Ideas de izquierda

Armas de la critica

SEMANARIO

Irán y la liberación palestina

Samuel Karlin

DEBATES

Irán y la liberación palestina

Samuel Karlin

Ideas de Izquierda

Este artículo fue publicado originalmente en inglés el pasado 17 de junio en Left Voice, parte de la red internacional de La Izquierda Diario en Estados Unidos. Un sector del movimiento internacional por la liberación de Palestina ve a Irán y al Eje de la Resistencia como una fuerza militar interesada en liberar a Palestina y derrotar al imperialismo. Debemos tener claro el carácter de clase del régimen iraní, su papel real en la región y el poder que tiene la clase obrera de la zona para conquistar la liberación nacional.

Tras la muerte del presidente iraní Ebrahim Raisi, el régimen de Irán convocó cinco días de luto. Aunque el levantamiento feminista del país en 2022 y la participación históricamente baja en sus elecciones parlamentarias de marzo demuestran que el régimen es ampliamente detestado por la sociedad iraní, miles de personas siguieron movilizándose para llorar la muerte de Raisi. El apoyo al presidente fue aún mayor en las redes sociales, en gran parte debido a la forma en que el régimen iraní, durante los últimos meses, se ha presentado como un poderoso defensor de la causa palestina.

El movimiento por Palestina ha sacudido los cimientos de la política internacional, ha inspirado a la juventud de los países imperialistas a levantarse y siempre ha ocupado un lugar importante en el corazón de la gente en todo Oriente Medio, que ve en Palestina sus propias luchas contra la dominación imperialista. La idea sostenida por algunos en el movimiento, que la muerte de Raisi sería la pérdida de un supuesto campeón del antiimperialismo y de la causa palestina, muestra cómo el régimen iraní está utilizando el justo movimiento contra el genocidio de Gaza respaldado por Israel para consolidar su influencia ideológica sobre quienes luchan por la liberación palestina.

El peso político e ideológico del régimen se viene gestando desde hace décadas. En el centro se encuentra la posición única de Irán como potencia regional en Oriente Medio que ostenta un gran aparato militar, heredado del antiguo régimen del Sha respaldado por Estados Unidos. Con esta fuerza militar, ha sido capaz de consolidar un “Eje de la Resistencia”, la alianza de varios grupos militantes y de regímenes surgidos de los movimientos contra las brutales intervenciones de Estados Unidos e Israel en Oriente Medio.

Dados los horrores que Estados Unidos e Israel han estado perpetrando contra los palestinos en estos últimos ocho meses, sumado a los 76 años de limpieza étnica de Palestina antes de eso, es comprensible que haya gente dispuesta a creer que una alianza militar con poder en la región esté dispuesta a luchar por el fin de la opresión de los palestinos. El movimiento por Palestina debe defender inequívocamente el derecho de los palestinos y otras víctimas de la agresión imperialista en la región –yemeníes, iraníes, libaneses y otros– a defenderse militarmente y luchar por la retirada de las fuerzas estadounidenses de Oriente Medio, el fin inmediato de la ofensiva israelí en Gaza y el fin de la ocupación sionista en toda la Palestina histórica. Pero es un error creer que Irán y los grupos que componen su Eje de la Resistencia emprenden acciones militares por algún otro motivo que no sea el de consolidar su propia emergencia como un bloque capitalista rival con centro en Irán dentro del propio sistema imperialista que está en la raíz de la opresión de Palestina.

Como dice Jimena Vergara en su artículo La liberación palestina y la revolución permanente:

Encontrar un camino victorioso para la emancipación de los palestinos requiere entender cómo estas colosales fuerzas sociales –internacionales, regionales y locales– están colisionando y que dinámica de clase se está expresando en el marco del genocidio en Gaza. Esto con el objetivo de construir una estrategia para la liberación palestina que sepa identificar amigos de enemigos estableciendo un puente entre la urgente autodeterminación del pueblo Palestino con la revolución socialista en la región.

Esto incluye tener una clara comprensión de qué intereses de clase representan Irán y el Eje de la Resistencia, y cómo su carácter de clase moldea y limita el papel que pueden desempeñar en la lucha contra los sistemas y fuerzas en Oriente Medio que continúan la opresión de los palestinos y la violencia imperialista contra la clase obrera y las masas de la región.

