El mundo del trabajo en la Argentina. 1935-1955. La Siam Di Tella: productivismo, educación y resistencia obrera es una de las últimas publicaciones de Roberto Elisalde, doctor en Historia y posdoctor en Educación; coordinador de la Red de Investigadores y Organizaciones Sociales de América Latina (RIOSAL-CLACSO) y profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires.
En este trabajo, resultado de una extensa investigación, el autor aborda la historia de una de las fábricas emblemáticas del capitalismo nacional, la Siam Di Tella (1946-1955) y, a través de ella, el mundo del trabajo y las formas de resistencia de los trabajadores metalúrgicos en la lucha por evitar la pérdida del control de la producción y por presentar una disputa por la hegemonía fabril desde mediados de la década de 1930 hasta el golpe de 1955, conflictividad que ha quedado relegada por el discurso conciliador del peronismo y que Elisalde reconstruye minuciosamente.
Roberto Elisalde accedió amablemente a conversar sobre todos estos temas, algunos no exentos de polémica. Dejamos abierto, por ejemplo, el problema respecto al papel que juegan las experiencias de lucha y organización obrera como instancias objetivas creadoras de una estrategia propia, en el marco de la estatización creciente de sus organizaciones sindicales y la apropiación política del peronismo. Los invitamos a leerla.
Si tuvieras que presentar tu investigación, ¿cómo la definirías?
Es una investigación centrada en un espacio de producción particular y paradigmática como lo fue la empresa Siam Di Tella durante 1935 a 1955 en la Argentina. La temática es abordada desde diferentes dimensiones y relaciones del llamado “mundo del trabajo”. Las fuentes de esta investigación fueron parte del archivo de la empresa Siam, también periódicos, entrevistas a trabajadores metalúrgicos y publicaciones empresariales del sector, entre otras. El eje principal que recorre el libro está basado en analizar las relaciones/conflictos que el sector obrero estableció con los empresarios en aquellos aspectos referidos a las estrategias productivistas –tayloristas y fordistas– e incluso educativas, diseñadas por los diferentes actores sociales participantes en la disputa por el control de la producción en ese espacio fabril. En este sentido, partimos del supuesto que en ese período –y especialmente en los años del peronismo (1946-55)–, la aplicación por parte de los empresarios de un conjunto de innovaciones técnicas, productivas y de formación laboral generó, sobre todo en los grandes establecimientos industriales de la Argentina, una profundización de la conflictividad obrera. Este proceso se expresó en diferentes formas de resistencia por parte de los trabajadores –boicots, huelgas, movilizaciones e incluso en la construcción de alternativas educativas– enmarcadas en la lucha por evitar la pérdida en el control de la producción y, a la vez, presentar disputa, desde múltiples dimensiones, por la hegemonía en el espacio fabril, en este caso, analizado desde una relevante empresa metalúrgica, como lo fue la Siam Di Tella.
¿Por qué elegiste la Siam Di Tella y el recorte temporal entre 1933 y 1955? ¿Quién fue Torcuato Di Tella, como contás, llamado el “Henry Ford argentino”?
Bueno, la periodización se corresponde con una etapa histórica de la denominada “sustitución de importaciones” en la Argentina (industrialización), destacándose en este estudio los años del peronismo. A la vez, es un proceso de crecimiento constante de la organización de los trabajadores: aumento de la sindicalización, activa lucha social, con fuertes picos huelguísticos y encarnizados debates políticos e ideológicos.
