En la entrega anterior te contamos cómo terminaron Antonio Caló y el Secretariado de la Unión Obrera Metalúrgica imputados por administración fraudulenta y lavado de dinero. ¿Cómo nació el negocio y se extendió el negocio de los seguros de sepelio? Segunda entrega.
Martes 1ro de diciembre de 2015
“La cosa se está poniendo fulera” (Lorenzo Miguel, 1927-2002)
I Parte: Caló, la UOM la sociedad de los prolijos sobres marrones
La historia de los sobres lavados también podría arrancar por otra escena. 14 de julio de 1987. Un grupo de hombres de camperas sport y camisas coloridas sonríen. Enfrente hay otros hombres, de saco y corbata, que también sonríen.
Por la UOM están presentes Lorenzo Miguel, Hugo Curto, Aníbal Martínez, Carlos Gdansky, Lisandro Zapata, entre otros. Por las cámaras empresarias, los representantes de la Asociación de Industriales Metalúrgicos (ADIMRA), del Centro de Industriales Siderúrgicos, de la Federación de la Industria Metalúrgica, entre otras. Según relata el periodista Ricardo Carpena en su excelente libro El intocable, para los negociadores patronales “la única muestra palpable de agradecimiento habría sido una caja de doce botellas de champagne francés Dom Perignon, enviadas por el propio Raele”. Una ganga para lo que estaba en juego.
El acta acuerdo ese día permitía reformar el artículo 52 del histórico convenio metalúrgico, que refiere a los seguros de vida y sepelio de los afiliados.
Tras el encuentro de los hombres de sonrisas espejadas, el artículo 52 quedaría redactado de la siguiente manera: “Para todo el personal de la industria metalúrgica comprendido en el presente convenio colectivo de trabajo (260/75), se concertará un seguro de vida colectivo y sepelio de carácter obligatorio que será contratado por la Unión Obrera Metalúrgica en carácter de instituyente bajo su total responsabilidad”.
La reforma del artículo 52 del Convenio 260/75, la punta del ovillo de la sociedad de los prolijos sobres marrones
Los metalúrgicos tenían posibilidades de contratar un seguro de sepelio desde 1963, pero pocos lo hacían. De los 250 mil afiliados a la poderosa patria metalúrgica en 1976, sólo 4.500 lo tenía contratado. En esos años estaba en manos de la Caja Nacional de Ahorro y Seguro. Tras el acta y la reforma del convenio, el contrato pasaría a manos del Instituto de Seguros S.A. Pero además, el seguro sería obligatorio, y los aportes descontados por parte iguales de empleadores y trabajadores.
Una semana después la reforma sería homologada por el Ministerio de Trabajo. Así rige hasta la actualidad.
Amigos y socios
El Instituto de Seguros no era una aseguradora más. Su dueño era Julio Vicente Raele. Amigo personal de Augusto Timoteo Vandor, con la muerte del Lobo se había acercado a Lorenzo Miguel. Los entretelones de esa relación darían para escribir otra serie, pero siempre estuvo la sospecha de que en realidad Raele era un testaferro de la UOM. Hombre de buenos contactos políticos, militares y eclesiásticos, creció en su fortuna al calor de los seguros para sindicatos.
Para tener una idea del poder y la amistad de Raele con Miguel y la jefatura metalúrgica, fue el empresario el que encabezó las negociaciones por las cuales la UOM adquirió su actual edificio de Alsina 487. Son 5000 metros cuadrados, 10 pisos, 24 cocheras.
Vale la anécdota: la nueva sede fue inaugurada oficialmente el 2 de setiembre de 1993, día de la industria. Allí estaban Carlos Menem, Domingo Cavallo y María Julia Alsogaray.
Ganancia segura
Hoy, a cada afiliado metalúrgico la empresa le descuenta 68 pesos por el seguro de sepelio. Lo mismo pone la empresa por cada trabajador. Son 136 pesos mensuales. Si tomamos en cuenta que hoy el gremio asegura tener 250 mil afiliados, estamos hablando de una suma cercana a los 34.000.000 pesos mensuales. ¡Clink!
136 pesos, por 250 mil afiliados da una suma de 34 millones de pesos mensuales
Acá empieza una parte del negocio. Un especialista en el sector de los seguros que pidió reserva explica. “Se trata de seguros de baja siniestralidad y si vos tenés clientes cautivos de sindicatos, te genera un chorrazo de guita muy fuerte. Por eso son comunes los “retornos”. No descarto que la aseguradora la hayan gestado desde el sindicato”.
Es una práctica común, no sólo de la UOM. “Al Momo (Gerónimo Venegas, ndr) le impidieron ese negocio por ejemplo. Si vos le cobras el 1% por ejemplo a cientos de miles, o más, y tenés pocos muertos saca la cuenta. En la UATRE los siniestros representaban un mes y medio de los ingresos anuales y al ser cautivo lo podes hacer con un puñado de empleados. Suponete que se te vayan 2 meses más de costo. Te quedan varios meses adentro como para hacer dulce. Y lo hacen además compulsivo y te lo venden como un beneficio social. Y si es más del 1% seguí para arriba con las cuentas y así. O si te suman otro beneficio, de vida por ejemplo, sigue el negocio agrandándose”.
Tomando estos datos, bastante lógicos, uno podría hacer este cálculo: descontados los pagos y gastos, la aseguradora se queda con 8 meses de ganancias. Si cada mes recauda 30 millones de pesos, estamos hablando de 320 millones de pesos anuales “limpios”. Trescientos veinte millones. Para la empresa. O también para repartir. En “prolijos sobres marrones de 20 mil dólares”, por ejemplo.
I Parte: Caló, la UOM la sociedad de los prolijos sobres marrones
II Parte - La UOM y el Instituto de (Negocios) Seguros
III Parte - UOM S.A: la patria metalúrgica (y financiera)
IV Parte - Caló, Olmos y el pacto de hierro
V Parte - El trabajo y la vida de los metalúrgicos, los negocios de las cúpulas