Terminó la 47 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), y ninguna de las dos propuestas para la crisis de Venezuela consiguió la mayoría. Ruidoso fracaso del secretario de Relaciones Exteriores de México, defensor incondicional de la política injerencista de Washington.

Bárbara Funes México D.F | @BrbaraFunes3
Jueves 22 de junio de 2017
En el acto de cierre de la Asamblea General de la OEA celebrada en Cancún, Quintana Roo, el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México ratificó que mantendrá su postura aunque el gobierno del presidente Nicolás Maduro se dedique a "agredir verbalmente".
Afirmó que en tanto no cambie "la situación de extrema gravedad que observamos" en Venezuela, "no cambiará la postura de México", codo a codo con Luis Almagro, secretario general de la OEA. Así, los serviles peones de Washington expresaron que la línea de intervención en Venezuela se mantiene.
De esa manera se transforman en defensores de los intereses de las trasnacionales y la derecha venezolana que ansían saquear los recursos del país gobernado por Maduro, quien a su vez ya ha implementado distintas medidas de ajuste contra la clase trabajadora y los sectores populares. Ninguna de las salidas, ni la de la oposición derechista ni la del gobierno de Nicolás Maduro, que se proponen para la crisis venezolana representan los intereses de los trabajadores y el pueblo pobre, como se plantea en esta nota.
No obstante, el bloque continental liderado por México –entre los que está el imperialismo estadounidense (haciendo política entre bambalinas) y algunos de los principales países del continente como Brasil, Argentina, Perú y Colombia– no obtuvo los votos requeridos para imponer la política injerencista de la administración Trump.
Ninguna de las dos propuestas consiguió los votos necesarios para ser aprobada en la OEA. A la propuesta de Washington e impulsada por México se unieron algunos países del Caribe, con lo que llegó a 20 apoyos, tres menos de los necesarios para imponerse.
Ocho países se abstuvieron, entre ellos El Salvador, República Dominicana o Trinidad y Tobago y 5 votaron en contra, como Nicaragua, Bolivia o la isla de San Vicente.
El último punto del texto impulsado por Videgaray fue el más polémico: pide establecer "un grupo u otro mecanismo de facilitación que favorezca el diálogo entre Gobierno y oposición (...) para acompañar y promover la implementación de los compromisos que asuman las partes".
Y mientras tanto, la derecha venezolana hizo este miércoles una llamada directa a las fuerzas armadas para dar una salida militar a la crisis de su país, como se explica acá.
El fracaso de Videgaray, el favorito de Peña
Muy mal parado quedó en la OEA el titular de Relaciones Exteriores de México. Delcy Rodríguez, la canciller venezolana, lo cuestionó sobre los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa así como respecto a la política migratoria.
En el terreno doméstico no le va mejor: la centroizquierda, conformada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y el Partido del Trabajo (PT) se hizo eco de las críticas de Delcy Rodríguez.
Lo cierto es que la elección de Videgaray de ser vocero del gobierno de Trump en la OEA lo debilita como presidenciable para el 2018. Ya en 2016, cuando el magnate era candidato, ser artífice de su visita a México –organizada prácticamente como la de un jefe de Estado– le costó su momentánea salida del gobierno, en el que fungía como secretario de Hacienda y Crédito Público. Un hito en la crisis del gobierno peñanietista.
Peña Nieto, gerente incondicional de Washington
Más allá del reciente fracaso de Videgaray, si algo caracteriza al gobierno de México es ser el bastón incondicional de la administración estadounidense. Su postura a favor de la injerencia en Venezuela es coherente con el mantenimiento y profundización de la militarización que quiere implementar Washington en México y Centroamérica.
Está alineada con la aplicación del Plan Frontera Norte, a petición del demócrata Barack Obama, con el objetivo de impedir que los migrantes centroamericanos atraviesen México para llegar a Estados Unidos.
Peña Nieto inició su sexenio con las reformas estructurales –entre ellas la educativa y la energética, que se sumaron a la laboral, obsequio del panista Felipe Calderón a su sucesor priista-. Todas reformas diseñadas por el imperialismo estadounidense y organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con el objetivo de facilitar a las trasnacionales una nueva fase de saqueo al sur del río Bravo.
En esta reunión de la OEA vimos una profundización de este rol. Lo cual obedece a la intención del gobierno de Peña Nieto, ante el cuestionamiento interno, de obtener mayor respaldo externo y en particular de la administración de Donald Trump. Se muestra que las “diferencias” en torno al muro y los arrrebatos “nacionales” de Peña Nieto en “defensa” de los migrantes eran sólo una pose, ya que su principal interés es aparecer cada vez más disciplinado a los intereses de Estados Unidos.
Ahora, Videgaray y Peña buscan servir a su amo del norte abriendo la puerta a la intervención imperialista en Venezuela, para que las trasnacionales puedan acceder al Arco Minero del Orinoco y sus reservas de petróleo, gas y minerales.
Ése es el rol reaccionario que juegan como vanguardia de la ofensiva imperialista estadounidense contra América Latina.