Después del Foro de Inversiones y Negocios que trajo al país a renombrados empresarios internacionales, Macri participó en Nueva York de un evento organizado por el Financial Time. Recibió apoyo, pero pocas promesas de inversiones.
Esteban Mercatante @EMercatante
Viernes 23 de septiembre de 2016
Seguramente nada exponga de forma más elocuente el contraste entre el espaldarazo público que viene recibiendo el gobierno de Mauricio Macri por parte de los empresarios, y la dificultad para que esto se traduzca en nuevas inversiones, que los datos reflejados por la página principal del ministerio de Economía. Cuando se ingresa allí, un contador muestra la cantidad de dólares que suman las inversiones anunciadas por inversores en lo que va del año. Se trata de promesas, que en muchos casos consisten en volver a repetir anuncios realizados en 2015 (o incluso antes). A pesar de esto, que contribuye a inflar el número, el contador está hace semanas clavado en 32 mil millones de dólares. Cifra que palidece antes los 110 mil millones de dólares que debería desembolsar anualmente el sector privado (entre inversiones nuevas y reposiciones de capital amortizado) para lograr un crecimiento sostenido, según estima la consultora Abeceb. Ante los relevamientos de consultoras que ponen de relieve una inversión que viene en caída (Ferreres registró una disminución de 9,6 % en julio), estos anuncios de nuevos proyectos no alcanzan ni para compensar lo perdido.
El Foro de Inversiones, con todas la “posibilidades de inversión” que dejó según diversos funcionarios (posibilidades que un informe no publicado de la Agencia de Inversiones cifra en nada menos que 250 mil millones de dólares), no parece haber sumado ni un centavo a dicho conteo. Nadie se atrevió a “sincerar” con estas promesas actualizando el dato que informa Economía, lo cual sugiere que serían más vaporosas incluso de lo es esa “garúa” de inversiones.
El último capítulo de estas promesas se dio en el marco del evento Investing in the new Argentina, organizado por el Financial Times el pasado lunes en Nueva York, del que participó el presidente Mauricio Macri. Allí el vicepresidente de General Electric (GE), John Rice, anunció que la firma desembolsará 10 mil millones de dólares durante los próximos 10 años en el país. No indicó cuando esto ocurriría.
El motivo de fondo para el contraste entre el entusiasmo manifestado públicamente por numerosos popes empresarios, y la parsimonia para concretar anuncios significativos, está en las dudas que todavía genera la política económica. No sólo por la cuestión de la gobernabilidad, que ya es un motivo para posponer hasta después de octubre de 2017 proyectos de gran envergadura, como anticiparon varios analistas que ocurrirá a pesar del clima generado por el Foro de Inversiones y Negocios.
En el fondo están las inconsistencias –desde la mirada capitalista– en las que cambiemos viene incurriendo en su política económica, reflejadas en el proyecto de presupuesto para 2017. Como hemos señalado en este diario, el shock económico que descargó el gobierno sobre los trabajadores y los sectores populares, creando beneficios para la clase empresaria que se tradujeron en transferencias por más de 25 mil millones de dólares en beneficio de esta última, resulta sin embargo gradualista para las expectativas de amplios sectores de la burguesía. Por eso los reclamos de empresarios y “especialistas” económicos sobre la insuficiencia del recorte fiscal, y el alerta sobre los riesgos de compensar esto con endeudamiento.
El motivo de estas quejas es claro: si se demora el recorte del déficit, se hace más complicado bajar impuestos a los empresarios, que es lo que pretenden para que el costo de la administración pública les resulte más “barato”. Esto tiene consecuencias muy concretas, que ya abrieron una “grieta” con las patronales agrarias, molestas porque el gobierno hizo saber que no les concedería los cinco puntos porcentuales de disminución en las retenciones a la soja comprometidas para este año. A pesar de que los precios internacionales del poroto y la ecuación cambiaria ofrecen un excelente negocio, la voracidad del agropower exige que se cumpla a rajatabla con la hoja de ruta para eliminar el impuesto.
El gobierno pretende, como afirmó Carlos Pagni en una entrevista realizada por este diario, poner en el centro de la escena al inversor. “Que a los empresarios les vaya bien, es bueno para el país”, es el leitmotiv repetido hasta el hartazgo en el “mini Davos”. Todo eso está muy bien, pero la política económica no termina de acompañar, al menos para el gusto de una clase empresaria (nacional y extranjera) que pone la vara muy alta en términos de los beneficios extraordinarios que reclama para invertir en el país (bastante más de lo que pueda conseguirse en otras latitudes).
No sorprende, entonces, que los dueños del capital sigan privilegiando aprovechar las jugosas ganancias que pueden hacerse con tasas de interés que siguen muy altas gracias a las decisiones del Presidente del Banco Central Federico Sturzenegger (que las bajó a 26,75% el martes último), antes que realizar cualquier inversión “real”, de esas que tanto espera el gobierno.
Fuera del agronegocio, la energía, y las inversiones para aprovechar la obra pública, para el resto el proponóstico de garúa se mantiene, a pesar del ritmo frenético del roadshow de Macri.