El surgimiento de Irán como potencia regional

El surgimiento del Eje de la Resistencia como una alianza ostensiblemente “antiimperialista” centrada en torno a Irán solo puede entenderse por los fracasos de otros movimientos en Oriente Medio que prometieron liberar a la región del imperialismo. Tanto el “comunismo” estalinista como el nacionalismo laico panárabe se desarrollaron como movimientos en la zona a lo largo del siglo XX, pero traicionaron a la clase obrera de la región.

A principios del siglo pasado, los grandes imperios que habían dominado sobre Oriente Próximo estaban en decadencia. Esta situación se vio acelerada por la Primera Guerra Mundial y el fin del Imperio Otomano. Como consecuencia, en la región empezaron a surgir nuevas formas de pensar, y entre ellas aparecieron las aspiraciones de la democracia burguesa y las ideas comunistas. Las masas de toda la región empezaban a vislumbrar su propia capacidad para desarrollar la región libre del feudalismo, el colonialismo y la dominación imperialista extranjera.

La victoria de la Revolución Rusa en 1917 permitió que la ideología comunista ganara mucho prestigio entre las naciones oprimidas del mundo como faro para la lucha por la liberación nacional, derrocando el yugo del colonialismo. Vladímir Lenin y León Trotsky, como líderes revolucionarios de la Unión Soviética, hicieron que esta diera gran importancia al internacionalismo y que promoviera la lucha internacional por la toma del poder por la clase obrera y el desarrollo del socialismo. Con esta idea organizaron la Internacional Comunista para desarrollar la revolución internacional, y organizaron un Congreso de los Pueblos del Este en 1920. A la conferencia asistieron representantes de culturas y etnias de todo Oriente Medio y Extremo Oriente, quienes debatieron cómo hacer que la revolución comunista avanzara en sus regiones.

A pesar de su promesa inicial, y del peso que tuvo en toda la clase obrera emergente de Oriente Próximo, el movimiento comunista de la región fue distorsionado en gran medida por la dirección falsa y contrarrevolucionaria de Stalin, quien se hizo con el poder en la Unión Soviética tras la muerte de Lenin y abandonó el proyecto de la revolución internacional por uno de diplomacia con las potencias imperialistas. Como resultado de este cambio enorme en la Unión Soviética y su relación con los partidos comunistas de todo el mundo, Stalin desempeñó un papel clave en el establecimiento del Estado de Israel. Además, Stalin se empeñó en mantener divididos a los movimientos obreros judíos y palestinos y llevó a los partidos comunistas de toda la región a que subordinaran las organizaciones obreras a las alianzas con los capitalistas nacionales de Oriente Medio.

Dado que el comunismo ya no actuaba como el faro que una vez fue para las aspiraciones de los trabajadores de toda la región de derrocar al imperialismo, la principal expresión de este objetivo profundamente arraigado adoptó la forma del movimiento panárabe, encabezado por el presidente Gamal Abdel Nasser en Egipto. Este movimiento planteaba que el mundo árabe podía liberarse del imperialismo desarrollando su propio modelo de capitalismo y conquistando una cuota de soberanía dentro del sistema imperialista mundial. Pero al negarse a enfrentarse directamente al sistema capitalista, que es la raíz de la opresión imperialista, y al difuminar las divisiones de clase que seguían existiendo en todo Oriente Medio, estos proyectos nacionalistas burgueses, y el estalinismo que los respaldaba de forma oportunista, prepararon el terreno para una ofensiva imperialista de Estados Unidos. Uno de los ataques más importantes de este periodo fue el golpe de la CIA de 1953, que sustituyó al popular primer ministro iraní Mohammad Mossadegh por el brutal régimen del sha Mohammad Reza Pahlavi. El último clavo en el ataúd del movimiento panárabe fue la Guerra de los Seis Días de 1967 entre Israel y Jordania, Siria y Egipto. Al final, Israel se apoderó de Cisjordania, los Altos del Golán y la Franja de Gaza, reforzando el proyecto colonial sionista y desacreditando políticamente a Nasser y a otros dirigentes burgueses árabes en cuanto a su capacidad de liberarse del yugo del imperialismo.

