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Red Internacional
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Cárceles. Hacinamiento en el Reclusorio Oriente de cara a la pandemia de COVID-19

Tanto internos como familiares han reportado posibles casos de COVID-19 en el reclusorio. Supuestamente, habría surgido un brote de coronavirus en el dormitorio 8.

Miércoles 22 de abril de 2020

El Reclusorio Preventivo Varonil Oriente inaugurado en 1976, fue construido para canalizar a la población de la antigua cárcel de Lecumberri y de los reclusorios de las entonces delegaciones Albaro Obregón, Coyoacán y Xochimilco. Tiene capacidad para unas 5,604 personas.

No obstante, según datos de la Subsecretaría de Sistema Penitenciario, actualmente alberga a 8,475 internos, lo que representa más del 35% de sobrepoblación, convirtiéndolo en el centro penitenciario más poblado de los 13 que existen en la Ciudad de México.

El reclusorio cuenta con solo 10 dormitorios, mal ventilados y que no cumplen con los estándares de la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS por sus siglas en inglés), las reglas mínimas para el tratamiento de reclusos, las llamadas “Reglas Nelson Mandela”.

Los confinados viven en hacinamiento, pues en las celdas, donde existen solo seis camas de cemento, llegan a dormir de 10 a 15 personas. En este marco y con la contingencia sanitaria, la población presidiaria es de las más vulnerables, pues medidas como la Sana Distancia son prácticamente imposibles. Asimismo, los insumos higiénicos tales como cubrebocas o gel antibacterial no han sido proporcionados por las autoridades penitenciarias.

Ante la extensión de los casos de COVID-19 en México, las autoridades han realizado medidas totalmente insuficientes. La campaña de Sanitización Profesional de los Centros Penitenciarios de la Ciudad inició el 4 de abril de 2020, casi un mes después de la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), como lo dio a conocer Hazael Ruiz Ortega, titular de la Subsecretaría de Sistema Penitenciario (Boletín 389).

Esta campaña se ha limitado a la desinfectación de las áreas comunes, así como de las áreas de convivencia con familiares; terminando la “desinfección profunda” el 9 de abril (Boletín 391), un tiempo récord, pero que no implica una protección adecuada para los internos pues no se ha informado sobre medidas particulares para ellos.

Recientemente, mediante la presión y un amparo promovido por organizaciones civiles ante el Juez Primero de Distrito en Materia Administrativa, se decretaron medidas de protección a los reclusos, mismas que constan en la implementación de pruebas de COVID-19 así como la ampliación del tiempo de llamadas y la implementación de las vías de comunicación, como las videollamadas.

Sin embargo, tal y como lo denuncian internos y familiares, en plena crisis sanitaria, la corrupción al interior del penal se ha multiplicado, se cobran cuotas de 2 pesos por cubetas de agua y cuesta 30 pesos pasar una botellita de gel antibacterial, en el caso del Reclusorio Oriente. Sin duda esta clase de prácticas demuestran la podredumbre del sistema penitenciario, siendo las cárceles muestra de las conductas más aberrantes e inhumanas de los gobiernos.

Así como en tiempos normales la población y las prácticas barbáricas al interior de los reclusorios son invisibilizadas, ahora en tiempos de crisis los excluidos de la sociedad pueden ser los primeros en ser sacrificados por las fallas del sistema.

Es evidente que si los servicios de salud a nivel nacional no están preparados para hacer frente a la crisis, los servicios de salud al interior de los reclusorios, de por sí casi inexistentes, no serán capaces de contener un brote de COVID-19.

De la misma forma en que es más fácil al gobierno no investigar las continuas violaciones a los Derechos Humanos que existen dentro de los centros de reclusión, lo más probable es que traten de mantener en secreto una posible propagación del coronavirus, para no alarmar a la población, a costa de la salud e integridad de los internos y sus familiares.

Ya desde el 20 de abril de 2020, tanto internos como familiares han reportado posibles casos de COVID-19 en los reclusorios, siendo el Reclusorio Oriente donde, supuestamente, ha surgido un brote de coronavirus en el dormitorio 8, en el cual sospechosos y las personas saludables siguen compartiendo espacios.

Los internos han manifestado que las autoridades han aislado al dormitorio, pero no les han dado información. Incluso se han tomado medidas que van contra las protecciones otorgadas, como reducir el horario de contacto con el exterior los días domingo de 10 a 17 horas.

Toda una muestra de la inhumanidad con la que este sistema social trata a las personas, donde se priorizan intereses económicos y políticos por sobre la vida humana.