Te contamos la historia de los marineros y obreros del soviet de Kronstadt que desde mayo, al calor de la revolución rusa de 1917, resuelve que el único poder es el de los soviet de obreros y soldados.
Daniel Lencina @dani.lenci
Miércoles 12 de mayo de 2021 00:00
Montaje | Enfoque Rojo
Cuando la prensa hace referencia al levantamiento de Kronstadt de 1921, generalmente es para desacreditar la experiencia de los soviets y el poder bolchevique. Sin embargo, olvidan otra tradición, la del papel de vanguardia que Kronstadt había jugado en la Revolución Rusa de 1917. De ello nos ocuparemos en esta nota.
Kronstadt era una de las fortalezas claves bajo el antiguo imperio zarista, convertida en una base naval que actuaba, por su ubicación, como defensa para el acceso a las principales ciudades y, al mismo tiempo, era la ruta comercial hacia el Báltico.
En Kronstadt la población estaba acostumbrada al trabajo rudo y al sacrificio, pero a partir del momento que la revolución se encargó de ajustar cuentas con los hombres del antiguo orden, los obreros comenzaron a escribir una nueva historia. Lo hicieron con sus toscas manos, pero una historia llena de esperanza por una vida nueva que merecía ser vivida.
Cuando estalló la revolución de febrero en 1917 una delegación de obreros de Petrogrado desembarcó en la isla y los marineros se unieron a la insurrección. En una sola noche liquidan toda la estructura de comando: fusilaron al comandante de la fortaleza en la Plaza de Ancora, ejecutaron a 51 oficiales y encarcelaron aproximadamente a unos 500 oficiales, policías, gendarmes y soplones. Empezaron a construir un nuevo sistema que tiró por la borda toda la vieja y reaccionaria estructura jerárquica que reinaba en la fortaleza.
En la revolución de 1917 Kronstadt fue, como describe Trotsky “uno de los pararrayos de las pasiones políticas”. Desde que se constituyó el Soviet en la isla, los marineros protagonizaron múltiples actos de insubordinación hacia el Gobierno Provisional primero y hacia el de coalición después, que van a dar a la isla y su Soviet un lugar destacado en el proceso de maduración de la revolución.
En marzo, pusieron en pie el Soviet de diputados obreros en la isla y dos días después el Soviet de soldados. El 10 se formó el Comité Ejecutivo común a los Soviets, compuesto por 36 marineros y soldados y 18 obreros. Se construía un nuevo orden revolucionario, se prohibían las casas de prostitución y juego, y al que encontraban borracho lo castigaban. Mientras la prensa liberal acusaba que en la isla reinaba el vandalismo y la anarquía, por el contrario los marineros y obreros, conscientes de su posición estratégica en la guerra, imponían el orden más severo, ya no para esclavizar a las masas populares sino para luchar por su liberación.
Así, pronto se deshicieron del gobernador, perteneciente al Partido Kadete (liberal burgués). Fue el primer acto de insubordinación hacia el Gobierno Provisional. La prensa, asustada, lo presentó como una sublevación contra la unidad del Estado. De inmediato el Soviet decidió que todos los puestos de comando serían electos, revocables y estarán bajo control de comisiones compuestas por miembros del Soviet. Se incorporan al Soviet de Petrogrado enviando 3 delegados. Cuando el Gobierno Provisional les exigió un juramento de lealtad, como dice Trotsky, “la máquina del doble poder se puso en movimiento chirriando.” [1] Los marineros respondieron enérgicamente: “No es el pueblo el que debe prestar juramento al gobierno, sino mas bien el gobierno el que debe prestar juramento al pueblo” [2]
El Soviet de Kronstadt volvió a insubordinarse contra el gobierno de la burguesía. El 27 de marzo decidió que las unidades regulares del ejército no debían ser retiradas de la fortaleza. Al día siguiente, Kerensky (en ese momento Ministro de Justicia) desembarcó en la isla, pero fracasó en imponer su voluntad. El Soviet reafirmó su decisión el 4 de abril: “toda transferencia de tropas de Kronstadt debe ser autorizada por el Soviet que se instituye como detentor de todos los poderes de la isla.” [3] Así empezó una tensa disputa entre el Soviet de Kronstadt y el Gobierno Provisional en cuanto a la cuestión de la continuidad de la guerra imperialista, la I Guerra Mundial. Por eso una de las consignas motrices de la revolución fue la lucha por la paz.
