La hija del presidente estadounidense, virtual primera dama política, juega un rol cada vez menos decorativo en la Casa Blanca. Asesora, confidente, embajadora: otra cara del gobierno de Trump.
Celeste Murillo @rompe_teclas
Domingo 7 de mayo de 2017
Los abusos del presidente, su conducta machista y las denuncias de acoso provocaron repudio y bronca entre las mujeres, porque son entendidos como un gesto de desprecio hacia todas ellas. La presencia de una mujer cercana al presidente puede ayudar a limar los aspectos negativos de su imagen. La descripción anterior encaja perfectamente con el segundo mandato de Bill Clinton, aunque la vorágine que desató el triunfo de Donald Trump, un misógino confeso, haga fácil olvidarlo.
El rol de la primera dama en Estados Unidos es eminentemente político, sobre todo desde Eleanor Roosevelt, esposa de F. D. Roosevelt, que asumió el mando de la “reconstrucción” del imperio después de la crisis económica de 1929. Desde ese momento, las primeras damas jugaron un rol clave con perfiles muy distintos pero siempre funcionales a los intereses de la Casa Blanca. Hoy es la hija del presidente, Ivanka, la que ocupa el cargo de primera dama “política”, ante la renuencia de su esposa Melania a ocupar el puesto.
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Hillary Clinton, primera dama de 1993 a 2001, fue una de las que trascendió su rol y se erigió como símbolo del feminismo liberal, portavoz de su batalla por romper el “techo de cristal” más alto del mundo al disputar la presidencia en 2016. Cargada del dramatismo que le dio la batalla con Trump, su derrota “radicalizó” a las apologistas del feminismo Clinton, pero también encendió señales de alarma sobre la bancarrota de un discurso feminista que hoy es utilizado también por la derecha sin mayores contradicciones.
La hija no reconocida del feminismo neoliberal
Donald Trump despertó la ira de las mujeres y muchos sectores oprimidos por su machismo y su misoginia, expresada a bocajarro sin la corrección política que asfixia a la autodefinida progresía estadounidense. Gran parte de esa ira se expresó en marchas masivas contra sus políticas retrógradas, y otra parte en la irritación que provoca la presencia de su hija en la Casa Blanca.
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Sin pasado feminista, ni siquiera un paso efímero por la militancia política o el activismo, Ivanka Trump se recicló a sí misma incluso antes de la candidatura de su padre. En 2013, relanzó su marca y su imagen: a la sombra del feminismo liberal, nació “Women Who Work” (Mujeres que trabajan) que trascendió su empresa para transformarse en su perfil político. La Ivanka que hizo campaña por Trump y hoy está entre sus principales asesores ya encarnaba los valores del feminismo neoliberal o corporativo: meritocracia, emprendedorismo e igualdad de oportunidades.
Ivanka Trump no se define como feminista o, mejor dicho, no se había definido feminista hasta la reunión de Mujeres del G20 en abril, a la que fue invitada personalmente por la canciller alemana Angela Merkel. Una etiqueta tan amplia que hasta la directora del Banco Mundial y la ¡reina de Holanda! llevan sin vergüenza.
Eso no le impidió mostrar otra cara de la administración Trump: Ivanka se transformó en el medio para mostrar la “agenda de las mujeres” de la Casa Blanca: licencia por maternidad paga (un derecho laboral que no existe en Estados Unidos), una política de cuidado infantil y más oportunidades para las mujeres, mediante programas de capacitación y acceso a financiamiento, como el que impulsa junto al presidente del Banco Mundial Jim Yong Kim. Esta agenda no tiene nada que envidiarle a las de ONG feministas o proyectos demócratas, con la excepción de la defensa abierta de los derechos reproductivos y el aborto legal (aunque este requisito tampoco es indispensable para portar el carnet feminista liberal).
La otra puerta de la Casa Blanca
Desde su llegada a Washington, Ivanka asumió un papel claramente político, en reemplazo de Melania (esposa del presidente) como primera dama política, y como partenaire de su esposo Jared Kushner, principal asesor de la Casa Blanca.
