos que no se corresponden a los modelos de belleza impuestos, etc. Pero también, el impedimento del Estado para que las mujeres puedan ejercer su derecho al control de su propio cuerpo y sus capacidades reproductivas“ (Andrea D’ Atri).
Sobre la ley
El concepto femicidio se incorpora a la legislación Chilena el año 2010, ley 20.480, la cual es exclusiva al ámbito de relaciones íntimas de parejas; conyugues o convivientes actuales o pasadas, excluyendo otro tipo de violencias de género con resultado de muerte, como los asesinato a mujeres por parte de violadores o clientes (en el caso de explotación sexual), ni dentro de las relaciones de pololeo. Esta última se busca transformar a través del proyecto de “Ley Gabriela”, que extiende la figura de femicidio al asesinato de una mujer con motivos de odio, menosprecio o abuso por causa de género, sin importar la relación o cercanía del asesino con su víctima. Establece además, agravantes como que exista alevosía o ensañamiento, que la víctima sufra situación de discapacidad, que sea menor de 18 años, entre otras.
Dentro del ámbito legal, no se considera femicidio frustrados los casos de lesiones graves, ocultándose el delito bajo el parámetro de agresión simple. No se considera femicidios los suicidios de mujeres que no encuentran otra salida a sus oprobios de la violencia que viven (suicidio femicida). Tampoco al asesinato a seres queridos como forma de castigo, es decir, muerte de personas con vínculo familiar o afectivo, con el objetivo de castigar y destruir psíquicamente a la mujer a quien considera su propiedad (Femicidio vinculado).
Pero esto no se trata de solo vacíos legales, sino de responsabilidad del estado y la justicia frente a la violencia sistemática que vivimos las mujeres, la violencia contra nuestras congéneres en el ámbito jurídico se aborda bajo la noción de gradualidad e incluso reiteración de la conducta ofensiva: de hecho, el concepto de maltrato habitual según la ley VIF (violencia intra familiar), se consideran criterios de reiteración en los actos de violencia, lo que no ocurre con otros delitos, por ejemplo: violación a la propiedad privada, terrorismo, etc.
Mientras la estrechez legal -punitiva- no logra responder al fenómeno, decenas de mujeres en el país siguen muriendo producto del machismo, dado que la ley no garantiza una respuesta inmediata ni eficaz para las mujeres que viven en situación de violencia machista y a diferencia de lo expresado por la ministra Isabel Plá a 24hrs el día de hoy (24/09) donde declaro que "la mayoría de las víctimas nunca había hecho una denuncia”, lo cual, no es solo un error estadístico, dado que la mayoría de las mujeres si denuncia, incluso sobre el 45% de los casos de femicidios contaban con medidas cautelares, es decir, existía un proceso judicial avanzado, sino desde nos situamos para enfrentar el machismo, para la ministra las mujeres que (sobre)viven violencia machista son las principales responsables de denunciar, responsabilizando a las mujeres de una acción donde el gran ausente es el Estado y la justicia, dado que no existe un sistema de protección integral para proteger la vida de las mujeres. ¿Entonces quien o quienes son los responsables de la muerte de las mujeres? En el caso de María Jiménez Orellana, ella había generado todo el proceso legal, el femicida tenía reclusión nocturna y orden de alejamiento, pese a esto debemos lamentar esta nueva víctima.
¿Como responder a la violencia machista?
El gobierno a través de Isabel Plá, propone un abanico de medidas para enfrentar la violencia femicida, desde la ampliación legal del concepto femicidio, es decir, integrar el asesinato a una mujer con motivos de odio, menosprecio o abuso por causa de género, sin importar la relación íntima o no del asesino con su víctima, hasta el aumento de medidas cautelares como monitoreo telemático (tobillera o pulsera electrónica), un conjunto de políticas que aumentan las penas, lo cual es un avance en el reconocimiento de la violencia hacia las mujeres, pero que en ningún caso devuelve la vida a quienes se les arrebato como tampoco logra prevenir ni evitar la violencia estructural que enfrentamos.
Para avanzar en la erradicación de violencia contra las mujeres es necesario ir a su base, dado que el paradigma punitivo no es eficaz para evitar la violencia contra mujeres y niñas, donde el enfoque no está en carácter preventivo de la violencia machista, considerando que los femicidas no son hombres enfermos como muchos quieren hacer creer, sino hijos sanos de un sistema cultural y social misógino. Es que a las autoridades, los políticos del régimen, empresarios e Iglesias, poco les importa la vida de millones de mujeres.
Plan de Emergencia contra la Violencia hacia las Mujeres y los femicidios
En los últimos años gracias al reclamo del movimiento de mujeres y feministas se generaron reformas al sistema penal y se establecieron marcos jurídicos para contrarrestar, limitar y castigar la violencia que se ejerce contra las mujeres, esto es el resultado parcial de un combate ganado con la lucha de las propias mujeres; permitiendo visibilizar la condición de subordinación, cosificación y maltrato que el capitalismo patriarcal nos reserva a las mujeres, pero que contradictoriamente individualiza una problemática transversal, dado que el femicida no es un sujeto aislado, sino el producto sano de una sociedad machista y misógina.
Pero, al margen de los tribunales, la violencia machista se sigue reproduciendo, por el carácter estructural de la violencia contra las mujeres que emerge y permanentemente a través de un régimen social y económico, que nos incluye formalmente, pero nos sigue condenando a ser “ciudadanas de segunda”.
Para enfrentar estructuralmente y salvar la vida de las mujeres es necesario exigir medidas mínimas preventivas que debiesen tomar el Estado y sus respectivas autoridades. Garantizando viviendas, refugios transitorios y casas de acogida estatales y costeadas mediante impuestos a las grandes empresas y fortunas del país, para todas aquellas mujeres (y sus hijos, hijas, hijes) que estén pasando por un proceso de violencia de género y no tengan vivienda propia o su permanencia en esta implicara una amenaza para su integridad física, psicológicas y/o sexual. Avanzar a un régimen de subsidios a las mujeres víctimas de violencia que les permita salir ser cerco económico que implica una relación de poder, licencias laborales las trabajadoras y mujeres que estudian. Propuestas que va totalmente en línea opuesta a la acción del gobierno que han venido cerrando casas de acogidas, mientras hipócritamente hablan de la vida de las mujeres.
Para dar estas peleas debemos avanzar en instalar en cada lugar de estudio, trabajo y barrio el problema de la violencia de género, organizando comisiones que permitan articular la lucha específicas: acoso sexual, bajos salarios, salas cunas, etc., pero también que sea un lugar de encuentro, de reconocerse entre pares, de desahogo, donde las compañeras que han vivido o viven situaciones de violencia lo vea como un lugar de protección, donde también podamos discutir las ideas del amor impuestas, que hacen que la mujer tenga que estar dispuesta a darlo todo, anulando su individualidad no es natural, este paso es fundamental porque es donde la mujer comienza a dar sus pasos a transformarse en sujeto político, es decir, un sujeto que puede transformar la realidad en el país como en su vida personal.
La única respuesta posible es la que damos nosotras y quienes nos acompañen en esta batalla, exigiendo medidas urgentes, luchando por nuestros legítimos derechos y cuestionando el orden existente. Ejerciendo nuestra voluntad de sujetas capaces de transformar radicalmente esta sociedad que nos oprime, haciendo nuestro el clamor silenciado de cada víctima, para transformarlo en un grito de batalla: Porque vivas NOS queremos... ¡Si tocan a una, nos organizamos miles!