En ese escenario aparecieron en la escena política los marineros de “el Kronstadt rojo” y, como era de esperar, estaban poco acostumbrados a la diplomacia: “la vieja fortaleza, llamada a ser el fiel vigía puesto a las mismas puertas marítimas de la capital del imperio, había levantado más de una vez, en tiempos pasados, la bandera de la insurrección. En Kronstadt no se había extinguido nunca, a pesar de las implacables represiones, la llama de la rebeldía” [4]
Kronstadt y el desafío al Gobierno de Coalición
En mayo el Soviet de Kronstadt se componía de 107 bolcheviques, 112 social-revolucionarios, 30 mencheviques y 97 independientes, que ante las cuestiones más importantes seguían a los bolcheviques.
En abril, las manifestaciones contra la guerra imperialista y contra los representantes de los capitalistas del tipo de los Miliukov, dieron origen a la alianza de gobierno entre socialistas y burgueses. “Pero; ¿hacia dónde conducía el país el gobierno de coalición? ¿No había transcurrido acaso la insurrección de Febrero? ¿No escucharon al pueblo manifestarse contra la guerra imperialista en abril? Mientras en Petrogrado el Soviet apoya la conformación de la coalición el 3 de mayo el Soviet de Kronstadt vota en contra de la misma y el 13 de mayo resuelve que “en Kronstadt el único poder es el Soviet de obreros y soldados.” [5]
De todo el país llegaban saludos de apoyo al Kronstadt rojo. Los bolcheviques aconsejaron enviar a los marineros por toda Rusia para que ellos mismos expliquen la situación. Trotsky desembarcó por primera vez en Kronstadt y se dirigió a los marineros insurrectos. “Denuncia la política de guerra del Gobierno Provisional y exclama: ‘Ustedes mismos redactaron una resolución para tomar el poder en sus manos. ¿No creen que (…) lo que es bueno para Kronstadt también es bueno para cualquier otra ciudad?´, es decir ¿para todo el país? El Soviet lo aclama y chifla al menchevique Broïdo que explica doctamente que la revolución rusa siendo burguesa y no socialista, debe respetar la propiedad privada de los medios de producción y ser dirigida por los burgueses. Los soldados, que rechazan morir en nombre de la alianza del zar con Londres y Paris, rechazan este análisis ´marxista.´” [6]
Kronstadt el rojo
Los marineros agitaron la necesidad de luchar por “todo el poder a los soviets”. Trotsky relata que, “armados con la extraña credencial del Soviet de Kronstadt, podían recorrer sin obstáculos todo el país, de punta a punta, encontrando en todas partes la casa abierta y la mesa puesta, siendo admitido en todas las asambleas populares, escuchados atentamente dondequiera que hablasen, y estampando con sus puños de marinero una huella en los acontecimientos históricos.” [7]
Con esta convicción de luchar porque el poder pasase a manos de los soviets de toda Rusia, el Soviet de Kronstadt radicalizaba sus posiciones. El 16 de mayo votó que: “El único poder en la ciudad de Kronstadt es el Soviet de diputados obreros y campesinos que, en todas las cuestiones concernientes al Estado, entra en relaciones directas con el Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado”, desconociendo así la autoridad central del Gobierno de Coalición. Qué paradoja para los marineros, que el Soviet al que alentaban a tomar el poder, tenía como dirección a los mismos mencheviques y socialrevolucionarios que participaban orgánicamente del gobierno de alianza con los capitalistas. El Soviet de Petrogrado, furioso, se reunió en una sesión extraordinaria para discutir esta cuestión. Así la dirección del Soviet al que los marineros reconocían como autoridad los acusaba de secesión. Tseretelli les exigió que se subordinen al gobierno y liberen a los presos, altos mandos, aristócratas y nobles, que los marineros tenían en la fortaleza. Trotsky, representando a una minoría, defendió a Kronstadt y le respondió que: “Cuando se dé la batalla final por la revolución, entonces, los cadetes que hoy nos invitan a enfrentarlos, darán jabón a la soga para colgarnos a todos, mientras que los marineros de Kronstadt se alzaran para luchar y morir a nuestro lado”.
