Doctor en sociología (EHESS), docente en la Universidad Nacional de San Martín (IDAES) e investigador del Conicet. Trabaja sobre organizaciones partidarias y activismo, relaciones entre Estado y sectores populares y comunicación política.
Liliana O. Calo @LilianaOgCa
Sábado 18 de diciembre de 2021 00:04
Foto de Analía Garelli.
Se cumplen 20 años del 19 y 20 de diciembre del 2001. En tu opinión, ¿qué significó aquella jornada en la historia reciente del país?
El significado de 2001 fue mucho más profundo de lo que esperaban los escépticos y mucho menos profundo de lo que esperaban los optimistas. Es decir, por un lado, sin duda, el 2001 produjo un gran quiebre político-social y en parte económico, te diría más político-social, con la consolidación de actores sociales vinculados a los sectores informales, populares, con la consolidación de un nuevo repertorio de acción y de movilización social.
También con la crisis de los partidos tradicionales y la emergencia de nuevos actores políticos partidarios. Y en términos económicos, si bien hubo una ruptura del patrón de acumulación asociado al 1 a 1 de la convertibilidad fue una ruptura mucho más modesta de lo que algunos esperaban, con toda la imaginación política económica que había surgido en torno a la recuperación de empresas por los trabajadores, la impugnación del sistema financiero y del neoliberalismo. Lo que hubo fue una recuperación de un capitalismo con un Estado más activo, con el intento de redistribución que continuó enseguida. Y lo que sí creo es que se produjo una crisis de los consensos del neoliberalismo más duros, más antiestado, más individualistas que habían proliferado desde finales de los ochenta y en los noventa.
En términos de acontecimiento el 19 y 20 de diciembre mostró una forma de movilización popular masiva en la que hubo clases medias en las calles, que habían roto ese contrato neoliberal, o al menos en parte, y se movilizaron con sectores populares. Hubo una posibilidad de encuentro interclase que fue breve, pero muy importante en términos de ruptura con un patrón más segmentado anterior y hubo también una escenificación del poder popular y la posibilidad de una acción por fuera de los partidos. Insisto, duró menos de lo que algunos esperaban pero sin dudas cambió el escenario y puso a los partidos en aviso que había posibilidades de movilización por fuera de sus estructuras.
Respecto a las demandas y formas de acción política que surgieron en aquella crisis, ¿qué nuevos emergentes se visibilizan en el panorama social y político actual?
Hay dos cuestiones claves para mencionar. Una primera es que la crisis visibilizó demandas contrapuestas, de más intervención pública, de más igualdad, antineoliberales, y en cierta forma anticapitalistas en sectores más restringidos. Puso en la escena esta idea de una imaginación política más allá del neoliberalismo o del capitalismo como se conocía entonces. Se dieron también demandas vinculadas a mejoras formas de organización política más representativas, o menos mediadas que tenían que ver con las asambleas, con formas horizontales de intervención política, de toma de decisiones. Todas esas demandas e imaginario se mantuvieron en el tiempo y prefiguraron cierta subjetividad política pos 2001, asociadas a demandas por la distribución y cierta horizontalidad y vigilancia en las formas de representación tradicional. Y emerge con fuerza en ciertos momentos, se suma la demanda ambientalista y aparecen también estos mismos formatos pensando que las demandas de las personas valen más que la de los intereses económicos, se realizan en asambleas, foros diversos. Y al mismo tiempo, junto con este conjunto de demandas y formatos de acciones colectivas, en 2001 aparecen otras de carácter patrimonialistas, vinculadas a los ahorros individuales, al enojo por las promesas incumplidas del neoliberalismo y no con una contestación al mismo. Coexisten junto a las otras, conservan un sentido antipolítico, anti clase política, en el sentido de que son los políticos los que pervierten los sistemas económicos.
Estos dos universos de demandas fueron absorbidos rápidamente cuando se reorganiza el sistema político en el 2003 o 2004, 2005, cuando el kirchnerismo logró reorganizar la efervescencia social, pero no desaparecieron como dos universos en tensión que se pueden leer en todo el período y que hasta hoy plantean ciertos universos en pugna y sobre cómo salir de los problemas estructurales que tiene Argentina.
Desde entonces, ¿en qué medida el Estado modificó su política hacia el conflicto social?
El Estado tiene que modificar su modo de encauzar, controlar o reprimir la protesta social, sobre todo al principio. Recordemos los altos costos que tuvo que pagar Lopez Murphy cuando puso en su plataforma on line que había que reprimir los piquetes. Fue un escándalo. Tuvo que sacarlo. Años más tarde sucedió el asesinato del maestro Fuentealba y el gobernador Sobisch vio debilitada su incipiente carrera presidencial nacional. Hubo otros casos en que las políticas represivas fueron muy impopulares y tuvieron su costo en las carreras políticas de quienes las defendían.