Sin embargo, esta aspiración a la liberación entre la clase obrera de Oriente Medio también llegaría a expresarse a través de la Revolución Iraní que derrocó al régimen del Sha. Como escribió Maryam Alaniz experta en Irán y miembro de Left Voice, no se trató simplemente de una “revolución islámica”, como la presenta el actual régimen iraní. La Revolución iraní tuvo distintos partícipes de diferentes clases y fracciones, todos compartiendo el odio al Sha. De hecho, fue la clase obrera la que desempeñó un papel decisivo en la victoria de la revolución, con los trabajadores del petróleo organizando una huelga general que asestó el golpe final al régimen. Los trabajadores se organizaron en consejos obreros llamados “shoras” que, de forma similar a los soviets en la Rusia de 1917, tenían la simiente del doble poder.

Esta inmensa rebelión de la clase obrera sería aplastada por una contrarrevolución despiadada. El ala derecha de la revolución, el movimiento chiíta dirigido por el ayatolá Ruhollah Jomeini, masacraría a los trabajadores y se haría con el poder. Este movimiento estaba formado por la burguesía tradicional del país y sectores de la pequeñoburguesía que pretendían mantener sus propios privilegios económicos, que habían sido atacados por las políticas económicas proimperialistas del sha. Jomeini consolidaría su poder masacrando a las fuerzas más laicas, comunistas y obreras de la revolución. Estados Unidos, temiendo igualmente el poder de los “shoras”, ayudó a Jomeini a consolidar su poder alimentando la guerra entre Irán e Irak, armando a ambos bandos del conflicto. Esto permitió a Jomeini justificar su despiadada supresión de las fracciones más revolucionarias de la oposición con el pretexto de la unidad en tiempos de guerra.

Irán salió de la guerra más débil y subordinado al imperialismo, pero el régimen de Jomeini salió fortalecido a nivel nacional. La toma del poder por parte de la clase obrera iraní podría haber asestado un golpe al imperialismo y desencadenado una oleada de lucha de clases en toda la región cerrando el paso al capitalismo, en particular en cuanto a la producción de petróleo, que era de interés estratégico para el imperialismo.

El verdadero comunismo no logró resurgir de las distorsiones del estalinismo, y ante la incapacidad del nacionalismo panárabe de abordar las contradicciones de la opresión imperialista en Oriente Próximo, Jomeini logró que el Islam político se presente como un nuevo modelo para construir un consenso nacional. Este proyecto pretendía responder a las contradicciones de la sociedad iraní uniendo a obreros, campesinos y capitalistas en torno a una identidad nacional basada en una forma de Islam muy derechista y opresiva, legitimada por el enfrentamiento del régimen teocrático con el imperialismo estadounidense y el sionismo. Jomeini también heredó el enorme aparato militar que el sha había desarrollado con el apoyo de Estados Unidos, así como una industria petrolera desarrollada e inmensos recursos, lo que le proporcionó ventajas materiales militares y económicas de las que muchos países de la región no pueden presumir.

Tras la Revolución iraní, comenzarían a surgir nuevas fuerzas que pretendían impulsar sus propios proyectos teocráticos. Estas se inspiraron en el nuevo régimen islámico de Irán y a menudo recibieron su apoyo financiero y militar. Al igual que el régimen de Jomeini, estas nuevas corrientes se montaban, generalmente, sobre la base del odio popular y la resistencia a la intervención estadounidense en Oriente Próximo y al papel de Israel como perro de presa del imperialismo estadounidense y opresor del pueblo palestino. Lo vemos en Hezbolá, la fuerza militar de Líbano que Irán contribuyó a crear y que logró una histórica victoria militar contra Israel en 2006. Lo vemos en Hamás, que ganó las elecciones en Gaza en 2006 al continuar la promesa de la resistencia militar a Israel después de que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), de carácter laico, negociara una “solución de dos Estados” con Israel mediante los Acuerdos de Oslo. Irán consolidaría aún más su influencia material sobre diversos grupos que surgirían de la crisis de las derrotas del imperialismo estadounidense en la Guerra contra el Terrorismo, así como de las derrotas de los levantamientos de la clase obrera que conformaron la Primavera Árabe, en la que el imperialismo occidental y las potencias regionales, incluido Irán, intervinieron para aplastar los movimientos de la clase obrera contra los regímenes antiobreros en Túnez, Egipto, Siria y Libia.

Ahora, frente a un movimiento mundial contra el genocidio de Israel en Gaza respaldado por Estados Unidos, Irán ha utilizado la debilidad del Estado sionista para consolidar militarmente el bloque de fuerzas militantes antiisraelíes y antiestadounidenses en la región.