¿Quién fue Di Tella? Bueno, aclaremos igualmente que no es un libro sobre la figura de Di Tella sino sobre la empresa y sus trabajadoras/es. De todos modos, digamos que Torcuato Di Tella fue un destacado empresario de origen italiano, asociado a una firma de origen nacional, cuya historia es parangonada por una parte de la historiografía liberal (¡y no tanto!) como un emblema del “espíritu empresarial” mercadointernista de la época, conducida por un liderazgo al estilo personalista del “Henry Ford” norteamericano. Existe una publicación multirreferenciada que sintetiza esta perspectiva, y que además realiza una historia de la propia empresa Siam. Fue escrita en 1965 por un historiador y un antropólogo: Thomas Cochran y Rubén Reina, Espíritu de empresa en la Argentina. Una de las limitaciones de esta obra es que tiene un fuerte carácter apologético de la empresa, además de contar con simplificados y erróneos análisis sobre la realidad política argentina de aquellos tiempos. Varios años después se publicaron trabajos escritos por integrantes de la familia de Di Tella, y con miradas semejantes a la obra citada, por ejemplo el libro de Torcuato Di Tella (h), Industria y política de 1993. Recién en el 2001 se editan nuevas investigaciones específicas sobre la empresa: de Marcelo Rougier, Tribulaciones de una gran empresa privada en la Argentina. El (o)caso de Siam, 1965-1975; y en el mismo año se publicó Control de la producción y resistencia obrera, Siam Di Tella (1935-1955) [de Roberto Elisalde].
Para otros intelectuales y referentes políticos, Torcuato Di Tella (y su empresariado) fue una figura representativa de la llamada “burguesía nacional”, es decir, ligado al proyecto nacional de los años ‘40 y ‘50, comprometido(s) económica y socialmente con sus propios trabajadoras/es. Sin embargo, entendemos que es necesario analizar críticamente estas aseveraciones. A pesar de que algunas interpretaciones tratan de mostrar estas propuestas como resultado de cierto “reformismo social” de Di Tella, lo cierto es que estas se inscriben más en una línea de transformación empresarial propia de la época basada en la aplicación de estrategias de control del capital sobre el trabajo que en otro tipo de ideas. Por ejemplo, la aplicación en la Siam del Plan Reynders de “modernización y racionalización empresarial” de 1941 (asociado con la corporación norteamericana Westinghouse) fue uno de los factores que provocó la intensa huelga metalúrgica de 1942 en esta empresa (como lo demostré en un artículo publicado en 1995: “De la huelga metalúrgica a la creación de la UOM”, Revista Realidad Económica N.°135). La intensificación del trabajo a través de una mayor disciplina y control pero sin aumentos en los salarios implicaba una aceleración en los tiempos de trabajo, sin garantizar mejoras en las condiciones de desempeño laboral.
Planteás que la aparición de empresas como la Siam Di Tella no estuvieron vinculadas a una política antioligárquica y antiimperialista del peronismo sino de promoción del mercado interno ligado a sectores de la burguesía nacional. ¿Cómo fue la relación de estas empresas con los gobiernos peronistas?
La Siam Di Tella a lo largo de los años estudiados cumplió un papel de fuerte representación y referente respecto del conjunto de empresas metalúrgicas existentes en el país en ese entonces. Incluso, con una doble representatividad. Por una parte, porque los cuadros dirigentes de la metalurgia nacional contaban entre sus voceros más activos a dirigentes de la propia firma: Torcuato Sozio, Guido Clutterbuck, Sudiero, entre otros, quienes sellaban con sus firmas –en nombre de la Federación Nacional de Metalúrgicos, por ejemplo– los documentos o acuerdos de todo el sector. Dicho de otro modo, lo que la Siam y sus dirigentes pensaban era también un reflejo de lo expresado en los documentos generales de la rama –Federación Metalúrgica–, rubricado por sus propios representantes. Por otra parte, fue también en la Siam donde se desarrollaron con gran organización y virulencia las experiencias obreras que resistieron a las iniciativas productivistas, tendientes a lograr mayores rindes de los trabajadores.
