Hace algunos meses se condenaron los crímenes cometidos contra la Comisión Directiva de la Biblioteca Popular Vigil en la causa Feced III y IV. Un proyecto pedagógico, artístico y cultural que fue referencia para la vanguardia en la década de 1960 y 1970 hasta su intervención en 1977.
Sábado 1ro de agosto de 2020 21:08
Foto: Periodismo Popular
“Condenar a Telmo Alcides Ibarra a la pena de prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua (…) que tuvo como víctimas a Augusto Duri, Raúl Frutos, Francisco Routaboul, Raúl Duri, Domingo Demichelis, Julio Perrotta…” imponía la sentencia de la megacausa Feced III. Ibarra fue reconocido en la causa como uno de los principales responsables del secuestro y tortura de la Comisión Directiva de la Biblioteca Popular Vigil en la ciudad de Rosario. Entre los represores sentenciados que operaron dentro de las fuerzas represivas de la región se encuentran José Rubén Lo Fiego y Marcelo Alfredo Marcote condenados por delitos sexuales y Ramón Rito Vergara y Ernesto Vallejo a prisión perpetua.
En diciembre de 2019, en el marco de los testimonios de los testigos de las audiencias iniciadas el 5 de abril, un comunicado de prensa de la APDH recordaba cuando la patota de Agustín Feced, el Jefe de Policía de la última dictadura militar, ingresaba al edificio de la Vigil anunciando que la Biblioteca se encontraba intervenida y quedaba en manos de Sócrates Alvarado, mientras la Marina rodeaba el lugar. Posteriormente, algunos meses después, detenían a ocho de los miembros de la Comisión Directiva.
Su primer paradero fue el centro clandestino de detención ubicado en las calles Dorrego y San Lorenzo de Rosario, donde operaba el Servicio de Informaciones. Luego de las detenciones y torturas, pasaron a condición de presos legales. Esto es tan sólo la punta del iceberg de una intervención represiva que continuó con socios y empleados perseguidos y desaparecidos. Fue parte de una intervención militar que buscó eliminar un proyecto pedagógico de avanzada a nivel mundial, una referencia de organización artística y empresa cooperativa de cultura en Villa Manuelita y Tablada en la zona sur de Rosario.
No exageramos si decimos que no existe persona de 60 años en nuestra ciudad que no recuerde a la Vigil, su rifa, sus talleres, su biblioteca. Su alcance fue masivo, así como un lugar de militancia y organización de las vanguardias culturales e intelectuales en el largo período de luchas y radicalización obreras y juveniles que se abrió en la década del 60 y se profundizó en el 70. Se trató de un proyecto pedagógico y cultural de vanguardia que se constituyó como una referencia para toda América Latina signada por la radicalización, la lucha de clases y los debates sobre la revolución y la transformación social.
La intervención militar pretendió liquidar este proyecto cultural y pedagógico que tuvo como objetivos políticos promover el acceso a un alto nivel de educación y cultura a los trabajadores y sectores populares, excelencia educativa de forma gratuita para los barrios obreros. Este punto fue uno de los elementos máximos de ensañamiento de la dictadura, además de desarmar la referencia generalizada para la vanguardia política y cultural de las décadas del ‘60 y ‘70.
La intervención militar llevó a la desaparición y tortura de miembros de la Comisión Directiva de la Biblioteca Popular, así como el despido y la separación de miles de personas, el robo de instrumentos junto a la quema y desaparición de más de 40 mil libros. Natalia García, investigadora de la UNR que declaró en la causa como “testigo histórico”, señala que la intervención militar se constituyó como parte de lo que algunos llaman un “genocidio cultural”. Éste fue el reclamo de justicia de víctimas y ex-socios en la causa Feced III.
La intervención tuvo dos perspectivas: liquidar el proyecto pedagógico y cultural, sembrar el terror y “normalizar” la Escuela Secundaria, de la cual Rubén Naranjo era su director. En el subsuelo los instrumentos de quema y un auto abandonado son las huellas de la intervención. Hoy, en su recorrida por este edificio, pasillos y paredes interrumpen la conexión con la Biblioteca, el Teatro y el Instituto Terciario donde hace décadas funcionaba la Universidad Popular. La dictadura se propuso impedir la formación y la escolarización de los adolescentes que tenían la perspectiva de acceder a la mejor educación, ciencia y arte. Lo que parecía una utopía, en esta experiencia lo más avanzado se hizo accesible a los más pobres. Para limitar las aspiraciones de las masas y degradar la educación, fue necesario para los militares organizar una “intervención modelo” que garantizara la desaparición de las mejores y mas novedosas conquistas de “la Vigil”.
Un proyecto de vanguardia
Lo que popularmente se denomina “la Vigil” comenzó como un proyecto vecinal impulsado por miembros del barrio Tablada de la zona sur de la ciudad de Rosario, en la década de 1930 con una instalación pequeña y desarrollo de talleres artísticos y pedagógicos abiertos a la comunidad. La creciente popularidad así como la iniciativa de sus impulsores habilitó a un constante crecimiento de este proyecto que hasta la intervención militar “no tuvo límites” y hoy es considerado “audaz, hasta delirante”. Veamos por qué: qué nos cuenta la actual Comisión Directiva en la visita guiada, investigadoras como Natalia García en sus trabajos al respecto e historiadores de la región.
En 1944 se abre una pequeña Biblioteca y en 1953 se crea una Sub-Comisión que gana autonomía para la búsqueda de recursos y crecimiento del proyecto. Posteriormente se impulsa “la rifa” que buscaba obtener fondos para la adquisición de recursos bibliográficos y permitir el crecimiento del proyecto que llegó a recaudar, décadas después, hasta 3 millones de dólares.