Irán en el tablero mundial

Aún con una somera mirada sobre el rol de Irán en la región, es claro que sus acciones militares no tienen nada que ver con un compromiso con la liberación palestina. Por el contrario, tiene todo que ver con el fortalecimiento del régimen iraní a partir de una contrarrevolución pequeñoburguesa contra la resistencia de la clase obrera al imperialismo, y este régimen aspira a incrementar su propio poder como fuerza capitalista en Oriente Medio. Aunque Irán sigue económicamente aislado y sometido a aplastantes sanciones del imperialismo estadounidense, el país tiene una de las mayores economías de Oriente Medio y el Norte de África. Aunque son los trabajadores de Irán los que producen la riqueza del país, el iraní medio subsiste con solo entre 150 y 300 dólares al mes. Mientras tanto, Jomenei se asienta sobre un imperio empresarial valorado en decenas de miles de millones, actuando esencialmente como un terrateniente que cobra rentas de cientos de propiedades.

El régimen tiene claramente la visión de expandir Irán como potencia capitalista, especialmente ahora que está surgiendo un nuevo bloque liderado por China y Rusia para desafiar el dominio estadounidense. Irán es miembro de la Organización de Cooperación de Shanghai, una de las principales instituciones creadas por China para desarrollar su influencia económica, diplomática y militar más allá de su región inmediata. Y recientemente Irán se ha unido al BRICS, que ha surgido como la principal institución con la que China, Rusia y las potencias regionales más importantes del mundo están construyendo un marco económico para competir más eficazmente con las potencias imperialistas establecidas. Irán también ha realizado maniobras militares conjuntas de alto nivel con China y Rusia en Oriente Medio, China es desde hace tiempo el mayor socio comercial de Irán, y este último ha proporcionado a Rusia miles de aviones no tripulados utilizados en Ucrania. De este modo, Irán está actuando como el principal punto de apoyo para que el bloque China-Rusia avance en Oriente Medio en el contexto de una confrontación capitalista que amenaza con escalar hasta convertirse en un enfrentamiento militar de proporciones internacionales.

Mientras Irán desarrolla su posición como potencia capitalista en Oriente Medio, el régimen mantiene sus intereses como hacen todas las burguesías, mediante la supresión ideológica y a veces violenta de la lucha de clases. Para garantizar que no se cuestionen sus intereses de clase, los capitalistas del régimen iraní se basan en la división de la clase obrera y la mantienen mediante la opresión de las mujeres, las personas LGBTQ+ y las minorías religiosas y étnicas. Y como han demostrado a lo largo de la historia, aplastarán violentamente cualquier movimiento de la izquierda y de la clase obrera que surja e intente establecer la lucha de clases en el orden del día.

Además, el régimen no tiene ningún problema en transigir con el imperialismo cuando ello sirve a sus intereses. Esta es la razón por la que, a pesar de todas las ilusiones de que Irán está luchando para liberar a Palestina y poner fin al imperialismo estadounidense, se ha abstenido una y otra vez de volcar su peso detrás de la causa palestina. Esto quedó claro un mes después de comenzado el ataque de Israel cuando Hassan Nasrallah, líder de Hezbolá –posiblemente el grupo del Eje de la Resistencia más estrechamente alineado con el régimen iraní– en su primer discurso sobre el genocidio señaló la moderación de Hezbolá e Irán. Como escribió entonces Julien Anchaing, de Révolution Permanente:

Desde que se unió al gobierno libanés en 2008, la relación de Hezbollah con su base ha evolucionado, ya que la organización se ha convertido en un verdadero árbitro del sistema político libanés. Su imagen ha pasado de la de un partido de resistencia que lucha contra el colonialismo israelí a la de un partido político con un proyecto teocrático interno y una estrategia regional alineada con la agenda iraní, relegando la cuestión palestina a un segundo plano de sus prioridades.

Anchaing continúa explicando que es una contradicción que Hezbolá no asuma la causa palestina de forma más combativa, cuando la clase obrera y las clases oprimidas de Oriente Medio se han movilizado en Líbano, Jordania, Egipto y en toda la región contra la pasividad, o incluso la complicidad, de los regímenes en la campaña de Israel. Es esta indignación popular desde abajo la que explica por qué Hezbolá y otros grupos que componen el Eje de la Resistencia han tenido que emprender algunas acciones militares aquí y allá, al tiempo que, en última instancia, han señalado a Estados Unidos que su preferencia es negociar en pos de la estabilidad regional, incluso a expensas de los palestinos. Esto, unido al hecho de que Israel sigue actuando con beligerancia contra Irán y sus demás adversarios, obliga al régimen iraní a responder con más fuerza que la que desearía.

