Las mujeres nos encontramos lejos de trabajar 45 horas semanales, pues aparte del trabajo remunerado, también tenemos un segundo trabajo que no se encuentra reconocido en el entramado de producción capitalista, pero es el que permite aumentar aún más la acumulación de riquezas ¿Somos pobres de tiempo las mujeres? ¿Qué dicen las cifras?
Sábado 23 de julio de 2022
Un poco de historia
La lucha del pueblo trabajador que desencadeno en la limitación de 48 horas semanales al trabajo, data de 1.924 -hace casi un siglo- siendo luego levemente reformado en el año 2.001 -y entrando en vigencia en el año 2.005- el límite de 45 horas semanales la jornada laboral completa, pudiendo verse aumentado con 2 horas extras diarias.
En el periódico “La reforma”, publicaba Esther Valdés de Díaz en el año 1.906 un artículo que profundizaba sobre el tema, titulado: “Programa de trabajo del gremio de costureras”, dice:
“¿Por qué se nos arrebata, con la existencia y la imposición, el descanso necesario a que tenemos derecho?
¿Por qué se nos obliga inhumanamente a gastar nuestra salud y energías en 12 y más horas de constante y no ininterrumpida labor?
Obligadas por las exigencias de la vida, dirán muchos.
Porque esa es su condición, dirán otros.
¡Ah, queridas compañeras! Bien los sabéis vosotras que es la exigencia del capital lo que nos encadena, como inanimado instrumento, al rodaje de ese mecanismo monstruoso que se llama despotismo”
La realidad de las mujeres trabajadoras en Chile
La criminal y violenta alianza entre patriarcado y capital, dónde la mujer es la que principalmente cumple con las labores domésticas y de cuidado de personas dentro del hogar -esto guiado por los estereotipos de género en los que se basa esta alianza- que reproduce su “familia tradicional”, es que las mujeres nos encontramos lejos de trabajar 45 horas semanales, pues aparte del trabajo remunerado, también tenemos este segundo trabajo que no se encuentra reconocido en el entramado de producción capitalista, pero que permite aumentar aún más la acumulación de riquezas ¿Qué dicen las cifras?
Según un estudio realizado por ComunidadMujer, se estimó que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerados se valorarían en 44 billones de pesos al año, siendo en un 67% contribuido por mujeres. Para dimensionar la relevancia del trabajo que subsidiamos las mujeres, si se sumara esta cifra al PIB de Chile correspondiente a ese año, este crecería en un 28% y, si lo comparamos con los aportes de otros sectores económicos, como por ejemplo minería (6,7%) e industria (9,7%), este equivaldría a un 21,8% del PIB total, siendo la actividad económica más importante.
Otro dato recogido por la misma encuesta, señala que, las mujeres dedican 41,2 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, siendo aquellas de los quintiles más bajos quienes presentan una mayor carga laboral”
¿Y la remuneración?
Los datos que recoge Fundación Sol en la Encuesta Suplementaria de Ingresos (ESI), nos indican que “el 75% de las trabajadoras asalariadas son remuneradas con menos de $550.000 pesos líquidos mensuales, mientras que el 50% recibe $343.234 o menos” Situación bastante precaria si a estos datos le sumamos las brechas de género, y el impedimento para buscar trabajo de quienes solo pueden realizar las labores domésticas o de cuidados por la importancia que este reviste.
¿Cuál es el límite de horas de trabajo que deberíamos dedicar al trabajo?
En el estudio “Pobreza de tiempo y desigualdad: la reproducción del capital desde una perspectiva feminista”, realizado por la misma fundación, se fija una Línea de Pobreza del Tiempo en 67,5 horas a la semana, esto quiere decir, que, si trabajamos más de ese tiempo en trabajos remunerados y no remunerados, estamos en presencia de una persona pobre de tiempo.
A su vez, otros índices nos indican que deberíamos dedicar -o bien dedicamos- 8 horas diarias al descanso o sueño, 1 hora para higiene y cuidado personal, 2 horas diarias en el transporte, y 9.5 horas semanales al ocio (Propuesta de Clair Vickery en 1997) Por ende, se sintetiza finalmente que el 53% de las mujeres con trabajos remunerados se encuentra pobre de tiempo, lo que repercute directamente en nuestra salud mental.
¿Cómo darle una salida a este problema que aqueja a las mujeres trabajadoras?
En esta lucha histórica de las obreras y obreros del mundo, que conmemoramos cada 1° de mayo por los mártires de Chicago y su lucha por las 8 horas para el trabajo, las mujeres en conjunto con el resto del pueblo trabajador debemos continuar la senda de la lucha histórica por la disminución de la jornada laboral. Trayendo a la memoria nuevamente el artículo de 1.906 de Esther Valdés de Díaz, ella señalaba en el programa laboral para el gremio de costureras básicamente:
“Reglamentar las horas de trabajo, descanso dominical, abolición de la costumbre de trabajar de noche, y obtener el jornal que a nuestro trabajo corresponda” y casi un siglo ha pasado sin grandes modificaciones a la duración de la jornada laboral, pese a los avances tecnológicos que nos permitirían trabajar menos.
Ya es tiempo de dar una lucha y un paso mayor, rebajando la jornada laboral a 30 horas semanales distribuidos en 5 días, sin disminución de sueldo, para que todas y todos podamos trabajar, repartiendo el trabajo entre los ya asalariados y las y los desempleados.
Para costear la carestía de la vida, debemos recibir un sueldo y pensiones líquidas de $650.000, reajustable automáticamente y mensualmente cada vez que suba la inflación. Misma lucha está dando un sector de trabajadores en nuestro país vecino; Argentina.
Que la crisis de la inflación la pague el pueblo trabajador tampoco es una cuestión tan solo del presente, Esther señalaba en el mismo programa:
“Un detalle más voy a agregar para haceros ver el egoísmo y avaricia de nuestros patrones.
Hace tiempo que la situación económica del pueblo es por demás desesperante.
Como sabemos, los artículos en general y principalmente los de primera necesidad, han encarecido en un 70% su valor.
Todas nuestras necesidades en el vivir, son iguales a las de siempre y sin embargo, esos patrones sin conciencia no se han hecho cargo de nuestra situación, y nos han mantenido los antiguos jornales”
Para finalizar, y basándonos en las formas históricas de lucha de la clase trabajadora, la forma de conquistar nuestras legítimas e históricas demandas es mediante la auto-organización junto a todos quienes nos encontramos bajo el yugo del trabajo asalariado, de todas y todos quienes realmente creamos las grandes riquezas de los capitalistas, citando por última vez a Esther:
“Para alcanzar, en parte siquiera, nuestras aspiraciones, es necesario que todas las obreras nos unamos, es preciso que alguna vez, reconociendo la triste condición de nuestra vida, procuremos hacerla más dulce y más digna”
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Diana Toro
Feminista socialista