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Red Internacional
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Crisis Económica. La crisis económica devora la industria y el crecimiento, y aumenta la austeridad

El último informe del FMI aborda el crecimiento brasilero duplicando sus previsiones de caída del PBI: antes la previsión era de 1,5% de retroceso, ahora ya se habla de una importante caída de 3% para el 2015 y otra caída de 1% para el 2016. En síntesis, la crisis económica en Brasil vino para quedarse.

Sábado 10 de octubre de 2015

Fotografía: Evelson de Freitas / Folha

Como sabemos que estos analistas del mainstream del pensamiento económico suelen ser optimistas con respecto a la recuperación del sistema, podemos suponer que las condiciones económicas tienden a deteriorarse aún más, concretando en el ámbito internacional una nueva fase de la crisis económica que afecta en particular a los BRIC, ya que vemos impactos importantes en la economía rusa, y sobre todo en la economía china.

Esa nueva configuración global es el punto de partida de los análisis de la economía brasilera y dan el tono de un doble movimiento que señala un futuro recesivo, o incluso menos elementos catastróficos en la economía nacional, confluyendo internamente una caída de inversiones, mayor inflación, mayor desempleo, caída en el consumo con una nueva caída en la economía internacional (3,1% de crecimiento, disminuyendo las expectativas del FMI) e impacto en conomías de fuerte influencia en Brasil, como la economía china.

La industria nacional bajo los efectos de la crisis

Los pilares del antiguo crecimiento se están deshaciendo uno tras otro en Brasil, y podemos decir que se combina un fin de ciclo petista y con una nueva configuración del país en la crisis económica internacional.

Si antes una alza en los precios de los commodities, un fuerte flujo de capital hacia los países emergentes y una política ofensiva de crédito fueron de cierta forma los pilares del crecimiento, hoy la situación se invirtió y demuestra cabalmente la fragilidad de la economía nacional.

La base fundamental está justamente en la industria, donde la caída es expresiva. Según datos del Instituto de Estudios para el Desarollo Industrial(IEDI), “el sector industrial acumuló una caída de 6,9% en los primeros ocho meses del año. En el acumulado de los últimos doce meses, el retroceso es de 5,7%, el peor resultado desde diciembre de 2009 (-7,1%)”. En otras palabras, lo que se señala es que la caída industrial en Brasil es la mayor desde el comienzo de la crisis internacional de 2008-2009. Al comparar agosto de 2015 con agosto de 2014, la caída más expresiva es en la industria de bienes de capital, llegando a 33,2%.

En una carta de la Asociación Nacional de Fabricante de Vehículos Automotores (ANFAVEA), se presenta un retroceso en la industria automovilística también dramática de 42,1% comparando septiembre de 2015 con septiembre de 2014, una caída que tiende a acentuarse si sigue la tendencia predominante, ya que solo en el último mes la variación negativa fue de más de 19% (lo que ya se ha sentido por los trabajadores en las automotrices, con despidos masivos en el sector que buscan descargar la crisis sobre los trabajadores).

La explicación dada por los propios economistas del Comité de Política Monetaria de Brasil es que además de los impactos negativos internacionales en general, las caídas de crecimiento en América Latina afectan bastante la economía y la exportación nacional, y que solo un ajuste “más intenso y más largo” podría recrear alguna perspectiva (lo que incluso para un pensamiento keynesiano sonaría improbable).

Sin duda, uno de los principales componentes que afectarán decisivamente la dinámica de exportaciones nacional es la vertiginosa valorización del dólar, que aun que pudiese ofrecer una perspectiva más favorable a la exportación nacional en algunos sectores, por las debilidades extremas de la industria brasilera (y su total dependencia del capital financiero, además de las combinaciones que implican dificultades de importación de materias-primas para la producción) han, por el contrario, acelerado su derrumbe y ampliado las tendencias a la primarización de la economía nacional.

En síntesis, la imagen de Brasil potencia se convirtió en una pesadilla: hace algunos años, la revista The Economist decía con buen grado que Brasil era la hacienda del mundo, pero la visión era la de una hacienda próspera y moderna: ahora, queda la imagen de una hacienda cada vez más rudimentaria, sin tecnología y productividad, enviando sus materias-primas para importar los productos a precios carísimos en el futuro.