Con el desplazamiento del líder de la alt-right Steve Bannon, un pilar clave del sector antiglobalista, Kushner, partidario de la globalización y la renegociación de tratados más que de su ruptura, ha crecido en influencia. Después del escandalete sobre el llamado de Taiwán y la posterior reafirmación de respetar la política de “Una China”, el embajador en EE. UU. Cui Tiankai abrió un canal de negociación con Kushner, que cultiva hasta hoy porque sabe que es la otra puerta al Salón Oval (muy diferente a la amenaza de impuestos a las importaciones chinas sponsoreada por Bannon). La presencia de la pareja Kushner-Trump en la celebración del Año Nuevo chino de la embajada y la viralización en China del video casero de la hija de ambos recitando un poema en mandarín son dos gestos que confirman que esa puerta permanece abierta.
Algo similar sucedió con la política sobre la salud y derechos reproductivos de las mujeres y la política retrógrada de Trump de cancelar cualquier financiamiento a organizaciones que practiquen abortos legales (garantizados por el fallo Rae vs. Wade desde 1973). Es sabido que Trump adoptó la postura provida para complacer al corazón del partido Republicano y su compañero de fórmula, un antiabortista fanático como Mike Pence, fue parte de la negociación con el partido. Incluso en un debate durante las primarias defendió a la organización Planned Parenthood por ser indispensable para la salud de millones de mujeres. Desde su campaña se confirmó en ese momento que la defensa había sido impulsada por Ivanka. Y hoy, cuando se concretan los proyectos para que los estados puedan recortar fondos a la organización, es a través de la “primera hija” que se establece un canal de comunicación con la presidenta de Planned Parenthood, la demócrata Cecile Richards.
Ivanka Trump también es la puerta que tocan los comerciantes hispanos, preocupados por la política migratoria de la administración, signada por la construcción prometida del muro en la frontera con México. El presidente de la Cámara de Comercio Hispana en Estados Unidos, Javier Palomarez, promovió una reunión entre Ivanka y comerciantes latinos para establecer un diálogo con la Casa Blanca. A la vez, facilitó una mesa redonda de mujeres emprendedoras latinas donde la invitada central fue Ivanka Trump.
La culminación y consolidación de este rol fue el viaje a Alemania en abril. Con la excusa del Foro de Mujeres del G20 en Berlín, Angela Merkel invitó a Ivanka Trump. En su visita oficial a Washington en marzo, luego del comienzo incómodo con el presidente, la canciller decidió invertir en la relación con la hija del presidente, a quien conoció en una reunión con CEO de diferentes empresas para discutir políticas de capacitación para aumentar la productividad. “Es la típica Merkel, trabaja con lo que tiene”, aseguró una analista alemana a la agencia Bloomberg, destacando el pragmatismo de la canciller. Un llegada directa al presidente, aun con las tensiones que se mantienen entre ambos países, es una garantía para defender los intereses alemanes en temas de comercio y seguridad y, por lo tanto, una prioridad de la mandataria alemana.
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Asesora, embajadora y facilitadora, Ivanka demuestra día a día que a pesar de llevar el apellido Trump es una digna heredera del perfil de primera dama “política” clintoniana. Como su antecesora, su presencia busca limar los costados más incómodos del presidente: lo hizo Hillary con las denuncias de acoso y violación contra su esposo, lo hace Ivanka con las denuncias de acoso y violación contra su padre. Como Hillary sirvió de rostro humano de una administración que precarizó el empleo e impulsó una reforma del sistema penal que redundaría en la encarcelación masiva de afroamericanos, hoy Ivanka es la cara más amable de una administración que busca mejorar las condiciones de negocios para empresas estadounidenses (lo que siempre significa peores condiciones para los trabajadores). Leales, firmes, con perfil propio pero siempre funcionales.
A diferencia de Clinton, Trump llega a la Casa Blanca sin trayectoria ni formación política, pero cada día que pasa el reflejo que le devuelve el espejo es más parecido al de esa primera dama. Las apologistas del feminismo liberal presentaron la derrota de Hillary como una “derrota de las mujeres”. Sin embargo, parece que la que perdido fue la candidata porque la idea ha triunfado, encarnada contradictoriamente en Ivanka.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.