Un día como hoy nació el escritor irlandés que se hizo famoso por su novela “Ulises”, publicada en 1922. Otras de sus obras fueron “Exiliados” (1918), “Dubliness” (1914) y “Retrato del artista adolescente” (1916).
Miércoles 2 de febrero de 2022 22:25
Nadie duda que James Joyce fue uno de los principales artífices de la profunda renovación de las técnicas narrativas que, en las primeras décadas del siglo XX, conduciría a la definitiva superación del realismo decimonónico. “Los errores son los umbrales del descubrimiento” (Ulises)
Sus innovaciones narrativas, entre ellas el uso excepcional del «flujo de conciencia», así como la exquisita técnica mediante la que desintegra el lenguaje convencional y lo dobla con otro, completamente personal, simbólico e íntimo a la vez, y la dimensión irónica y profundamente humana que, sin embargo, recorre toda su obra, lo convierten en uno de los novelistas más influyentes y renovadores del siglo XX. Eso es Ulises. Quien lo leyó, comenzó a leerlo, lo retomó decenas de veces y no pudo terminarlo o quien sí llegó a descubrir su esplendor, todos sabemos qué es el fluir de la conciencia para el escritor irlandés.
Nació en Dublín, en el año 1882, y falleció en Zurich, 1941. Aunque pasó la mayor parte de su vida adulta fuera de Irlanda, el universo literario de este autor se encuentra fuertemente enraizado en su nativa Dublín, la ciudad que provee a sus obras de los escenarios, ambientes, personajes y demás materia narrativa. Más en particular, su problemática relación primera con la iglesia católica de Irlanda se refleja muy bien a través de los conflictos interiores que atormentan a su álter ego en la ficción, representado por el personaje de Stephen Ded.
A lo largo de su vida, entre 1907 y 1939, Joyce publicó una obra corta pero intensa, debido a lo cual suele ser considerada libro a libro. Consta de una colección de cuentos: Dublineses, dos libros de poesía: Música de cámara y Poemas manzanas, una obra de teatro: Exiliados, y las tres novelas que lo hicieron célebre: Retrato del artista adolescente, Ulises y Finnegans Wake. De este autor se conservan además una novela inacabada: Stephen Hero, un conjunto de ensayos, en prosa y en verso, algunos poemas sueltos y dos cuentos infantiles que dedicó a su nieto, así como abundante correspondencia.
Fragmento de “Penélope”, el último capítulo del ‘Ulises’ de James Joyce, traducción de Felipe Botero, para la revista ARCADIA Traduce.
PENÉLOPE
“Sí, porque él nunca ha hecho algo así como pedirme que le sirviera el desayuno en la cama, un par de huevos, no desde esa vez en el City Arms, cuando se puso disque a acostarse en la cama y fingir que era todo un señor y que le dolía la garganta, haciéndose el interesante para esa vejestorio que era la señora Riordan, él pensaba que ya tenía todo el trabajo hecho pero ella se fue sin dejarnos un centavo, todo se lo gastó en las misas, todo en ella y la salvación de su alma, la tacaña más tacaña de la historia, hasta le dolía gastar cuatro dólares para el alcohol de las lámparas, la bruja, contándome todos sus pesares, que disque todo lo que le había tocado ver, oír, cotorreaba de política y terremotos, y pues al fin si el mundo se va acabar más nos vale divertirnos un poco primero, que Dios nos salve si todas las mujeres se ponen vestidos de baño y usan escote, claro nadie querría verla a ella en algo así, supongo que era toda piadosa porque ningún hombre nunca se volteó a mirarla en su vida, espero nunca ser así, raro que no nos haya hecho cubrirnos la cara pero claro, ella era toda una señora educada, con toda esa cháchara aburrida acerca del señor Riordan esto y el señor Riordan lo otro, imagino que hasta se habrá puesto feliz de deshacerse de ella y ese asqueroso perro oliendo mi abrigo, y siempre intentando meterse debajo de mis faldas, en particular en aquella época, en todo caso me gusta que sea así todo educado con las señoras y con los meseros y los vagabundos también, no, él no es altivo con nadie ni con nada, pero no siempre, si alguna vez le diera algo de verdad serio, pues mejor que se vayan al hospital, donde está todo limpio, pero imagino que tendría que