En el paso de mando no faltaron las sonrisas mutuas entre el golpista Temer y el ultraderechista Bolsonaro. Comparten el programa de privatizaciones y, especialmente, el de la reforma previsional.
Martes 1ro de enero de 2019 10:02
Con amplias sonrisas mutuas, Michel Temer pasó la banda presidencial hacia Jair Bolsonaro. Con ese gesto simbólico, el golpe institucional que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff y marcó los comicios en base a arbitrariedades, es consolidado.
Temer subió al poder con un golpe encubierto por el Poder Judicial, los medios y el parlamento para llevar adelante ataques más profundos que los que el PT ya venía haciendo. Bolsonaro fue electo en una elección manipulada por el Poder Judicial con el apoyo de los militares. Elecciones marcadas por medidas que impidieron a la población votar a quien quiera por la detención arbitraria de Lula.
Bolsonaro es la continuidad de Temer, esta vez con el Lava Jato y el juez Sergio Moro ocupando un super-ministerio y una presencia de miembros del ejército en los ministerios como no se ha visto en décadas. Ni los gobiernos de la última dictadura en Brasil, como el de Geisel y Medici, tuvieron tantos generales ocupando cargos del ejecutivo. Bolsonaro es una especie de Temer blindado, con la misión de atacar nuestros derechos y cambiar la correlación de fuerzas.
Bolsonaro asumió la presidencia en una Brasilia militarizada y con una presencia de público muy por debajo de las inmensas expectativas de su Gobierno y los medios de comunicación. Quisieron mostrar un "mandato popular" que le dé fuerza para aplicar sus reformas, como la previsional, pero no pudieron mostrar esa gigantesca movilización.
Sin embargo, eso no significa que Bolsonaro comience debilitado. Esta continuidad del golpe fue realizada para intentar cambiar la correlación de fuerzas en Brasil y en todo el continente. Buscan retirar nuestro derecho a la jubilación, entregar las riquezas nacionales al imperialismo con las privatizaciones y precarizar aún más todos los derechos sociales, como la salud y la educación, entre otros. Esa es la misión por la que los grandes empresarios trabajaron para su elección.
Un discurso reaccionario
En su discurso al público, Bolsonaro fue más reaccionario de lo que ya había sido ante el pleno del Congreso. En el Parlamento se limitó más a la Constitución y a atacar a los profesores y las "ideologías", buscando callar la voz de este importante sector de los trabajadores para que no puedan cumplir un papel de vanguardia en la lucha contra los ataques.
Más información: Bolsonaro asumió y anunció su plan de reformas contra los trabajadores
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Ante el público, Bolsonaro retomó el ataque a los profesores en referencia a la Escuela sin Partido, intentó congraciarse con los ruralistas que tanto lo apoyaron al hablar de la "defensa de la propiedad" y, entre diversas y reaccionarias frases sobre derechos humanos, prometió "que nuestra bandera jamás será roja, a no ser que sea manchada por nuestra sangre para mantenerla verde y amarilla". En el mismo discurso atribuyó su victoria al día en que "el pueblo se liberó del socialismo, de lo políticamente correcto", y llamó a "construir un movimiento por la ética y los valores morales".
Bolsonaro pretende acabar con "lo políticamente correcto" e imponer "su" derecho, el de las iglesias y el de toda la derecha a propagar un discurso para alimentar la violencia patriarcal y homofóbica. Este discurso, que busca agradar y mantener movilizada a su base más militante, tendrá que mediar ante los condicionantes que el poder judicial, el Congreso y otros actores coloquen a su mandato y, especialmente, frente a condicionantes puestos por la lucha de clases ya que la mayoría de sus votantes no lo votaron deseando la aplicación de una reforma previsional, principal propuesta de su Gobierno.
¿Cómo enfrentar a Bolsonaro?
Para enfrentarlo es urgente organizar, en los lugares de trabajo y de estudio, asambleas y promover la organización de base de los trabajadores, de la juventud, de las mujeres, de los negros y de los LGBTT para imponerle a las direcciones de los sindicatos que rompan con la "paz social" que están ofreciendo a Bolsonaro.
Una "paz social" que muy bien expresó Vagner Freitas, el presidente de la CUT (Central Única de los Trabajadores), al decir que ofrece una oposición "proactiva" y dispuesta a negociar una nueva reforma de las pensiones. Todavía más escandalosas resultaron las posiciones de Ciro Gomes, el candidato del Partido Democrático Laborista (PDT sus siglas en portugués). A pesar de mostrarse como una alternativa de centroizquierda en la campaña, en declaraciones a periódicos y televisión no sólo se mostró dispuesto a negociar los derechos de los trabajadores sino también a legitimar al Gobierno.
La posición de la CUT muestra cuál es la verdadera política del PT. A pesar de boicotear la ceremonia de posesión junto a los parlamentarios del PCdoB y del PSOL, está dispuesto a dejar pasar los ataques y aguardar hasta las elecciones del 2022. El PSOL con otro discurso y otro programa, actúa bajo el mismo frente parlamentario y la estrategia subordinada al PT.
Necesitamos organizar la lucha de los trabajadores en cada lugar de trabajo y estudio para imponer un urgente plan de lucha. Es imprescindible sacar lecciones de cómo la estrategia del PT, de confianza en este régimen golpista y en su "justicia", en la conciliación con la derecha y el empresariado, sólo conduce a derrotas.
Necesitamos confiar en las fuerzas de los trabajadores y de los oprimidos, tomando el ejemplo de los "chalecos amarillos" franceses, para imponer una derrota a este Gobierno de ultraderecha que acaba de asumir.