El 22 de diciembre del 2015, los concejales de ambas fuerzas votaron a libro cerrado tres proyectos urbanísticos que atentan contra la calidad de vida de los vecinos funenses
Miércoles 27 de enero de 2016
Imagen de uno de los barrios privados que ya existen en Funes
El 22 de diciembre del 2015, los concejales del PRO y del FpV votaron a libro cerrado tres proyectos urbanísticos que atentan contra la calidad de vida de los vecinos funenses.
Por un lado, dos barrios cerrados, uno de ellos con ocho edificios que sumarán 200 departamentos, con pisos en planta baja y tres más, que tendrán como máximo 12 metros de altura y cochera subterránea. Hasta el día de la votación no estaba permitido este tipo de construcciones en esa zona, pero los ediles modificaron la normativa para encuadrar el desarrollo.
Por el otro, la instalación de un parque industrial de 92 hectáreas, donde se permitió a su vez en un sector del predio instalaciones con una altura máxima de 18 metros.
El flamante intendente del Pro León Barreto, tenía tiempo hasta el 15 de enero para vetar los proyectos. Pero ello no sucedió, aunque en diciembre había asegurado que “en las próximas horas” recibirá a los vecinos “para escuchar sus reclamos”. Los reclamos, si fueron escuchados no fueron atendidos, todo lo contrario, salió a defender los proyectos: "Tal como manifesté en la campaña y lo sigo sosteniendo, tenemos una visión más moderna del rol que debe tener un municipio. Funes debe convertirse en la ciudad que está destinada a ser, una ciudad pujante, en constante crecimiento, y estos desarrollos generan nuevos desafíos para nuestra sociedad", expresó.
Parece ser que tanto para el Pro como para el FPV de Funes, el concepto de modernidad y de ciudad pujante se circunscribe a avalar emprendimientos inmobiliarios de importantes empresas: Rossetti Desarrollos Urbanos, la firma Fundar y Rosental y la firma Desarrollo y Gestión SRL – Fideicomiso Radar. Entre ellos y con las empresas, son aliados.
Pero para los vecinos de Funes el concepto de modernidad pasa por acceder los servicios básicos, ya que el 70 por ciento de los vecinos no tiene agua potable, el 90 por ciento no tiene cloacas y los bancos de las escuelás públicas no dan abasto. No hay un hospital y llevar un fin de semana un familiar a un centro asistencial de Rosario es una odisea en medio de la saturación del tránsito. Y ni qué hablar de los barrios de la zona Oeste de la ciudad donde, cuando arrecia la lluvia, el fantasma de la inundación sufrida tantas veces, amenaza la tranquilidad de todos, ya que las obras realizadas son un paliativo a esta gravísima situación, pero no la solución.