Las 5 claves de la semana gremial. La CGT entre los countries y las casillas. ¿Del zoom a las calles? El presupuesto sarasa. ¿Se viene la era del deshielo? La crisis y los sindicatos.
Lucho Aguilar @Lucho_Aguilar2
Martes 22 de septiembre de 2020 23:57
Fotografía: Sebastián Linero-Enfoque Rojo
Arranquemos la semana con dos escenas.
Es de noche y el viento arremete sin resistencia entre las casillas del barrio San Martín, en “la toma” de Guernica. Juan revuelve la olla. “Yo trabajaba en negro, cuando empezó la pandemia me echaron. Me puse a laburar con el cartón pero tampoco se puede porque ya hay millones cartoneando. Le dije a mi familia que nos veníamos acá porque alquiler ya no podíamos pagar”.
Blanca Cantero, la intendenta de Presidente Perón, le dice al periodista. “Acá no hay nada que negociar, hay una orden de desalojo. Las tierras son privadas y una empresa estaba haciendo un desarrollo. No hay nadie inocente, la gente sabía que venía a ocupar un terreno que tenía dueños. Habrá gente que va a querer irse de buena manera, los más radicalizados no van a querer irse”. Satisfecha con su discurso duro, se echa en el sillón de la mansión que comparte con su esposo, el secretario general de la CGT Carlos Acuña.
1. Las casitas son ajenas
Lo que sucede en esas 100 hectáreas de Guernica es la expresión más clara de la Argentina en que vivimos. Tierras sin gente y gente sin techo. Pero resulta que cuando la crisis empuja a miles directamente a la calle, salta que esos baldíos tienen dueños que “están haciendo un desarrollo”. Desarrollo es un eufemismo para nombrar el nuevo countrie que quieren sumar a los 18 que ya hay en la localidad.
Los “desarrolladores” miran las tierras ocupadas y hacen cuentas: 6 canchas de fútbol, 30 de tenis, 4 de rugby, varias piscinas y tres lagunas para deportes náuticos. ¿O 500 casillas?
Pero hay otro contraste del que vale la pena hablar. Es el que separa a las cúpulas sindicales de ese sector de la clase trabajadora. El más precario. El que trabaja “en negro”, por día, por hora o por kilo. Albañiles, peones, jardineros y “limpiadoras” de lo humano y lo divino en los countries. Costureras, enfermeras, changarines.
Es el contraste entre Carlos Acuña y Juan.
Si las cúpulas sindicales viven como Acuña, para la mayoría de la clase trabajadora el techo propio es una odisea. Para los ocupados registrados, los créditos son usurarios y los alquileres se llevan la mitad del sueldo. Ni hablar para quienes están “en negro” como Juan. Para la juventud es peor, se sabe. Hoy el promedio de ingresos, según el Indec, es de $20.000, pero la mayoría apenas alcanza los $14.500.
La historia de Juan es la de gran parte de la clase trabajadora, acá y en otros países. La precarización laboral es precarización de la vida. Los sindicatos no solo los ningunean, sino que desprecian sus luchas más elementales.
Millones sin techo. Ni sindicatos.
2. La CGT vuelve a las calles (?)
Volvemos a Carlos Acuña. No es nada personal, simplemente sirve como ejemplo para analizar la realidad.
Esta semana el secretario general de la CGT también ayuda a explicar otras cuestiones del mundo sindical.
Las paritarias de los playeros que siguieron laburando toda la pandemia están vencidas desde abril. Acuña se acordó, un poco tarde, y pidió 12% hasta fin de año. Esta semana arregló con la cámara patronal más pequeña ese aumento pero en tres cuotas. Tres empanadas. El 97% de sus afiliados ni novedades de aumento.
La CGT viene tan tibia con las paritarias que los empresarios ya le tomaron el pulso. Cavalieri entregó 5 meses de aumento y aceptó un bono por los otros 7 meses, pero las cámaras mercantiles se envalentonaron y no le pusieron el gancho.
Carlos esta semana también encabezó una reunión de la “mesa chica” de la CGT. El rumor era que la CGT iba a hacer "un gran acto". ¿Por los 750 mil despedidos, las paritarias congeladas, los sin techo? ¿En Plaza de Mayo o Congreso?
No. Prepara para el 17 de octubre un acto en el salón Vallese de Azopardo en apoyo a Alberto Fernández. Y por zoom.
Bueno.
3. Presupuesto sarasa
Pero el patrón que está más picante es el Frente de Todos. Toreó a Vicentín, Techint y los bonistas pero con ellos se puso tierno. Con las y los estatales no. Primero pateó la revisión paritaria de marzo. Después la negociación de junio. Hasta que el “salariazo” a las fuerzas represivas les sacó las excusas a las direcciones sindicales. Falta envido dijo hasta UPCN.
