En Oberá, Misiones, el profesor de química Raúl Bjorklund fue despedido por el pastor que dirige el colegio Emanuel. La represalia fue porque el profesor se casó con su pareja y lo comunicó.
Miércoles 30 de noviembre de 2016
Logo del colegio Emanuel
Raúl Julián Bjorklund, de 32 años, trabajaba como profesor de química desde hacía cinco años en el instituto privado evangélico Emanuel de Oberá, ciudad del centro de la provincia de Misiones. Un instituto que se autopromociona diciendo que busca “la formación integral del niño”.
En octubre Raúl se casó con su pareja y le contó la noticia a las autoridades del colegio. La respuesta de la institución que busca la formación integral fue, nada menos, que el despido del docente.
El propio Bjorklund manifestó que nunca habla de su vida privada, “porque creo que no corresponde. Pero creí que era prudente informarles a las autoridades que me iba a casar. Pensé que me iban a felicitar, nos conocemos hace muchos años pero lo primero que me dijeron era que esto lo teníamos que hablar con el representante legal”.
Acto seguido el pastor que dirige el colegio, Filiberto Irola Calderón, le anunció no sólo que lo desvincularían del puesto sino que le darían la mitad de la indemnización porque él había elegido ser homosexual y se lo merecía, además de ofrecerse a “curarlo”.
La consumación de la represalia homofóbica contra el docente quedó plasmada en el acta de disolución del contrato laboral a la que el profesional se vio obligado a firmar para poder recibir media indemnización. Allí se especifica que la razón del fin del contrato laboral es “la sexualidad de El Profesor” que “no concuerda con el ideario de la institución”.
El docente dijo a la agencia Télam que se vio obligado a firmar el acuerdo, “porque de todas maneras me iban a despedir, ya que era una decisión tomada por las autoridades del instituto”. Sin embargo anunció que recurrirá al Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) de Posadas para denunciar a las autoridades del colegio y exigir su reincorporación a la institución.
Obviamente no es la primera vez que la moral religiosa, sea católica o avangélica, se entromete en la vida privada de las personas al punto de condicionar la situación laboral. Este año se conoció el caso de Carla Rivero, docente de una escuela primaria en Corrientes (provincia de fuerte impronta católica) que fue discriminada por su identidad de género y recibió apercibimientos más notificaciones de un traslado a otra escuela para realizar tareas administrativas. Otro caso emblemático, también ocurrido este año, es el de la trabajadora trans Valentina Pereyra, despedida por el intendente Garro de la Municipalidad de La Plata y reincorporada gracias a meses de resistencia y lucha.
Es evidente que aunque se hayan logrado importantes conquistas como la Ley de Identidad de Género o la Ley del Matrimonio Igualitario, la igualdad real no termina en las leyes, porque día a día muchas personas siguen sufriendo la discriminación cotidiana en lugares de trabajo, estudio y barrios.
La efectiva separación de la Iglesia del Estado fue una de las consignas que se levantaron desde las columnas del PTS y el Frente de Izquierda el último sábado en la XXV marcha del orgullo en la Ciudad de Buenos Aires. Porque es el Estado el que sigue destinando millones y millones para financiar a la reaccionaria Iglesia Católica y da diversos privilegios a otras religiones que históricamente persiguieron y tratan de enfermas a las personas LGBTI e instauran sus valores morales para justificar situaciones como éstas.
Filiberto Irola Calderón, el pastor homofóbico
Redacción
Redacción central La Izquierda Diario