El arzobispo Víctor Fernández no quiere perder la costumbre eclesiástica de “arbitrar” la política. Busca recuperar el histórico rol “conciliador” de la Iglesia en tiempos de crisis, para vaciar las calles de protesta obrera y popular.
Lunes 8 de abril de 2019 23:23
El viernes pasado, en la sala de reuniones del Arzobispado platense, se llevó a cabo el encuentro convocado por monseñor Víctor “Tucho” Fernández junto a la más variada fauna política de la región, tanto del oficialismo como de los que se reivindican “opositores”.
¿El objetivo? Según la versión difundida por los participantes, la idea es trabajar en “consensos mínimos para el bien de la gente”, con propuestas que combatan la pobreza, mejoren el empleo y la producción regional. Lo ¿curioso? es que en esa mesa estaban las y los exponentes de las corrientes políticas que, desde hace décadas, con sus gobiernos, sus leyes y sus medidas económicas, le vienen haciendo bastante mal a “la gente”.
Rodeando al monseñor estuvieron el intendente macrista local Julio Garro, los presidentes de los concejos deliberantes de La Plata, Berisso y Ensenada; los presidentes del PJ de La Plata (hermano del obispo de Lomas de Zamora) y Berisso, legisladores nacionales, provinciales y locales de Cambiemos; referentes locales del massista Frente Renovador y representantes de todas las variantes peronistas regionales como el Frente para la Victoria, Unidad Ciudadana y el Bloque Peronista. Además concejales del GEN y representantes del Partido Socialista. También hubo dirigentes de algunos sindicatos.
No estuvieron presentes ni el recientemente renunciado capellán del Servicio Penitenciario Bonaerense Eduardo Lorenzo ni el referente de la Pastoral Social Rubén Marchioni. Ambos presbíteros, tan acostumbrados a codearse con políticos de toda calaña, están siendo denunciados por abusos sexuales cometidos sobre adolescentes.
Pese a que Fernández es un claro defensor de ambos curas, se ve que prefirieron no cursarles invitación. Y como para no aguar la velada, ninguno de los presentes cometió el “desliz” de preguntar por esas ausencias.
La Iglesia, esa amiga del alma
La agenda de la reunión del viernes rondó alrededor de las dificultades que presenta la región en torno a la pobreza y el hambre en los barrios, la falta de empleo y de “producción”.
“Veo hambre y necesidad. Y me pregunto qué estamos construyendo entre todos para toda esta gente”, afirmó Fernández ante el silencio contemplativo de los presentes.
Sin embargo, no faltaron las críticas y los cruces de propios y ajenos por la crisis regional aunque, para no hacer enojar a la Iglesia, acordaron organizar una mesa de diálogo entre todas las fuerzas políticas con la intención de “trazar objetivos y propuestas concretas que permitan un desarrollo de los sectores productivos y así generar puestos de trabajo”.
Con un perfil activo y, seguramente, asesorado por su referente máximo Jorge Bergoglio, el prelado platense busca colocarse y colocar a la Iglesia católica como principal interlocutor entre los distintos sectores de la vida política y económica regional.
Así lo demostró en varias oportunidades, reuniéndose semanas atrás con las cámaras empresariales y de las Pymes, con un rol protagónico en el proyecto de “reactivación” de la ciudad.
También fue un activo defensor del aborto clandestino, cuando al asumir en reemplazo de Héctor Aguer se declaró un cruzado contra el derecho al aborto mientras se debatía el tema en el Congreso.
Y a través de la Pastoral Social, el año pasado también se entrometió en el conflicto del Astillero Río Santiago, intentando “calmar las aguas” y buscar que los obreros bajaran la guardia en beneficio de María Eugenia Vidal. Cuando la Iglesia se hace “amiga” de las organizaciones del movimiento obrero, huele a lío. Lío para el movimiento obrero, claro.
Es evidente el rol que quiere cumplir Tucho Fernández en la escena regional. Es el mismo rol que siempre busca cumplir la Iglesia, “elevándose” sobre las partes en conflicto como autotitulado árbitro para la contención social frente a la bronca y el descontento populares. Un rol pérfido, como lo demuestra la historia argentina. Nunca esa intervención eclesiástica le mejoró la vida a las mayorías populares. Todo lo contrario.
La paz... de los cementerios
En la reunión el arzobispo aseguró, mientras las y los presentes asentían rindiendo pleitesía, que “no es tarea de la Iglesia coordinar ni ejecutar, sino que solo cumple la función de alentar el diálogo para lograr consensos mínimos a mediano plazo”. Es decir que según Fernández la tarea de la Iglesia sería algo así como garantizar la “paz”.
Curiosamente, Fernández le decía eso a un conjunto de personajes que también vienen “garantizando la paz” mientras el ajuste, la inflación, el hambre y la miseria no paran de crecer.
La oposición peronista y las dirigencias sindicales burocráticas, particularmente, parecen querer ser más papistas que el papa y llevan mucho tiempo procurando evitar que el pueblo trabajador salga a las calles y ejerza su derecho a huelga hasta derrotar el plan del FMI ejecutado por Macri y los gobernadores.
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La Iglesia logró que todo el arco político tradicional cayera a los pies de “la casa de Dios”, donde, como dijo la legisladora ensenadense Susana González, “no se puede mentir”. Se sentaron todos juntos alrededor del delegado del Vaticano y escucharon sus palabras como si se tratara de un mesías de las pampas.
Al final del encuentro, Fernández insinuó que debería “hacerse a un lado” después de esa reunión, pero todas y todos los presentes le propusieron que sea él quien convocara al siguiente encuentro.
A la salida, varios de los participantes coincidieron en que ante la situación social se necesita “a la Iglesia, a las cámaras empresarias, a los sindicatos, a la universidad”. Justamente muchos de esos actores sociales son los responsables directos de esa misma situación social que tanto les “preocupa”.