Y aunque otros grupos de la alianza, sobre todo Ansar Allah (los rebeldes hutíes) y Hamás, pueden hacer más para enfrentarse militarmente a Israel y Estados Unidos, tampoco son políticamente independientes, sino que dependen del apoyo del régimen iraní y de otros Estados capitalistas como Qatar. Esto significa que también están sujetos a los límites de sus intereses de clase, y su visión de una “Palestina libre” es la posible dentro del marco de un sistema imperialista. Estos grupos defienden fundamentalmente los Estados teocráticos burgueses como única alternativa al imperialismo occidental. Incluso Hamás ya promueve un marco de “dos Estados” en el que ellos gobernarían un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967, dejando el resto a Israel. En realidad, esto sitúa a Hamás muy a la derecha del movimiento por Palestina, que en gran medida rechaza los dos Estados, por no mencionar que estos grupos del Eje de la Resistencia también prevén la “independencia” en forma de Estados teocráticos que se basados en la división de clases y la opresión de las mujeres y las minorías.

El intento de Estados Unidos de mantener su posición imperialista, así como el papel de Irán que busca consolidar Oriente Medio detrás de sí mismo y en alianza con China, solo amenaza con arrastrar a la clase obrera de la región a más crisis, militarismo y guerra. Mientras que la causa palestina está empoderando a los trabajadores y a las clases oprimidas de todo el mundo para que se levanten contra la brutalidad del imperialismo, los diversos Estados capitalistas utilizan esta lucha para maniobrar y moldear el sistema imperialista a su favor, sin buscar realmente poner fin al brutal sistema. Lo vemos con los regímenes alineados con Estados Unidos en Egipto y Qatar, que actúan como negociadores entre los diversos grupos del Eje de la Resistencia, Israel y Estados Unidos. Lo vemos en otras potencias regionales como Sudáfrica que utilizan las instituciones internacionales del imperialismo para ganarse el favor de las masas comprometidas con la causa palestina. Y lo vemos en el Eje de la Resistencia combatiendo retóricamente, y en algunos casos, militarmente a Estados Unidos e Israel, mientras que en última instancia abogan por un mundo donde el imperialismo siga existiendo y la cuestión de una Palestina libre es secundaria frente al desarrollo del capitalismo teocrático en Irán, Gaza, Líbano, Yemen y en cualquier lugar donde el Eje de la Resistencia pueda hacerse un lugar.

El actual movimiento internacional por Palestina, careciendo de una política socialista, independiente de todos los regímenes capitalistas que maniobran en su propio interés, surgirán nuevos bloques capitalistas a través de la continua opresión, explotación y muerte de la clase obrera y los pueblos oprimidos de Oriente Medio.

La clase obrera puede hacer lo que el Eje de la Resistencia no hará

A pesar de todas sus posturas contra Estados Unidos e Israel, el hecho es que los capitalistas en Irán y sus aliados en toda la región temen un levantamiento popular desde abajo en solidaridad con los palestinos tanto como los capitalistas en los países imperialistas, en los regímenes árabes alineados con Estados Unidos y en el Estado sionista. Por eso el régimen iraní convocó cinco días de luto por Raisi, movilizando a miles de personas, pero apenas ha convocado movilizaciones similares en solidaridad con Palestina a lo largo de ocho meses. Se correría el riesgo de crear una oleada de movilizaciones en toda la región que podría poner en cuestión el papel de todos los Estados burgueses. Después de todo, tanto el régimen iraní como Estados Unidos intervinieron (aunque en diferentes áreas y con diferentes intereses) para aplastar la Primavera Árabe de 2011, que unió a los trabajadores de Oriente Medio en una lucha a través de fronteras y nacionalidades.

Como demostró la Primavera Árabe, la clase obrera de Oriente Próximo y el Norte de África comparte un odio popular a la miseria que sufren dentro del sistema imperialista. Esta unidad en toda la región dio lugar a un levantamiento en Túnez que se extendió rápidamente a Egipto, Libia, Siria y otros lugares, desafiando a los regímenes alineados con Estados Unidos e incluso a los más antagónicos, como el de Bashar al-Assad. La Primavera Árabe incluso condujo brevemente a la apertura del paso fronterizo de Rafah, una hazaña que el régimen de el-Sisi en Egipto se niega a hacer mientras Israel intenta borrar todo rastro de vida en Gaza.

