Gustavo Cordera intenta una disculpa en su cuenta de Facebook, luego de sus repudiables declaraciones en la escuela de periodismo TEA.
Miércoles 17 de agosto de 2016 10:14
El cantante, que la semana pasada estuvo en el ojo de la tormenta por las repudiables declaraciones misóginas en la escuela de periodismo TEA, ensayó un intento de disculpa en su perfil de Facebook.
La carta, desde el comienzo, intenta despegarse, increíblemente, de sus propias declaraciones diciendo que “fui el escenario de una guerra que no me pertenece” y que, con semejantes declaraciones, se había “traicionado a sí mismo” ya que “repudia toda clase de violación”.
Sin embargo, también señaló que la condena sobre él fue más dura, por sus palabras, que la condena a los violadores. Una afirmación poco probable, con la que intentó victimizarse, ante la oleada de repudios que generaron sus declaraciones.
El excantante de la Bersuit insiste en que, en realidad, él no fue el autor de los dichos, sino un personaje (que aparentemente lo poseería en situaciones específicas): “Vi cómo se condena al que dice, al que muestra. Mi estupidez, mi equivocación, mi grosería, mi representación estuvo en manos de mi personaje provocador que activó algo que estaba guardado en muchísima gente...” y, siguiendo en este tónica, remata alegando que “yo no soy el mensaje. Yo soy un canal, como todos los artistas del mundo. Pagamos por ser canales. No me identifico con lo que digo, sólo lo digo.” Para cerrar la idea, el autor no tiene mejor ocurrencia que decir que el artista se confundió con el provocador en un momento en que hay “tanta sensibilidad con el tema violación”. Quizás para el alter ego de Cordera, si hubiera dicho lo mismo unos años atrás, habría estado todo bien.
Luego del divague filosófico, Cordera intenta una maniobra clásica del que no se arrepiente verdaderamente de sus actos, la victimización: “Lo que quisiera que la gente sepa es que cargo con una combustión emocional que me hace frágil ante la mirada de los demás y fácilmente condenable. Pero la condena fue brutal. Pocos cuidan a los artistas, los usamos, vivimos de ellos, disfrutamos de sus obras, pero cuando se equivocan no tenemos piedad de sus errores y equivocaciones por más fuertes que sean”. Todavía, a esta altura de la carta, en ningún momento siquiera intenta explicar por qué cree que estuvo mal lo que dijo.
Ya para el final de la carta, después de todos los intentos de explicar que en realidad él no es él, remata: “Que nadie pelee más en mi nombre (¿Lanata? ¿Pergolini?). Y a quienes quieran encontrarme, búsquenme en las canciones, que ahí está mi corazón”