A poco más de un mes del asesinato de Carlos Orellano, sus familiares y amigos continúan con la búsqueda de la verdad. La causa quedó en pausa por la cuarentena, pero su padre sigue en pie de lucha.
Domingo 29 de marzo de 2020 17:37
El 24 de marzo se cumplió un mes de la desaparición seguida de muerte de Carlos “Bocacha” Orellano. Un joven de 23 años que había salido a bailar a un boliche de la fluvial en Rosario y fue asesinado por patovicas y policías. Su familia comenzó, junto a amigos de Bocacha, un camino de búsqueda de justicia. A partir de las medidas preventivas establecidas por la pandemia, los órganos judiciales dejaron de funcionar y la causa quedó frenada, “pero en el espíritu de nosotros y los amigos no se paró. Continuamente estamos viralizando comentarios en redes sociales, fotos pidiendo justicia”, contó Edgardo, padre de Bocacha en conversación con La Izquierda Diario.
En tiempos de coronavirus, las calles del país se encuentran inundadas de policías que en estos 13 días fueron denunciados por reiterados abusos de autoridad y violencia institucional, una realidad que es moneda corriente y que tiene victimas con nombres propios como el de Carlos pero que ahora, mediante el discurso preponderante de los medios de comunicación hegemónicos y justificado por la pandemia en palabras de los mismos gobernantes, busca ser legitimado socialmente. Sin embargo, el reclamo incansable de familiares como Edgardo sigue presente e invitan a hacer memoria sobre quienes son esas fuerzas policiales que intentan instalar que están para cuidar a la sociedad.
“Estamos en contacto también con la familia de Fernando (joven asesinado por un grupo de rugbiers en Villa Gesell) y queremos unir fuerzas para hacer un reclamo a nivel nacional, queremos empezar a reclamar medidas que cambien la justicia para que estas cosas no vuelvan a pasar. Proponemos juicios por jurados y que los jueces sean elegidos por el voto directo de la población, así como elegimos los otros dos poderes tenemos que elegir también a nuestros jueces y sacar a todos estos que encubren y no fueron elegidos por nadie”, expresó Edgardo a este medio.
Este padre, al que nada le devolverá a su hijo explicó los fundamentos de su lucha. “Yo quiero hacer justicia porque no quiero que haya ningún pibe mas al que le pase esto, quiero que puedan salir tranquilos a la calle”. Denuncia la complicidad y entramado que existe entre jueces, fiscales, empresarios, gobernantes y policías. “Nos reunimos con diputados de todos los bloques de la provincia y se comenzó a elaborar una investigación sobre los fiscales que intervinieron en la causa, que fueron cuatro, entre los cuales está Baclini. Ninguno fue capaz de preservar las pruebas del delito, dejando que el dueño del boliche vuelva a abrir y borre todas las pruebas. Mientras nosotros también continuamos la investigación por nuestra parte y buscando justicia”, declaró.
En la vereda de enfrente de esta familia, se encuentra el dueño del boliche, los patovicas y efectivos policiales involucrados que con ayuda de fiscales se encargaron de embarrar la cancha y poner palos en la rueda que dificultan la investigación y que ahora tienen un tiempo extra estando frenada la causa. “El abogado de Ming es Varela, el abogado de los narcos, el mismo abogado del empresario de Gourmet que incumplió la cuarentena tres veces y vive en las torres de lujo”, enfatizó Edgardo.
Una familia que promete no abandonar la búsqueda de la verdad, que sufren las complicaciones económicas al igual que miles de personas en este momento y a quienes se les suma el dolor irreparable de la pérdida de un hijo. “En este momento estoy vendiendo pescado. Uno de 3 o 4 kilos, lo vendo a 200 pesos, un precio súper módico para esta situación. Los mayoristas que nos compran dicen que no venden y nos bajaron los precios de compra a la mitad, en vez de seguir pagando lo mismo sabiendo que lo van a recuperar y que nosotros vivimos al día, ahora sacan ventaja”, contó Edgardo haciendo alusión a como sobrellevan la cuarentena.
Edgardo conversando con La Izquierda Diario cuenta cómo ve la situación actual, en el medio aparecen recuerdos y los transmite, “siempre había un guiso, un asado, un disco o algo para compartir. Estamos acostumbrados a vivir con dos pesos y los amigos de Carlos siempre se juntaban en casa, ahora lo siguen haciendo y me acompañan, pero ya no está él”. La nostalgia se mezcla con el dolor y la bronca. Edgardo promete no bajar los brazos, al igual que decenas de familias de víctimas que al pasar los años no abandonan la lucha. El denominador común es que son familias trabajadoras que pelean por la verdad y la justicia.