Frente a este levantamiento de 2011 que sacudió desde abajo a toda la región, regímenes capitalistas de todo tipo -desde Estados Unidos a Rusia, pasando por Irán, Turquía y las monarquías del Golfo- intervinieron para fortalecer su propia influencia sobre la región, dando lugar a golpes militares, brutales guerras por procuración y crisis de refugiados que continúan hasta hoy.

El hecho es que los trabajadores de Oriente Medio pueden luchar, e históricamente lo han hecho, por una visión mucho más hermosa y liberadora, lo que significa acabar con el imperialismo y con la opresión en la región. E incluso mientras los Estados capitalistas mantienen a los trabajadores de la zona divididos por nacionalidad, etnia, religión, género, sexualidad, etc., la causa palestina –actuando como una herida abierta de una región dominada durante mucho tiempo por el imperialismo– está demostrando ahora, al igual que la Primavera Árabe, que la lucha por la liberación seguirá uniendo a los trabajadores mientras sus aspiraciones sigan sin ser resueltas por los capitalistas. El movimiento internacional ya está llevando a los trabajadores de Oriente Medio a enfrentarse a los regímenes capitalistas regionales y a romper las divisiones nacionales y sectarias.

Es este apoyo masivo a Palestina de los trabajadores de todo Oriente Medio que producen la riqueza petrolera de los regímenes cómplices, que gestionan los puertos estratégicos y que mantienen en funcionamiento el sistema imperialista, lo que podría volver a unir a los trabajadores de toda la región y desafiar a todos los regímenes que sostienen el sistema imperialista mundial a expensas de los palestinos. Este levantamiento sería aún más poderoso si contara con la ayuda de la clase obrera de los países imperialistas que hacen funcionar este sistema, liderado por Estados Unidos, ya que tienen el poder para detenerlo. Esta es la razón por la que uno de los aspectos más poderosos del actual movimiento por Palestina es la popularidad de la causa en los países imperialistas y la creciente implicación de los movimientos obreros de estos países.

Pero al no tener claros los intereses de clase del Eje de la Resistencia, así como el poder estratégico de la clase obrera de la región, el movimiento internacional por Palestina corre el riesgo de caer en las mismas trampas de colaboración de clase que han impedido una y otra vez a los movimientos de liberación nacional y a las organizaciones de izquierda de Oriente Medio acabar con la dominación imperialista. No debemos repetir la traición del estalinismo, el fracaso del populismo panárabe en resistir al imperialismo y las masacres contrarrevolucionarias que el régimen iraní llevó a cabo contra los trabajadores y los activistas de izquierda que hicieron la revolución iraní.

Una visión socialista de una Palestina verdaderamente libre debe ser lo que guíe al movimiento y explique por qué, aunque estamos por una derrota militar de Israel y Estados Unidos, no debemos capitular defendiendo el programa político y la estrategia del Eje de la Resistencia. Nuestros aliados en la lucha por Palestina deben compartir nuestros intereses de clase, y nuestra visión de una Palestina Libre debe rechazar el imperialismo, la opresión de género, la explotación de clase y la división, “desde el Jordán hasta el Mediterráneo”. Tenemos que tener claro que ni siquiera un Estado palestino es una verdadera liberación si se da bajo la bota de instituciones imperialistas como el FMI o depende de potencias capitalistas más avanzadas, ya estén alineadas con Estados Unidos o con un bloque capitalista rival.

En este espíritu, en lugar de seguir a los regímenes capitalistas que ya auguran traicionar las aspiraciones palestinas de liberación nacional, el movimiento internacional puede plantear la perspectiva de una Palestina laica y socialista en la que puedan convivir trabajadores de todas las procedencias y religiones. Esta Palestina puede ser un faro de la revolución para toda la región y hacer avanzar la lucha por una federación de Estados socialistas en Oriente Medio y el Norte de África, donde se expulse a los capitalistas, y sus guerras y militarismo sean recuerdos lejanos.

Traducción: Guillermo Iturbide


VER TODOS LOS ARTÍCULOS DE ESTA EDICIÓN
COMENTARIOS
CATEGORÍAS

[Irán]   /   [Medio Oriente]   /   [Israel]   /   [Palestina]   /   [Internacional]

Samuel Karlin

Escribe en Left Voice, Estados Unidos.