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Red Internacional
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Catalunya. La CUP como auténtico partido de Estado mantiene el proyecto procesista

El calendario acercaba la fecha definitiva para investir a Pere Aragonès mientras ERC y Junts mantenían su tira y afloja centrado en el reparto de cuotas de poder e influencia en la futura etapa de vuelta al autonomismo que ambos partidos tienen como hoja de ruta. La CUP, como salvavidas, propicia un acuerdo de mínimos de última hora para evitar elecciones.

Ivan Vela @Ivan_Borvba

Miércoles 12 de mayo de 2021

Las riñas entre ERC y Junts Per Catalunya (JxCat) no son nada nuevas. De hecho entre las disputas públicas que podían verse hace tres meses y las riñas actuales, la única diferencia es que entre medias ha habido elecciones, nada más y nada menos.

Esta situación provocaba que las riñas entre los dos partidos procesistas encontrasen un descanso, al menos el 26 de mayo, fecha límite para la conformación del Govern y la investidura de Pere Aragonès, el candidato de ERC. Pero lo cierto es que ese “alto el fuego” discursivo no llegaba, mientras el calendario arrancaba hojas acercándose a la fecha límite.

En las últimas horas, incluso, se había puesto sobre la mesa el fin de las negociaciones entre ERC y JxCat y Aragonès se aventuraba a gobernar en solitario con apoyos puntuales.

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En esta situación, este miércoles, la CUP ha actuado de auténtico partido “de Estado”, llamando a ERC y JxCat ha una reunión con el objetivo de encontrar unos puntos de acuerdo que alejasen el fantasma, cada vez más presente, de una repetición electoral.

Desde la Cup han insistido, ya desde que alcanzaran el pacto para la investidura con ERC, que una nueva repetición de elecciones sería el peor escenario. “El independentismo estaría diciéndole a la gente que es parte del problema y no de la solución”, afirmaba recientemente Mireia Vehí en los micros de TVE1.

El salvavidas que ha lanzado la formación de la izquierda independentista ha sido abrazado por ERC y JxCat, que han aceptado los 4 puntos mínimos para enderezar las negociaciones y llegar al día 26 con unos acuerdos que permitan formar gobierno.

El texto que sella el acuerdo se compone de 4 puntos y, como señala el comunicado de prensa, tienen el objetivo de “desencallar el inicio de la investidura”.

Los rifirafes entre ERC y JxCat nada tenían que ver con el 1-O, con el 3-O o con la huelga general del 8-N. Las disputas, como señalamos anteriormente y se ha expresado públicamente, se circunscribe al reparto de cuotas de poder e influencia en el nuevo organigrama gubernamental. De hecho, toda la división, podría resumirse en Consell per la República, el organismo dirigido por Puigdemont desde Waterloo.

Es este marco de disputas partidarias entre dos formaciones que han abandonado la idea de la independencia y pelear por el derecho democrático catalán, es donde la CUP se ha erigido, de una forma mucho más concreta que en ocasiones pasadas, como pieza fundamental. Es decir, un agente imprescindible para que la vuelta al autonomismo que predican JxCat, y de forma más explícita ERC, continue su cauce.

Los 4 puntos mínimos acordados son un brindis al sol para ERC y JxCat desde mucho antes de la reunión de este miércoles. El primero aborda la cuestión de la crisis social y económica y la necesidad de darle respuesta, y lo firma ante el candidato más neoliberal de ERC, Pere Aragonès, que tiene el dudoso mérito de haber dado nombre a un intento fallido de privatización del sector público.

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El segundo eje señala la necesidad de “construir un muro de defensa de los derechos fundamentales [...] que no tienen cabida en el marco del Estado”. ¿Cómo el de manifestación? A Moncloa no le tiembla el pulso para reprimir manifestaciones, como la del 8M en Madrid, pero tampoco la Generalitat ha tenido problema en reprimir y mutilar a jóvenes en las protestas por Pablo Hasel.

El texto continúa con la iniciativa de convocar “una primera reunión de trabajo para construir un Acuerdo Nacional por la Autodeterminación que vaya más allá de los partidos políticos”. Un punto en la línea del cuarto y último, que señala la necesidad de conquistar “un espacio de debate de la estrategia independentista más allá del marco de la gobernabilidad”.

Estos últimos dos puntos, enmarcados en la cuestión del independentismo y el derecho a decidir, son un nuevo sello de la equivocada estrategia de la CUP. No sólo abogan por una unidad nacional con los partidos procesistas para alcanzar el derecho democrático catalán a decidir (algo que ya se ha visto inútil), sino que, con el paso de los meses y la presión coyuntural de unas elecciones, apuestan por alcanzar un acuerdo de cuatro puntos mínimos completamente ambiguos, para salvar el proyecto de vuelta al autonomismo.

Algo completamente criminal para aquellos y aquellas militantes, activistas, trabajadoras y trabajadores que en 2017 se dejaron la piel en las calles para votar, primero, y luego para defender el resultado, y en 2019 aguantaron nuevamente la represión de los Mossos para denunciar la sentencia del juicio farsa.

Del mismo modo que este acuerdo de mínimos, que no deja de ser un paso más de la deriva de la CUP, es incomprensible para todos aquellos sectores de trabajadores y trabajadoras que están saliendo a las calles contra la precariedad y la pobreza que la pandemia está trayendo. El sector de la educación, de la sanidad, las trabajadoras sociales a domicilio, al igual que grandes empresas como Correos o Nissan, por citar unos poquísimos ejemplos, están saliendo a las calles y denunciando la situación de crisis social y económica que la gestión política de la Generalitat de ERC y JxCat, junto al gobierno central, ha provocado.

La CUP está actualmente dando la espalda a todos estos sectores y fortaleciendo el proyecto de vuelta al autonomismo que encarnan tanto ERC como JxCat.

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