Los conciliadores buscaban aislar a los marineros e imponerles una derrota. Para evitar esta situación y encontrar una salida, Trotsky se dirigió a la fortaleza y les recomendó retroceder tácticamente. Los convenció de su punto de vista, pues el conjunto de los trabajadores y el pueblo no habían hecho aún la experiencia con el gobierno. Trotsky redactó la “Declaración de los marineros, soldados y obreros de Kronstadt al pueblo revolucionario de Petrogrado y de toda Rusia. Esta denuncia como una calumnia la afirmación según la cual Kronstadt querría separarse, y afirma que la política del Gobierno Provisional no hace más que llevar al país a la catástrofe. Este llamado adoptado por el Soviet es luego sometido a una asamblea masiva de marineros, soldados y obreros reunida en la Plaza de Ancora”. De esta forma se logró que “los marineros de Kronstadt, sin dejar de mantener sus posiciones de principio, hicieron las concesiones necesarias en el terreno práctico.” [8]
La experiencia de las masas
En la historia de la Revolución Rusa pueden observarse algunas leyes que van presentándose con características particulares, aunque en temporalidades históricas distintas. Kronstadt era un sector de avanzada de la revolución. Era parte de la maduración de una vanguardia no sólo entre los marineros, sino también en los comités de fábrica. Pero los tiempos de aprendizaje de los sectores avanzados no son los mismos que los de las masas en su totalidad. Así, mientras que en mayo los marineros de Kronstadt votaban que el único poder es el soviet, las masas seguían confiando en que la alianza de los socialistas con los burgueses resolvería sus demandas. Estos a su vez no hacía más que ganar tiempo para resolver a su favor las contradicciones del doble poder, intentando imponer y subordinar al Soviet a la autoridad del Estado.
Es una característica de todo proceso revolucionario el surgimiento de sectores de vanguardia que quieran resolver con su propia acción, las relaciones de fuerzas establecidas con la burguesía y la reacción. El partido revolucionario, como vimos en la actuación de Trotsky y el partido bolchevique, interviene para desarrollar la experiencia de la vanguardia, generalizarla y hacerla parte de las lecciones del conjunto del proceso político. Pero no sólo para ello sino también para educar a los sectores más avanzados, a la vanguardia del proceso, en la necesidad de dirigirse a las masas, convencerlas y prepararlas, ganarlas para su política como única forma de conquistar su objetivo: tomar el poder.
En el movimiento real de la lucha de clases juega un papel clave, en un momento dado, el factor subjetivo, el partido revolucionario del proletariado. Los marineros de Kronstadt eran la expresión más profunda y fiel de cuán autónomamente podían actuar las masas frente a la burguesía. Pero sin un partido bien templado al frente, que pueda interpelar las leyes de la revolución, la oportunidad histórica de crear una nueva sociedad podría ser desaprovechada. Los marineros de Kronstadt, que ya en mayo votaban en la isla que “el único poder es el Soviet de obreros y soldados” [9], fueron vanguardia en “ensayar” el programa de la revolución, pero aún faltaba ganar para sus ideas a las masas de campesinos y soldados. Por ello Trotsky dice: “Kronstadt era como el augur de la segunda revolución”. En Octubre de 1917, el augur dejó de ser probable, para volverse real.
[1] Trotsky, L., Historia de la Revolución Rusa, p. 333.
[2] Jean Jacques Marie, Cronstadt, Editorial Fayard, 2005, p. 35.
[3] Ibídem, p. 37.
[4] Trotsky, op. cit., p. 332.
[5] Trotsky, op. cit., p. 333.
[6] Jean-Jacques Marie: Cronstadt, Editorial Fayard, 2005, p. 40.
[7] Trotsky, op. cit., p. 335.
[8] Ibídem, p. 99.
[9] Ibídem, p. 333.
Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.