Los empresarios de la Siam fueron también un caso representativo de los industriales de la etapa: reivindicaban la necesidad de aplicar aquellas “correcciones” propias de la tradición liberal pero tomaban los elementos que más les beneficiaba del “estatismo peronista”. De esta manera buscaban asegurarse que el Estado les redujera sus márgenes de riesgo y poder garantizar, así, altos niveles de rentabilidad. Mejorar la productividad y obtener mayores ganancias les significaba contar con una enorme malla de contención sostenida por la entidad estatal. La tradición liberal de la dirigencia de la Siam y las organizaciones de las que formaron parte (UIA y Federaciones afiliadas) no dejaban dudas sobre sus concepciones económicas. Tanto antes como luego de la caída del peronismo –salvo uno de sus dirigentes– ninguno de los integrantes de la cúpula patronal de Siam fue peronista, ni siquiera estuvieron convencidos de la política industrial de conjunto de la época, comenzando por su fundador, Torcuato Di Tella (+1948). La Siam y su dirigencia siempre estuvieron asociadas a la Unión Industrial Argentina (UIA) –como sabemos, el sector ultraliberal y más crítico del peronismo–. Sus dirigentes tampoco fueron parte del grupo empresarial que en 1953 creó la Confederación General Económica (CGE), con abierta empatía política con el peronismo. Digamos que lo de la Siam, e incluso el propio Di Tella como símbolo de la “burguesía nacional” asociada al peronismo, no deja de ser uno de los tantos mitos de la historia argentina. Sin embargo, eso no fue obstáculo para que el propio gobierno peronista alentara la imagen de Siam como emblema del modelo de desarrollo “industrial nacional”. En este sentido, si tomamos el caso paradigmático de los empresarios de Siam podemos afirmar que la clase capitalista argentina mayoritariamente tenía en claro que el peronismo no era su proyecto político.
Hay varios ejemplos de conflictos obreros de ese período, escasamente tratados por la historiografía sobre el tema, que evidencia menos paz social a nivel fabril que lo que algunas lecturas sobre el peronismo dejan ver. En tu libro planteás que los trabajadores metalúrgicos sostuvieron entre los años ‘40 y ‘50 fuertes disputas con las patronales del sector, como quedó demostrado en los picos huelguísticos de 1942, 1946, 1948, 1949 y 1954. ¿Cuáles fueron las características comunes y particularidades de estas disputas?
Sí, considero que ese proceso de conflictividad obrero fue tal como lo señalás en tu pregunta. Entiendo, como lo analizaron otras publicaciones generales sobre el movimiento obrero del período o sobre huelgas significativas como la de 1954 (entre muchas/os otros/as importantes investigadoras/es se destacan: Daniel James, Louise Doyon, Fabian Fernandez o Marcos Schiavi), que la conflictividad fue parte constitutiva de este proceso histórico. Claramente hay una contracara de la denominada “armonía de clases”; justamente es lo contrario: hubo una fuerte profundización de la lucha de clases. La fortaleza del movimiento obrero al interior de las fábricas y en la sociedad en su conjunto creó los incentivos necesarios para que los sectores del capital, preocupados por las crecientes dificultades para controlar a los trabajadores, comenzaran un fuerte proceso de innovación organizacional y técnica en los procesos de trabajo, tal como lo señalamos en la Siam. Fue también en esta empresa que la resistencia obrera se expresó rechazando y organizando su oposición con una virulencia inusitada durante los años del peronismo. El fuerte impacto de las huelgas de 1946/48, 1949 y 1954, así lo demuestran. La Siam se constituyó al decir de los propios empresarios en el “cuartel general” de la lucha y resistencia de los obreros metalúrgicos.