Hasta que se sentaron en la mesa. Como cualquier patrón, tiró 15% en cuatro tramos. Cuando salieron le dijeron que era 17%. Menos mal. Cuatro empanadas.
Los estatales perdieron 38% de salario real en los últimos años.
El Presupuesto que se empezó a discutir esta semana daba pistas. Las proyecciones de gastos e inflación solo se pueden entender con un zarpazo al bolsillo popular. Kristalina Georgieva lo sigue desde las oficinas del FMI. El ministro Guzmán hizo un blooper antes de la conferencia: ¿lo bautizamos presupuesto sarasa?
Esta semana también le toca a las y los docentes bonaerenses. Roberto Baradel (SUTEBA) va sin mandato y con un número que deja a una maestra inicial debajo de la canasta familiar. Mejor ni pensar lo que le van a ofrecer.
Los gobernadores siguen la misma línea. Es más: la anticiparon. Por eso estatales en Chubut, municipales en Santa Fe y maestras en Misiones están en huelga.
4. ¿La era del deshielo?
“Radicalizados” dijo la intendenta. Capaz tiene razón. Ante la pasividad que imponen los sindicatos y centrales obreras, un sector de la clase trabajadora, el más explotado, se la jugó. No quiere dormir en la calle, que sus pibes pasen frío.
En medio de los banderazos chetos y los motines de la gorra, otra acción directa copó la tapa de los diarios. Como dice un amigo, parece que empieza el deshielo.
Si uno mira los últimos días, algo ha cambiado. El gobierno suma problemas. Económicos, políticos y sanitarios. Su imagen baja. La derecha intenta capitalizarla, con su impresentable oposición parlamentaria y sus grandes medios. Pero también hay sectores de la clase trabajadora que empiezan a plantarse.
Ya hablamos de los sin techo. Pero también salió la “primera línea”. Un reguero de luchas, todavía parciales, defensivas, desesperadas, recorren los hospitales y clínicas. Desde Jujuy a la Patagonia, desde el Río de la Plata a la Cordillera. Las esenciales quieren mejores salarios y no morir salvando vidas. Marchan alzando las fotos de sus héroes y heroínas. “Héroes pobres” como decía una enfermera misionera.
El viernes 17 marcharon con la izquierda y el sindicalismo combativo a Plaza de Mayo. También hubo un acto impactante en el Obelisco.
Como decíamos antes, la pasividad que imponen las centrales, la relativa ventaja de todavía tener laburo ante tanta crisis, mantienen en cautelosa guardia a la mayoría de la clase trabajadora. Es lógico.
Sin embargo, la crisis ya pega y hay sectores que siguen con los “murmullos en los portones”. Solo para hablar de los últimos días: la asamblea de la UTA Rosario votó volver al paro; Bagley San Luis fue a la huelga por los contagios de Covid; los despedidos de Amiplast marcharon por la reincorporación; el SUTNA consiguió un aumento del 37% aunque no lo refrendó en asamblea; los textiles de Río Grande volvieron a las líneas tras una dura lucha; los obreros del citrus tucumanos siguen en las rutas por un plan interzafra; ya hablamos de las huelgas en Chubut, Santa Fe y Misiones.
5. La crisis llegó para quedarse
El panorama sindical es una foto. A lo sumo una escena de lo que pasa en el mundo obrero. Lo importante es ver la película.
Hace años que el país vive un saqueo. El ajuste de Macri y el FMI había dejado una marca profunda. Las expectativas de borrarla parecen esfumarse. Ahora el problema es la pandemia.
Es la dura realidad. Al cierre de esta edición se conocieron los pésimos datos económicos. El Producto Bruto Interno (PBI) se derrumbó casi un 20% en el segundo trimestre de 2020. La caída es mayor a la registrada en el segundo trimestre de 2002.
Vivimos tiempos distintos, es cierto. Pero la pregunta siempre es la misma: ¿quién paga la crisis? ¿Cuáles son las prioridades?
“No hay nadie inocente” diría la intendenta. La derecha quiere más ajuste. El gobierno le cede y quiere “poner orden” contra las y los “radicalizados” que reclamen lo suyo. La izquierda clasista tiene otra propuesta: salir a las calles también es cuidarse contra la pandemia y la crisis. Por eso se movilizan y le exigen a los sindicatos que rompan el pacto con el Gobierno y los empresarios. Empezando por quienes dicen oponerse Acuña, Daer y la “mesa chica” que pactó con Macri.
Como plantea el Movimiento de Agrupaciones Clasistas: distanciamiento social si, indiferencia social jamás. Hasta conseguir un techo y recuperar los sindicatos.
Lucho Aguilar
Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.