Gabo Ferro fue cantante, autor, performer, historiador, políticamente incorrecto. Militante del aborto legal, de los cuerpos libres. Criticó todo esquema musical y visual: “lo que a mí me gusta y lo que hago es poner en riesgo el canon clásico de belleza”. El adiós al artista rebelde.
Sábado 10 de octubre de 2020 18:02
“Yo creo que sos un trovador ¿te gusta definirte así?", interpela, con tono amable, Jorge Coscia a Gabo Ferro. “El trovador era alguien que volvía de la guerra y cantaba sobre la gesta y el amor” , “¿y qué pasa?” le insiste Coscia, “Y… yo creo que sí, soy un poco eso” . Así aceptaba Gabriel Fernando Ferro que efectivamente era un trovador, que inevitablemente así lo llamaríamos por el resto de su carrera y que hoy, lo recordaríamos como el hombre de la trova sensible.
Nació el 6 de noviembre de 1965 en Mataderos. Mientras estudiaba psicología, comenzaba su camino musical como cantante de Porco, la banda que se destacó en el under entre 1992 a 1998, sacando dos discos: Porco en 1994 y Naturaleza muerta. Un sábado 30 de Marzo de hace muchos años, en un show dejó el micrófono en el piso “como quien deposita a un niño”, en sus palabras, salió y se fue caminando a su casa, dando por finalizada la música en su vida y con la fuerte convicción de que estudiar historia era lo suyo. Y así fue, al otro día empezó los trámites para inscribirse en la facultad. Pero lo suyo no solo era la historia, y lo que nunca espero ese Gabo hardcore es que 7 años después, el amor a la música y las ganas de sacar tanto para decir, lo devolvería nuevamente a ese formato.
Se especializó en historia y volvió en 2005, como quien no quiere la cosa, con su primer trabajo solista “Canciones que un hombre no debería cantar” desafiando lo establecido sobre qué es ser hombre y rompiendo esquemas en canciones como “el amigo de mi padre” una chacarera explícitamente homosexual abordada desde el puro amor: “El amigo de mi padre, el hombre que él más quería”. Este Gabo volvía para quedarse.
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Un año después llego “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, disco que ganó el premio Clarín como Revelación Rock. Otra vez polémico y quebrando mitos; la tapa es texto puro y fondo blanco, hablando desde el marxismo y criticando el mercado de la imagen sobre los artistas. Canciones trascendentales lo componen como “Dios me ha pedido un techo” y “Costurera y carpintero”, siendo este último una fuerte declaración por las identidades de género: "...dirá que nada importa si estamos enteros, niño costurera y niña carpintero". En 2007 siguió "Mañana no debe seguir siendo esto", disco dedicado enteramente al amor. "Me puse a pensar cómo puede ser que al amor se lo tilde de maricón, de light, cuando hubo gente que murió en nombre del amor, cuando hay gente a la que la sostiene el amor. Como ideal y como praxis, es algo maravilloso", remarcaba Gabo en una entrevista de Página 12.
En 2008 le sucedió el primer DVD “amar, temer, partir”, un show grabado en vivo, seguido de su primer libro: “barbarie y civilización: sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas (1835-1852)”. Imparable, en 2009 edito “Boca Arriba”, 2010 “El hambre y las ganas de comer”, 2011 “la aguja tras la máscara”, 2013 “La primera noche del fantasma”, al cual se refería como la carga simbólica de los objetos, de las relaciones, lo fantasmal de cada cosa o “haciendo foco en lo que no se ve” (Puerto Cultura – 2013). “El lapsus del jinete ciego” 2016, en 2019 y casi como despedida “Su reflejo es el lobo del hombre”.
Hay tanto de él en vos
Entre sus variadas colaboraciones, fue participe de “Cuerpo – canciones a partir de Mariano Ferreyra”. Es su desgarradora voz la que abre el disco en memoria al militante del PO asesinado por una patota.
Clase, raza y género eran los tópicos que rodearon su obra (y su vida), oscilando en el ir y venir poético, fantástico, sensible. Supo exorcizar el horror, la introspección poética como bandera, hablando siempre de la muerte en planos que conmovieron, militante los cuerpos libres. “Mis canciones no tienen género”, decía para que cualquiera pudiese apropiárselas. Declaraba convencido que algunos “somos todo lo que recordamos” y otros “todo lo que olvidan” y daba por sentado que la memoria y el olvido son construcciones y al mismo tiempo, posiciones políticas.
La muerte no existe acá…
“Si el mundo se reiniciara me gustaría escribir duerme negrito” respondió una vez, “porque es una canción sin género que habla de marcadas desigualdades sociales en el tono más arropador posible”.
El amor, la muerte, la memoria, el olvido, los cuerpos, la historia, el tiempo, la política, o más bien, la vida. Eso fue Gabo Ferro; sensible, cristalino, poeta, historiador, militante y autor de una de las obras más completas del rock argentino.
Dicen que no se fue, que solo abandono este plano para seguir componiendo desde otro. De este lado nos quedamos con su infinito amor por lo profundo. “Me iré como el humo al aire que no podrá volver; me haré un tornado dulce, un perfume, una piel…”
“Aunque entienda que pasó, que fue, sigo cuidándote de lejos” reza la letra de “Todas las cosas que no tienen nombre”, como despedida poética impensada.