Y creo que hasta hoy esto se mantiene, en cierto sentido, porque no hay tolerancia para una represión indiscriminada a la protesta social, al menos no en los centros visibles del país. Tal vez se empezaron a tolerar más en la periferia, por asi decirlo, en las provincias menos visibles para la realidad mediática porteño céntrica. Allí proliferan formas de represión inadmisibles en el centro. Esa dualidad creo que se mantiene hasta hoy. Los sectores más conservadores aún tienen límites para imponer una mirada punitivista dura de la protesta a nivel del centro del país.
En definitiva tenemos que tener una mirada tanto en lo nacional como en lo subnacional para responder esta pregunta. A nivel subnacional se dan formas de represión y control social que no admitiríamos cuando tenemos una mirada más nacional.
Uno de los elementos más importantes de aquella crisis afectó al sistema de representaciones políticas. Algunos analistas señalan que asistimos al desarrollo de un nuevo régimen político. ¿Se transformó el tradicional bipartidismo nacional? ¿Surgen nuevas alternativas en los polos? ¿Se imponen nuevas coaliciones?
Creo que una de las cosas más novedosas es que se estructuró el sistema político en estas dos coaliciones, que se fueron construyendo. Una de las dos más tempranamente, la coalición kirchnerista nacional y popular, de centro izquierda, progresista, o como la queramos llamar, y otra coalición de centro derecha que se va construyendo más tardíamente y que se termina de configurar en 2015 con la formación de Cambiemos.
Creo que estas dos coaliciones terminan de representar, recoger y terminar de dar forma a esas dos universos que mencionaba antes, sobre las demandas de 2001. Son las coaliciones que ordenan en los últimos años y organizan la actual competencia política. La gran novedad de los últimos años es que si al kirchnerismo ya le había surgido por izquierda una pequeña colación, el FIT, muy importante en cuanto a lo que produce y lo que obliga a decir (o no decir) al discurso kirchnerista, a no transigir en sus banderas económicas y políticas vinculadas con el universo de la izquierda. En los últimos años, luego del gobierno de Macri y la decepción de algunos sectores más conservadores, surge también ese polo por derecha que obliga al polo de centroderecha de Juntos por el cambio a no dejar afuera algunas demandas de la derecha más dura, por decirlo de algún modo.
Me parece que por ahora esos dos polos que crecen a izquierda y a derecha tienen una función más de desafío a las dos coaliciones mainstream y de instalación de agendas que de amenazar el caudal electoral, aunque por supuesto les resta votos y en contextos de competencias más ajustadas producen efectos electorales muy importantes.
Teniendo presente la crisis de 2001 y la crisis actual (con la vuelta del FMI), ¿cómo ves el mundo del trabajo y los sectores populares? ¿Qué continuidades y cambios? ¿Qué perspectivas posibles?
Creo que en el mundo del trabajo y de los sectores populares, ya es sabido y está muy discutido, se consolidó su dualidad, entre sectores incluidos en el mercado de trabajo formal y la lógica salarial del contrato de trabajo, de la seguridad social, de estabilidad, de salarios relativamente altos en períodos de alza y mayor capacidad para preservarlo en períodos de baja. Y los sectores informales más dependientes de la asistencia del Estado, con una creciente capacidad de organización pero con mucha más debilidad respecto de los ciclos económicos. Esta dualidad se consolidó en las últimas dos décadas y en los últimos años de crisis económica, cuatro o cinco años, quizá quedó claro que son los sectores más vulnerables a los ciclos económicos y los que más sufren restricciones asociadas a las crisis. Y sin duda las demandas de ajuste que plantea el Fondo los van a afectar más duramente.
Con el 2001 se produjo una crisis de los consensos del neoliberalismo más duros, más antiestado, más individualistas que habían proliferado desde finales de los ochenta y en los noventa.
Acerca del entrevistado
Gabriel Vommaro es doctor en sociología (EHESS), profesor titular en la Universidad Nacional de San Martín (IDAES) e investigador de Conicet. Trabaja sobre organizaciones partidarias y activismo, relaciones entre Estado y sectores populares y comunicación política. Su último libro es La larga marcha de Cambiemos (Siglo XXI, 2017). En 2019 recibió el Premio Houssay al Investigador de la Nación en Ciencias Sociales otorgado por el Ministerio de Educación de Argentina.
Liliana O. Calo
Nació en la ciudad de Bs. As. Historiadora.