inyectárselo al principio, por lo menos por un mes, y luego de pronto conseguir una enfermera, que se haga en el tapete, que se quede ahí hasta que lo echen, o una monja tal vez, como esa foto cochina que tiene, si ella es una monja pues yo más, ja, son tan débiles y necesitados cuando están enfermos, como si para mejorarse necesitaran una mujer ahí a su lado, si le sale sangre de la nariz es como si fuera la mayor tragedia, como ese que se veía todo muerto en la circunvalar por el sur, cuando se torció el pie en la fiesta del coro allá por la montaña de caña de azúcar, el día que me puse ese vestido, la señorita Stack disque llevándole flores, las más feas y podridas que encontró en el fondo de la cesta, cualquier cosa con tal de meterse en el cuarto de un hombre, con esa voz de vieja sirvienta que tenía, fantaseando con que él se iba a morir, se veía todo varonil con la barba un poco crecida metido en la cama, papá era igual, en todo caso odio estar vendándolos y dándoles remedios, cuando se cortó el dedo gordo limándose los callos en los pies, todo asustado de que le fuera a dar una infección en la sangre pero ay donde fuera yo la que me pusiera enferma, ahí veríamos qué tanto la cuidan a una, aunque claro las mujeres lo ocultamos para no molestarlos, ellos sí, ellos sí, venía de algún lado, estoy segura, con el hambre que trajo, pero no creo que sea romance, o si no él no podría comer de tanto pensar en su amor, así que o fue una de las chicas de la calle, si es que fue allá abajo, de verdad, y todo ese cuento del hotel que se inventó, un montón de mentiras para ocultar lo que planeaba, mientras yo estaba con Hynes, a quién fue que me encontré, ah sí, me encontré con te acuerdas de Menton, y a quién más, a quién más, a ver, ese grandulón con cara de bebé al que vi que hace poco se casó coqueteando con una muchachita en el Myriorama de Pooles y le di la espalda cuando se escabulló, se veía todo cauteloso pero es que quién le manda, es que también, cómo se atreve a tratar de arreglárselas así conmigo, con una vez, bien hecho, boca altiva y esos ojos llorones de lo más estúpido que he visto, y a eso se le llama ir de putas, eso es, pero odio un revolcón largo en la cama, y si no es eso es alguna perra que tiene en algún lado, que habrá recogido en cualquier parte, si tan sólo lo conocieran tan bien como yo, sí, porque anteayer estaba escribiendo algo, una carta, cuando entré por los fósforos y para mostrarle lo de la muerte de Dignam en el periódico, algo raro estaba haciendo porque se puso a tapar el papel, haciéndose como el que estaba haciendo algo de negocios, así que probablemente ahí fuera, hmm, los que creen que él es un santo porque es todo sensible, pero todos los hombres se ponen así a su edad, casi llegando a los cuarenta ahora, y le van a sacar la poca plata que tienen, no hay imbécil como un viejo imbécil, y luego viene a besarme el culo para ocultarlo, ni que me importe un pepino, ni con quién está ni saber desde antes pero sí me gustaría enterarme para no tener a esos dos bajo mis propias narices todo el tiempo como esa puta, esa María que estaba en la terraza de Ontario, rellenándose el culo para excitarlo, tanto que se le pegaba el olor de esas mujeres todas maquilladas, una o dos veces sospeché apenas él se me acercó, cuando le pedí que se acercara, cuando le encontré ese pelo largo en su abrigo, sin contar esa vez que entré en la cocina y él se hizo el que estaba tomando agua, una sola mujer no les basta, todo fue su culpa, claro, echando a los sirvientes y luego preguntando si la podía llevar a la comida de Navidad (...)
Conferencia de Borges sobre James Joyce y el ’Ulises’
En 1960, Jorge Luis Borges (1899-1986) brinda una conferencia en La Plata (Argentina) ante un auditorio colmado de la universidad nacional de esa ciudad (UNLP). La clase magistral fue grabada por la radio de la UNLP y versa sobre el escritor irlandés James Joyce (1882-1941), enmarcando a este autor en la cultura irlandesa y, por extensión, en la británica y en la occidental; no obstante, Borges califica a sus libros como "profundamente irlandeses".
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