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Red Internacional
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México

#GASOLINAZO #PEMEX. ¡Hay que poner a Pemex bajo control obrero!

La forma de operar de una empresa paraestatal o pública bajo el capitalismo se da con un alto grado de corrupción y fraudes de los funcionarios del estado al servicio del conjunto de la clase empresarial, que se beneficia de la forma en que se gestionan las empresas y organismos estatales. Para que una empresa nacionalizada funcione en provecho de todos debe operar de otra forma: con el control y la gestión democrática de sus trabajadores.

Viernes 3 de febrero de 2017

Como objetivo de los planes de privatización y entrega a las transnacionales extranjeras de la industria estatal como es el caso de Pemex, los gobiernos neoliberales y la prensa de derecha acusan a las empresas estatales de no ser eficientes, de operar con pérdidas y con el fin de plantear a la opinión pública que la mejor salida ante este escenario es privatizarlas. Argumentando que la entrada de inversión privada o la privatización abierta traería consigo mejoras en la productividad y competitividad, terminaría con la corrupción y sería benéfico para los consumidores. Todo esto es falso.

Las empresas paraestatales son quebradas a propósito

Una empresa pública debiera tener una labor social en beneficio de toda la población, pero esto no es así. En lugar de funcionar cubriendo los costos de operación con el objetivo de brindar un bien o un servicio a la población, redirecciona gran parte de sus ganancias al presupuesto estatal, desde donde se subsidia a los empresarios o “inversionistas” con amplios créditos baratos, obras de infraestructura en función de las necesidades de las fábricas y empresas de éstos, mientras se mantiene una evasión simulada o abierta de impuestos sobre sus enormes ganancias. En el estado capitalista, los trabajadores y el pueblo pobre difícilmente ven llegar a sus bolsillos los beneficios de tales empresas.

Para este fin es que al frente de estas empresas se encuentran funcionarios burócratas del gobierno o de partidos políticos empresariales que desvían y despilfarran los recursos del país. Por ello, el funcionamiento de las empresas públicas, en efecto, en muchas ocasiones es con números rojos debido a la administración fraudulenta de las mismas, como paso previo para vender una empresa o privatizar un sector de la economía, haciendo lo necesario para que se vaya a la quiebra. Ya sea dejando de invertir, reduciendo presupuesto o tolerando y alentando la corrupción o la negligencia. De esta forma en determinado momento ante la opinión pública presentan a determinada empresa como un lastre y como una salvación su privatización.

El caso de Pemex no es la excepción, y lo han hecho también con las telecomunicaciones, la electricidad y apuntan hacia la salud y la educación. Lo que oculta esta visión “modernizadora” es que cuando se privatiza un sector, al buscar una ganancia el capitalista que invierte, aumentan los costos y millones pueden quedarse sin la capacidad de acceder a determinado bien o servicio. Además de entregarlas con el menor costo laboral posible, sin reconocimiento de las conquistas de los Contratos Colectivos de Trabajo (CCT) y haciendo grandes recortes a la plantilla laboral.

En Pemex, por otro lado, se da el colmo del cinismo de este régimen al servicio de los empresarios, Romero Deschamps es el burócrata al frente del sindicato, senador priista que ha avalado la Reforma Energética y que se ha visto envuelto en enormes escándalos de corrupción y de desvío de dinero y quien está a cargo de avalar en imponer la estrategia privatizadora del régimen y los voraces capitalistas sobre los trabajadores "que representa".

La administración democrática y el control obrero

Los trabajadores organizados de forma democrática pueden perfectamente hacerse cargo de la gestión de una empresa pública. Son ellos quienes conocen el funcionamiento de la misma y sus principales problemas. Para llegar a esto, una tarea primordial será recuperar el sindicato de manos de la burocracia charra.

En el caso de Pemex el control obrero de la producción implicaría que las decisiones de inversión y mantenimiento pasen por discusiones democráticas de delegados de los trabajadores. Ellos sabrán darse sus propias formas de organización, para elegir delegados y organizar sus asambleas.

Sea de una plataforma petrolera o de departamentos administrativos, cada determinado número de trabajadores se podría elegir un representante para asistir a asambleas periódicas donde se discute la situación de la empresa.

Con pleno acceso a los libros de contabilidad de la empresa, una asamblea de delegados de trabajadores podría discutir y acordar resoluciones para mejorar la forma de operar de PEMEX.

Pemex bajo control de sus trabajadores (y ya no de los funcionarios al servicio del estado capitalista) tendría que ser asesorada de especialistas de universidades públicas, que discutan en común con los trabajadores operativos, técnicos e ingenieros los problemas de la empresa y posibles soluciones.

Nacionalización, control y gobierno obrero

A la par es muy importante considerar que la inversión en desarrollo tecnológico de la empresa sería algo fundamental. Una empresa nacionalizada bajo control obrero, no busca ganancias por lo que su funcionamiento sería social. Su rol sería aportar a la sociedad, cubrir sus costos y lograr condiciones de trabajo dignas para sus trabajadores, por ejemplo reduciendo las jornadas de trabajo y contratando más personal, así se lograría tiempo para involucrarse en la gestión.

Una tarea fundamental hoy es renacionalizar todas las areas entregadas al capital privado, de forma abierta o encubierta, y poner la empresa a funcionar bajo control de sus trabajadores.

La lucha por esta perspectiva está indisolublemente ligada a la lucha por un gobierno de los trabajadores y por un estado de nuevo tipo, sin explotadores ni explotados.

Sólo con un gobierno ejercido por la clase trabajadora en alianza con el pueblo pobre se puede pensar en el desarrollo de la ciencia al servicio de las inmensas mayorías, en el caso del petróleo, la innovación científica y tecnológica, no se tendría que quedar solo en lo que hace a la industria petrolera, sino que habría que invertir tanto como sea necesario en buscar otras formas de satisfacer la demanda de combustibles del conjunto de la industria, desarrollando en las universidades la ciencia al servicio de avanzar a otros tipos de combustibles amigables con la naturaleza y el medio, que el día de hoy no se desarrollan pues la ciencia funciona al servicio de aumentar las ganancias empresariales.

Ante la llegada de Trump y sus ataques la renacionalización de la industria energética y del conjunto de la industria y los servicios estratégicos es una demanda clave, en el camino de una colectiva y democrática bajo el control de los trabajadores.