El periodista y activista Gustavo Pecoraro presentó su libro de poemas “Amor Marica” en Córdoba el pasado 23 de marzo. Compartimos algunas de sus reflexiones.
Lunes 2 de abril de 2018 14:44
El pasado viernes 23 de marzo, el periodista y activista Gustavo Pecoraro presentó en Córdoba su último libro “Amor Marica”. En 12 poemas, el autor constata, según el prólogo de Alejandro Modarelli, “las peripecias del célebre amor romántico” en una época de “exclusiva supremacía obligatoria del goce sexual”.
En un sistema donde la norma heterosexual se sigue imponiendo y quienes nos salimos de esa norma debemos seguir soportando ser el blanco de bromas, insultos y distintos tipos de violencia LGTBIfóbica, hablar de nuestro derecho a amar públicamente, fuera de la oscuridad de un clóset es, cuanto menos, disruptivo.
“Miramos el mundo y podemos contar casi 80 países que criminalizan (incluso con la muerte) las relaciones sexo afectivas entre personas del mismo sexo”, comentó el periodista dando cuenta de cómo la norma heterosexual dominante se sigue imponiendo.
A su vez, esta imposición de la norma no se da solo en la criminalización de esos países. En Argentina también se encontraron códigos de faltas que le servían a la Policía para perseguir y reprimir a las sexualidades disidentes.
“Los maricones que pintamos canas y más de 50 años, hemos vivido una parte de nuestra vida en la clandestinidad de nuestro deseo. Y es por eso que le pongo palabras. Sufrir y disfrutar podía ser cuestión de segundos en una tetera o en un gire en la calle cuando el patrullero aventuraba una coima o un calabozo, según le diera la gana”, señaló el activista.
Según Pecoraro, al mismo tiempo que persiste esta norma sobre nuestras sexualidades, se mantiene un estereotipo de belleza hegemónica impuesta por el propio sistema machista y patriarcal: “entre putos y maricones muy a menudo se condena al viejo o al gordo y esa condena viene desde el propio objeto de deseo con el poder consciente que ese deseo confiere al objeto. Ese rechazo – ese desprecio y condena – también es habitual en relación a la pluma y la virilidad, el activo o el pasivo, el lindo o el feo, el joven o el viejo.”
Por esto, él toma al amor como su medicina: “Una de las medicinas que mejor me ha hecho es creer en el amor como motor. Y cuando digo amor no digo amor perfecto, blanco almidonado de tintorería, puro o normalizado. Hablo de un amor que sigue latiendo dentro mío desde la primera vez que besé a un chico hasta el beso que acabo de dar recién, o el que pretendo dar dentro de un rato.”
El amor marica también puede ser serodiscordante
Sin embargo, Pecoraro no comenzó la presentación del libro hablando de su amor marica, sino sobre algo aún más invisibilizado hoy en día: el amor de quienes vivimos con VIH y su propia vivencia como persona que vive con el virus.
“Tengo Sida. Quiero decir y en honor de la correcta comunicación, que soy una persona viviendo con VIH. Escribir sin latir es tan triste como despedir a un amante de fin de semana al que no verás nunca más en tu vida. Dicho lo cual, comunico que no me siento para nada incómodo de definirme como un puto con VIH. Y si es entre amigos maricones, hasta me apunto a la definición de puto sidoso”, lanzó el autor ante una audiencia que lo escuchaba atentamente.
Vivimos en una sociedad donde nuestro VIH se encuentra invisibilizado y sirve solo para ser estadísticas para los estudios epidemiológicos o nombrándonos cada primero de diciembre. Así, hablar de un amor marica seropositivo rompe de alguna forma con todo esto, con un sistema en el que se nos educa en la discriminación y donde nuestros virus siguen siendo tabú.
“Ha pasado más de veinte años desde que tuve mi resultado de VIH donde daba reactivo y aún sigo experimentando un cierto grado de inconsciencia como aquel día de 1993 cuando abrí el sobre y leí “positivo”. Luego lo doblé, lo guardé en un bolsillo y caminé apresuradamente hasta el cine porno de Once donde le chupé la pija a un pibe que siempre veía en el boliche y jamás me animé a decirle nada”, dijo.
Pecoraro, así como muchas personas, vivieron los primeros años del VIH donde era considerada una “peste rosa” y cuando, como consecuencia de este virus, miles de personas morían. Si bien actualmente con un tratamiento antirretroviral, el VIH se volvió algo crónico con lo cual se puede vivir “normalmente”, se siguen muriendo personas aunque claramente en una cifra mucho menor (1.500 personas en 2017, según la Dirección Nacional de Sida). Esta es una de las razones por las que las organizaciones y activistas seropositivos y seropositivas siguen exigiendo que se encuentre la cura.
“En mi más de medio siglo con VIH he sufrido pérdidas irreparables, he visto sufrir a amigos, amantes y conocidos a una edad que nadie merece ni sufrir ni presenciar esos sufrimientos. He despedido en innumerables velatorios a afectos de todas las clases. He sabido de la desesperanza pero también de la esperanza. He conocido gente de mierda que ha lucrado con la enfermedad de las personas y gente maravillosa que tiene ganada su paz a fuerza de ética, solidaridad y coherencia. Es VIH y podría ser tantas cosas”, afirmó.
“Lo que más rescato es que construí una manera sobre vivir con VIH que me dio resultado. No la aconsejo, no es una receta sanadora o un remedio efectivo. Es mi forma de vivir y seguir viviendo a pesar de la condena que sobre mí y sobre mis pares hubo y hay”, sostuvo.
Luego de la presentación, Gustavo nos señalaba que, desde su punto de vista hay una gran camada de jóvenes que se visibilizan como personas viviendo con VIH y eso es un elemento muy interesante desde hace unos años en nuestro colectivo. “Sigo insistiendo que la visibilidad como personas viviendo con VIH es super importante. Creo que es bastante difícil pero creo que es muy importante. Hay que manejarla políticamente desde un lugar de responsabilidad porque no es solo decirlo y ya está, porque lo dicen en tu grupo de pares. Hay que decirlo y sostenerlo o no decirlo y no sostenerlo porque no es una obligación. Yo lo que creo que sí habría que visibilizar más son las relaciones serodiscordantes.”
Estas relaciones serodiscordantes suceden cuando una de las personas de la relación vive con VIH y la otra no. Según algunos estudios, en estas relaciones sería imposible transmitir el virus si quien vive con el virus lo mantiene indetectable, adhiriendo al tratamiento.
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“En general, las personas viviendo con VIH o somos una estadística o tenemos que formar parte de una agenda de lucha. Somos todo eso, pero fundamentalmente somos las personas que nos levantamos, que tenemos que medicarnos, que por ahí estamos una semana con diarrea o una semana con fiebre. Que tenemos que ocuparnos de nuestros problemas burocráticos en la obra social para hacer tal o cual análisis. Somos eso también. Me parece que la forma mejor de seguir viviendo es lo que en el fondo todos queremos o en el fondo, para eso tratamos de pensarnos como creadores de mundos justos es cuidarnos a nosotros mismos y cuidar a los demás. En ese sentido, creo que el amor también es una palabra que tenemos que volver a apropiarnos. Y volver a amigarnos con esa palabra que significa tanto para el cuidado de las personas. En este caso para el cuidado de las personas que vivimos con VIH”, finalizó.