Al comienzo de lo que luego fue “la Vigil”, impulsada por un grupo de jóvenes, se atendía una biblioteca, se brindaba a la comunidad apoyo escolar así como clases y diversos cursos de distintas ramas de las artes. En el año 1959 la Biblioteca mediante una asamblea se separa formalmente de la vecinal y gana autonomía. Las dos décadas posteriores serán de un desarrollo “a saltos” del proyecto político, pedagógico, artístico y cultural que impulsa aquel grupo de vecinos acompañados por miles de socios y contribuyentes. Según Cristina Viano, investigadora y docente de la UNR, la institución sugió al calor de las demandas de los trabajadores de un espacio de acceso a la cultura, construida desde una modesta vecinal de la zona sur de la ciudad.
Como cuenta también Natalia García en su libro al respecto, investigadora y parte de la Comisión Directiva de la Vigil, durante 1960 la institución impulsó, además de la Biblioteca en crecimiento que llegó a contar con 80 mil libros, un sello Editorial propio que publicaba todo tipo de obras literarias y científicas, un Jardín de Infantes, una Universidad Popular, un Centro Recreativo y Deportivo, una Guardería y un Centro Materno-Infantil, un Museo de Ciencias Naturales y un Observatorio Astronómico, con un lente utilizado por investigadores y observadores por ser el primero de sus características en América Latina. Llegó a contar con 80 mil adherentes y 650 empleados en sólo 17 años.
Foto: Diario La Capital
En la siguiente década se impulsó el Instituto Secundario y una Escuela Primaria, que respondían a una escolaridad gratuita, mixta, laica y de doble turno, es decir, que si bien se trataba de una institución de procedencia privada (no estatal) era de acceso irrestricto. En 1977 contaban 20 mil socios y 3 mil alumnos entre la enseñanza formal y la no-formal. No sólo se orientó a recibir alumnos y socios del barrio y la zona sino que empleó trabajadores de sectores aledaños obreros y populares. Más allá de la magnitud del proyecto, es importante destacar una cuestión nada accesoria, la “excelencia” teórica y pedagógica. En palabras de la investigadora: “(…) la biblioteca Vigil se apropió de un modelo de excelencia o la así considerada “mejor educación” construida con mecanismos excluyentes para las mayorías, y la reubicó solidariamente hacia otros intereses sectoriales. Intramuros circularon un conjunto de bienes culturales que hasta entonces sólo podían encontrarse en un circuito escolar fuertemente arancelado y preponderantemente de tipo confesional.” A pesar de su magnitud, los impulsores nunca plantearon la estatización de La Vigil y la generalización por parte del Estado de estas experiencias, limitando su injerencia en la educación formal y pública a la que se accedía mayoritariamente.
Con el incremento de la represión legal e ilegal, este proyecto se vio fuertemente afectado sobre la segunda mitad de la década de 1970. En principio los directivos sufrieron atentados por parte de la Triple A y en 1977 se consumó la intervención militar luego del golpe encabezada por el Jefe de Policía Agustín Feced. Esta intervención comenzó por el secuestro y tortura de directivos y trabajadores del lugar, y posteriormente la liquidación material y política a partir del robo, venta y quema de bienes materiales. Se clausuró la Biblioteca, la Universidad Popular, el Centro de Recreación, entre otros. En la Escuela Secundaria se hizo el traspaso a la esfera pública, se intervino su dirección y se reemplazó gran parte del cuerpo docente con personal favorable al gobierno militar, como primeras medidas tendientes a la “normalización” de la escuela. Con la vuelta de la democracia la institución permanece intervenida por el gobierno pese a algunos intentos de recuperación de los socios, resistidos por funcionarios públicos del Ministerio de Educación quienes habían cumplido funciones en la dictadura.
La escuela permaneció intervenida en los gobiernos democráticos. La continuidad de la impunidad duró más de 20 años después de 1983. Recién en 2004 se constituye una asamblea de socios y comienza una lenta y difícil recuperación de la Biblioteca: en 2008 se obtiene nuevamente la personería jurídica y en 2014 se restituye parte de los bienes muebles. La Escuela Secundaria permanece dentro de la gestión estatal.
Hoy encontramos un grupo de ex-socios de la Biblioteca Popular Vigil que se reúnen desde el 2004, junto algunos integrantes del cuerpo de administración de la antigua biblioteca, investigadores y personas comprometidas que se incorporaron en esta nueva etapa para recuperar los edificios y patrimonio, los usos del mismo y su lucha por la memoria, la verdad y la justicia. Estas experiencias pedagógicas, artísticas y culturales fueron parte de los fenómenos que dio un movimiento de masas que aspiraba a la transformación social y que dio emblemáticas movilizaciones que desafiaron al régimen político como fue el Rosariazo del ’69. Los años siguientes se vivieron importantes procesos de la lucha de clases en la región y nuestro país.
Bibliografía:
GARCÍA, Natalia. El caso Vigil. Historia sociocultural, política y educativa de la Biblioteca Vigil (1933-1981). Rosario: FHUMYAR Ediciones. 2014.
JELIN, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo Veintiuno de España Editores. 2002.
PLA, Alberto (Coordinador). Rosario en la Historia (de 1930 a nuestros días). Tomo 2. Rosario: UNR Editora. 2000.
Folleto de Difusión: “La Vigil”, 2019. A cargo de Comisión Directiva Biblioteca Popular Vigil.