El cuestionamiento de los trabajadores provocó una preocupación creciente tanto entre los empresarios como en la estructura política del Estado. La identidad política de los trabajadores se constituyó en la acción como una estrategia de poder que azuzaba por igual a empresarios y funcionarios del Estado. La creciente conflictividad expresada en múltiples acciones de lucha no cuestionaba la identificación mayoritaria de los trabajadores con las ideas peronistas, quienes junto a corrientes de la izquierda obrera protagonizaron, sobre todo a partir de 1952/54, destacadas jornadas de lucha antipatronal y antiburocrática. Por ejemplo, desde 1953 (en el marco del 2.° Plan Quinquenal) a partir de los “Congresos Productivistas” (sobre todo el Congreso de la Productividad y de Bienestar Social), los sectores del capital buscaron avanzar en la reestructuración de las relaciones laborales con el objetivo de recuperar el control sobre los procesos laborales. Sin embargo, hacia fines del gobierno de Perón los patrones habían conseguido escasos resultados a su favor. Los empresarios debieron enfrentar en sus plantas una sólida y activa resistencia de los trabajadores para implementar la racionalización en los lugares de trabajo, razón por la cual buscaron aliados tácticos en el Estado y parte de las direcciones sindicales, lo cual se expresó en la campaña productivista de 1955. Sin embargo, la fuerte oposición y disputas por el control de la producción llegó incluso a contar con posiciones de ofensiva obrera que cuestionaban la legitimidad de la autoridad empresarial y presionaban por obtener una mayor participación en la organización de la producción. Reclamos en clave de participación en la rentabilidad empresarial o las tarjetas de producción que regulaban los tiempos de trabajo fueron un verdadero desafío a la hegemonía patronal en los lugares de trabajo. Nuevamente, los empresarios de la Siam y sus trabajadores ocuparon lugares estratégicos en la expresión de este proceso de fuertes debates y enfrentamientos sociales.
Hay una revalorización de las comisiones internas en tanto representaciones obreras de planta, que representaron el primer escollo con que se toparon los empresarios a la hora de intentar llevar a cabo reformas en las relaciones laborales. ¿Qué características tuvo esta disputa? ¿Qué ejemplos podrías mencionar ligados a la Siam Di Tella?
Las publicaciones empresariales de la época (Metalurgia y Mundo Metalúrgico, entre otras) hacen referencia –ya en 1947– a lo que se constituyó en el leitmotiv de los reclamos de las patronales durante esta etapa: la existencia de las comisiones internas por fábrica. Los empresarios plantearon, en todo momento, una controversia sobre estas formas de representación obrera cuestionando su legitimidad y afirmando “que solo tratarían con los delegados del sindicato”. Para los empresarios estas formas de participación obrera directa y por planta se constituyeron en las causantes del “desborde de los acuerdos institucionales” en las relaciones con la dirigencia empresarial; por ello, las organizaciones patronales sindicaban a los delegados de estas comisiones como verdaderos “saboteadores”, según expresan las publicaciones empresariales y documentos de los archivos de la Siam.
Las comisiones internas cumplieron un rol fundamental en el ejercicio y la disputa por el control en los lugares de trabajo, a la vez de constituirse en una de las causas centrales de la oposición a la patronal, y tensar los acuerdos que no fueran consensuados por el conjunto de los trabajadores. En numerosas huelgas metalúrgicas esa tensión fue evidente, como ocurrió, por ejemplo, en la huelga de 1954. Digamos que la acción de las “comisiones” expresó una forma de control obrero para garantizar la aplicación de la legislación laboral y los convenios colectivos acordados por los gremios al incorporar en la fábrica una representación orgánica de delegados que podían discutir con las patronales sin temor a que se tomaran represalias. Hacia fines de 1950 su presencia se extendió a la mayoría de los sectores. Los empresarios permanentemente reclamaban el control y límite de las comisiones. Entendían que “distraían” del trabajo a una buena cantidad de obreros por fábrica y sostenían que en los años del peronismo se habían alterado las jerarquías en las empresas y que las comisiones internas y las políticas sociales que les otorgaban legalidad habían creado una suerte de “quiebre en la ley fabril”. Especialmente objetaban, en el caso de la empresa Siam, aquellas instancias de organización obrera que dentro de la fábrica cuestionaban y disputaban los criterios de autoridad del capital para fijar unilateralmente los términos del control de la producción y la distribución de los beneficios. De este modo, de 1948 a 1955 era notorio en este proceso la existencia de una fuerte disputa en términos de clase –clase contra clase– por la hegemonía en la planta, evidenciado a través de una fuerte resistencia por parte de los obreros a perder el control de la producción, al tiempo de promover la toma de decisiones respecto a su intervención en el ciclo productivo. La contracara de este proceso –desde la perspectiva empresarial– fue la naturalización de las relaciones de producción capitalista en las que el trabajo debía cumplir su indeclinable papel de subordinación absoluta.
