Desde mediados de 1966 los trabajadores y sus familias comienzan a organizarse para defender a la fábrica del cierre.
Viernes 2 de septiembre de 2016
Trabajadores en el Ingenio Santa Lucia- Cortesía Lucia Aguilar.
El ingenio Santa Lucía cerrará sus puertas en agosto de 1968, dos años después de que se implemente el decreto 16926 que dispuso la intervención y cierre de 11 de los 27 ingenios que funcionaban en la provincia. Pero es ya a partir de mediados del año 1966 que los trabajadores nucleados a partir del sindicato, conjuntamente con sus familias, comienzan un proceso de organización ante la situación que se vivía en el ingenio.
Los primeros conflictos van a surgir a partir del reclamo de los meses impagos y del inicio de suspensiones a trabajadores, situación que en los últimos años se había vuelto recurrente. A estos se les sumaria el anuncio del despido de más de 400 trabajadores en diciembre de 1966, a partir del cual la lucha de los trabajadores se profundizaría. Desde ahí inicia un plan de lucha desde el sindicato que abarcó desde la realización de una huelga por tiempo indeterminado, la realización de ollas populares, marchas en el pueblo, y la confluencia en acciones con otros sindicatos de ingenios que también estaban en riesgo de cierre.
En este proceso y que en apoyo a sus maridos se constituye en ese entonces la “Comisión de Movilización de Damas del Sindicato de Santa Lucía”, que estaba a la cabeza de llevar juntos a los trabajadores las medidas adelante y articular con los otros ingenios en lucha. De esta comisión formaba parte Hilda Guerrero de Molina, esposa de un trabajo del ingenio, y una de las mayores activistas de la comisión. Es en una de estas movilizaciones realizada en los primeros días de enero de 1967 que la policía reprime y detiene a varios trabajadores del Ingenio, esta movilización sería el preámbulo del asesinato de la activista Hilda Guerrero de Molina.
El sindicato a la cabeza de la lucha
“Más adelante ahí era el sindicato y ahí se paralizaba todo. Antes las ollas populares se hacían para que la gente vaya a comer (…). Porque la gente no tenía, mucha gente no tenía. Entonces se hacían ollas populares para que gente que no tenía vaya a comer y se juntaban muchísima gente”
Así nos relataba Julio Ahumada, poblador de Santa Lucía como recordaba las ollas populares, marca de las jornadas de resistencia a la intervención y cierre del Ingenio en los años 1966 y 1967. Por esos tiempos tenía unos 13 años, hijo de un trabajador del ingenio, recuerda como su padre –“el Mago”– dirigente participaba de las asambleas y de las reuniones del sindicato, que estaba a la cabeza de la organización de las acciones en contra de las medidas que venía implementando la “Cía. Azucarera Santa Lucía”.
Fotografía en el sindicato del Ingenio Santa Lucia. Cortesía de Lucia Aguilar.
El “Mago” participó de la organización de todas estas luchas y sería dirigente del sindicato de Santa Lucía incluso después del cierre, momento en que muchos trabajadores sostuvieron su militancia dentro del sindicato. Años después bajo el Operativo Independencia sufriría numerosas detenciones por el Ejercito, hasta que después del golpe sería secuestrado nuevamente y hasta el día de hoy continúa desaparecido, como cientos de trabajadores azucareros, en su mayoría dirigentes de los principales sindicatos nucleados en la FOTIA, la Federación Obrera de los Trabajadores de la Industria Azucarera.
Su hijo Julio, al igual que su padre abrazo el camino de la lucha y eso le valió el secuestro por parte de los militares y su paso por numerosos centros clandestinos de la provincia, entre ellos “la Base” instalada en las instalaciones de lo que antiguamente fue el ingenio Santa Lucia. La historia de esta familia se repite en cada uno de los pueblos azucareros donde los trabajadores fueron protagonistas de la lucha por su fuente laboral, que en muchos casos les valió el secuestro, la detención y la desaparición.