La actualidad política en Brasil está atravesada por los debates en torno a la transición del gobierno de Bolsonaro a Lula. Todo en el marco de cuatro días intensos con actos golpistas y bloqueos bolsonaristas exigiendo la intervención militar en el país.
Lunes 7 de noviembre de 2022 15:42
El vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, fue elegido por Lula para liderar la transición de un gobierno a otro. Junto al ex tucáno [NdT: como se conoce a los integrantes del derechista partido PSDB], la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, y el coordinador del programa de Lula, Aloízio Mercadante, son dos de los principales nombres que integran este equipo. Según Alckmin, el lunes 7 de noviembre se publicarán los 50 nombres previstos por la ley para componer el gobierno de transición. Por otro lado, quien comanda la transición es el Ministro Principal de la Casa Civil, Ciro Nogueira (PP), quien también promueve negociar con el centrão, y Luiz Eduardo Ramos, titular de la Secretaría General de la Presidencia de la República, uno de los nombres que pintan de verde oliva este proceso.
Todos ellos se reunieron este jueves (3) para orientar la transición. Detrás de cuatro paredes, el ambiente era de optimismo, conciliación y colaboración. Mientras que afuera están policías, los militares y la base bolsonarista rabiosos exigiendo que se dé una intervención militar. Una transición rápida, conservadora y llena de incertidumbres.
Según Alckmin, el general Ramos “lo felicitó, le deseó un gran trabajo y se puso a disposición durante este período de transición”. Alckmin también afirmó que el encuentro fue “muy fructífero” y garantizó el mantenimiento de algunos servicios desde aquí hasta la toma de posesión de Lula. Horas antes, el equipo de transición se reunió con el relator de presupuesto 2022, el senador Marcelo Castro (MDB), y prepararon la propuesta de transición de la Propuesta de Reforma Constitucional (PEC) para financiar todo el gasto público en 2023. Esta propuesta consiste básicamente en flexibilizar el techo de gasto para garantizar el monto de R$ 600 de ayuda para el próximo año. Mourão [NdE: antiguo militar y exvicepresidente de Bolsonaro] salió criticando esa decisión en twitter, diciendo que el futuro gobierno de Lula está negociando un “agujero de R$ 200 mil millones, es decir cero compromiso con el equilibrio fiscal”. Como resultado del “aumento de la deuda, la inflación y la devaluación del real”. Al mismo tiempo, las decenas de carreteras obstruidas por los golpistas bolsonaristas han empezado a menguar (sobre todo tras las acciones de los trabajadores, la población y los simpatizantes organizados).
Es decir, la transición no ha sido tan “lenta”, pero está siendo conservadora. Paulo Pimenta (PT-RS), diputado federal que ha sido parte importante del equipo de transición, subrayó que la PEC de transición “no se ocupará de la RP-9 [acrónimo de presupuesto secreto]” en este momento , indicando una vez más que la transición promete un carácter conservador y sugiere que el gobierno de Lula no tiende a atacar el esquema que apoyó a Bolsonaro en el Congreso Nacional. La presencia de Ciro Nogueira como líder en esta transición apunta al mismo sentido de conciliación y armonía entre el gobierno electo y la base parlamentaria que gobernó junto a Bolsonaro, quien aplicó reformas neoliberales y ha venido asolando el país. Pimenta dijo que discutirá el presupuesto secreto con Lira, Pacheco y los líderes políticos en un “momento oportuno”.
Detrás de escena, Lula busca a los partidos más pequeños pertenecientes al Centrão como el PSD de Kassab, União Brasil (DEM y PSL) y MDB ,para expandir su futura base en la cámara. Probablemente veremos nombres del calibre de Pérsio Arida, el neoliberal Arminio Fraga y otros, para componer esta transición y señalar a los bancos y al mercado que sus negocios no se verán afectados. Además, de garantizar la gobernabilidad con la misma gente que gobernó con Bolsonaro.
La fuerza del bolsonarismo expresada en las calles de esta fiesta de muertos sirvió también para aumentar la factura que los partidos de derecha le pasarán al gobierno de Lula. Esta entrevista con Kassab, por ejemplo, en la que el líder del PSD propone devolver a Pacheco a la presidencia del Senado, apunta en ese sentido.
De nada sirve confiar en este Congreso reaccionario, en los militares, en la justicia o en los partidos de derecha y figuras neoliberales. Fue por el apoyo en estos mismos sectores que se allanó el camino del golpe de 2016 y se pudo llevar a cabo sin grandes resistencias. Por el contrario, cuando la clase trabajadora se levantó como fuerza autoorganizada, como en 2017 contra la reforma del bienestar, fuimos capaces de parar un ataque que había sido desatado por todo el régimen. De ahí la necesidad de contar con la fuerza de la clase trabajadora para combatir al bolsonarismo, a la ultraderecha, al golpismo, que hoy desfila por las carreteras y cuarteles del país, vinculando esta lucha a la lucha por la derogación de las reformas neoliberales y también en defensa de las reivindicaciones más sentidas por la población. Los simpatizantes, los trabajadores y la población que han ido sacando a los bolsonaristas fuera de las carreteras muestran un camino a seguir. La cuestión ahora es organizar a la clase obrera para enfrentar a estos sectores y marcar un camino que haga pagar la crisis a los capitalistas.