Ayer el diario El Día publicó que el 75 % de los hospitales de la Provincia están en situación crítica. El gobierno de Vidal dice que no puede afrontar el “gasto” para solucionarlo.
Lunes 14 de marzo de 2016 12:47
Foto: Elsalvador.com
En la mañana del domingo muchas y muchos platenses se desayunaron con una nota del diario El Día en la que se denuncia el estado crítico en el que se encuentra el 75% de los Hospitales de la Provincia de Buenos Aires. Entre otras cuestiones el artículo plantea que el deterioro de la infraestructura del sector “se agravó tanto que hoy harían falta más de 6 mil millones de pesos para revertir la situación”, una suma que, según informa el mismo medio, “el ministerio de Salud bonaerense reconoce no estar en condiciones de afrontar”.
Pero lejos de toda “novedad”, para el pueblo trabajador que día a día utiliza el servicio de la salud pública, esto es parte del desayuno diario.
Si se parte del supuesto que el acceso a la salud pública es un derecho que no se le puede negar a nadie, entonces ¿qué fue lo que llevó a esta situación de hospitales en ruinas?
Se cae de maduro (como los techos de varios de esos hospitales) que acá hay una desidia donde los gobiernos provinciales y nacional son los responsables. Hablan de crisis, pero las crisis no se generan de un día para el otro. Varios fueron los gobiernos que pasaron por el sillón y poco hicieron por la salud o la educación pública.
En los últimos diez años la falta de insumos, de personal, de equipamiento, de mantenimiento y de financiamiento de la atención primaria de la salud (para promover condiciones de salud y prevenir enfermedades) ha sido puesto en jaque por el Gobierno de Cristina y de Scioli. Se han recortado las partidas presupuestarias, en una escala inversa a la inflación. Y han mirado silenciosamente para otro lado.
Ahora bien, tampoco esto puede resolverse de un día para el otro, como obviamente dice la nueva ministra de Salud de la Provincia de Buenos Aires, Zulma Ortiz. Pero tampoco podrá resolverse “para mañana” si no es sacándole los beneficios económicos que se les otorga a la salud privada, a la educación privada, a la Iglesia Católica (que es subvencionada por el Estado), a las grandes empresas y monopolios y al pago de la deuda externa, entre otras fuentes de recursos.
Esta es la única vía posible para volver a poner de pie a los hospitales provinciales y municipales; para poder brindar una atención de calidad, para que sea eje la prevención y la promoción dela salud; y para que los trabajadores no sean quienes paguen de su bolsillo (en el mejor de los casos) o con su propia vida esta desidia que lleva años y cruza a todas las administraciones nacionales y provinciales que dejaron a la salud pública librada a su suerte.