Aparece una idea central que atraviesa el libro, la de rescatar en la conflictividad del mundo del trabajo la pervivencia cierta autonomía obrera frente a la burocracia sindical o el Estado. ¿No te parece que existe una tensión en ese plano, en el fortalecimiento de las comisiones internas y la iniciativa obrera en defensa de sus conquistas, y la injerencia del Estado en sus organizaciones y el peronismo, representando un límite para el avance de esa autonomía en términos políticos, ya no como sujeto “de explotación” sino como sujeto de transformación social? Tal vez un buen ejemplo de esta contradicción haya sido la experiencia del Partido Laborista.
A ver, lo veo y lo problematizo de este modo: la complejidad de la sociedad industrial de la Argentina de estos años, sumado al alto protagonismo y politización de los trabajadores, confirmaron los elevados niveles de autonomía de la clase obrera respecto de su alianza social y del propio Estado, así como los altos niveles de tensión (como vos lo señalás, incluso desde ámbitos de debate y construcción política como lo fue en 1945 el Partido Laborista, aunque allí había otras problemáticas políticas en juego). En numerosas ocasiones el gobierno acordaba con la CGT determinadas pautas de negociación que, sin embargo, eran rápidamente modificadas, o en algunos casos desoídas por el conjunto de los trabajadores, sobre todo a nivel de las plantas. En otras ocasiones, también fueron resignificadas por la propia central obrera, que –siempre citando a Perón– incorporaba matices a las propuestas de acuerdo con el capital y en la implementación de políticas tales como las de productividad, manifestando consensos en un principio, pero en los hechos rechazando o dilatando su aplicación. Esta dinámica, ciertamente singular, fue uno de los rasgos característicos del movimiento obrero peronista, situación que llamó a la desconfianza de las patronales, cubriendo con un manto de sospecha –según afirmaban los empresarios– respecto de las reales convicciones reformistas sobre todo durante la crisis de los ‘50. Una de las controversias que promovió estas interpretaciones en las entidades gremiales de los empresarios fue, precisamente, el tema de la productividad. En los últimos años del segundo gobierno peronista se profundizaron y desbordaron los conflictos entre el capital y el trabajo dentro del espacio fabril. De allí que los empresarios a lo largo de esta conflictiva etapa diseñaron estrategias tendientes a procurar el debilitamiento del poder y autonomía obrera en sus plantas. Una de ellas fue mejorar los tiempos de trabajo, acelerando la producción y estableciendo propuestas en clave de incentivos laborales. Los trabajadores ganaban protagonismo y era evidente su fortaleza social en la planta, así como sus planteos eran cada vez más críticos respecto del rol de la patronal y de los sectores burocráticos del sindicalismo.
De cualquier modo, y por lo recabado en nuestra investigación, pudimos evidenciar que las resistencias a las modificaciones en las condiciones de trabajo, incluso el rechazo a incorporar reformas productivistas, encontraron en una acción de clase unificada al conjunto de trabajadores, más allá de su condición política. Excepto en las publicaciones sindicales en los que se denota –como es natural– una clara puja política entre diferentes corrientes, las fuentes del capital (entrevistas, archivos empresariales, revistas, etc.) raramente atribuyen a algún sector político sindical en particular el accionar de las huelgas o boicots de lucha durante estos años. Atribuir la radicalidad de las medidas tan solo a las comisiones internas y ligarlas a una o dos corrientes gremiales es, cuanto menos, parcial. La mayor parte de los trabajadores que protagonizaron estas jornadas de lucha en unidad de acción (por ejemplo las huelgas de 1946, 1948, 1949 y 1954) estuvieron identificados con las ideas peronistas, y también con aquellas corrientes de la izquierda que contaban con representaciones por planta fabril (comisiones internas) e incluso en el propio sindicato metalúrgico. En estos enfrentamientos dentro del sindicalismo metalúrgico, la táctica del gobierno, a su vez, era la de expresar prescindencia (que no siempre cumplía) y destacar que las diferentes corrientes (peronistas), sean combativas o burocráticas, apoyaban al gobierno.
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