Petrobras y constructoras en medio de la crisis

La situación económica que ha impactado profundamente la economía brasilera se combina con la fuerte crisis política en el país, que ha afectado el conjunto de la economía (sobre todo las perspectivas de inversión) y, particularmente, tiene su raíz en los escándalos de corrupción en Petrobras y la llamada operación Lava-Jato.

Desde el punto de vista del escenario internacional y el precio del petroleo, las cotizaciones medias del barril de petroleo de los tipos Brent y WTI alcanzaron 46,99 dólares y 42,86 dólares respectivamente en agosto, retrocediendo 27,2% y 27,7% respectivamente en relación a mayo. Esa caída en el precio del petroleo ya ha implicado importantes impactos en la empresa y en la economía nacional, ya que la importancia del sector de petroleo y gas desde el punto de vista de la crisis económica es vital, ya que corresponde al 13% del PBI nacional.

Eso se combina con el aumento del dolar, que en Petrobras tiene un impacto decisivo. En dos meses, la deuda de la empresa estatal (según datos de Economática publicados en el diario O Estado de São Paulo de 22 de septiembre de 2015) creció 100 mil millones, pudiendo sobrepasar la cifra de 510 mil millones de reales, aproximadamente el 10% del PBI de la economía brasilera en 2014. Eso porque aproximadamente el 70% de la deuda de Petrobras está en moneda extrajera, quedando completamente vulnerable a las oscilaciones monetarias.

Además, la crisis política y la operación Lava-Jato también son decisivas para el futuro de Petrobras y la situación económica: uno de los focos de la operación, que es la relación de la empresa con las constructoras, ha puesto de manifiesto un cuadro abismal de corrupción que involucra a partidos políticos, y ha llevado a que distintos intereses, incluyendo los imperialistas, operen para poner leña al fuego de la privatización e abogar por la solución de apertura al capital, es decir, implementar sustancialmente el proceso de privatización.

Desde el punto de vista de la economía, también la construcción civil –con los directivos de las constructoras en el foco de este escándalo de corrupción- ha sido duramente afectada por todo este contexto: el retroceso de la construcción civil con respecto al primer trimestre del año pasado apunta un 8,2%.

Con interrelación entre Petrobras y constructoras inmersas en el escándalo de corrupción, otros pilares fuertes del lulismo se deshacen en el aire con los efectos de la crisis política, la desembozada corrupción estructural y los efectos devastadores de la crisis económica.

Ajuste o... austeridad concentrada

Si en Europa se dio el nombre de austeridad a las políticas implementadas para reducir las condiciones de vida y quitar los derechos de los trabajadores y la juventud al interior de la crisis, en Brasil la expresión adoptada fue “ajuste fiscal”.

Sin embargo, lo que se está configurando está lejos de un simple ajuste. En primer lugar, por el impacto enorme que viene teniendo en la clase trabajadora, con crecimiento importante del desempleo en el último trimestre, que cerró con una tasa de 8,3% (IBGE).

Pero no se detiene ahí, porque el desempleo se ha combinado con la inflación cada vez mayor que se ha devorado el nivel de vida de la población, alcanzando más del 9%. Finalmente, esa situación se combina con una caída del consumo y del crédito, también era parte fundamental del ciclo anterior y que, en este momento, ha dejado una población asfixiada por deudas y el aumento de los precios.

De todas maneras, no se puede esperar nada más para este año y el próximo salvo una carga aun más pesada de la austeridad para los trabajadores, despidos masivos en la industria y una disminución de las condiciones de vida: definitivamente, un país completamente inmerso en la crisis económica y reproduciendo la fórmula aplicada en Europa y en distintos países en el mundo, descargando la crisis sobre los trabajadores.

Acuerdo Transpacífico y el difícil escenario que se avecina

No podemos esperar un escenario mejor en el próximo período si eso depende del capital financiero nacional. El último movimiento que apunta a una contradicción todavía mayor para la economía brasilera es el anuncio de un nuevo acuerdo transpacífico de libre comercio que reune 12 países, de Asia y las Américas. Entre ellos, además de Estados Unidos, Japón, Australia, México, y en Sudamérica, Perú y Chile. El bloque de países reúne el 40% del PBI mundial y tiene 793 millones de consumidores. La expectativa es que, si el acuerdo realmente se da, a partir de 2025 mueva 223 mil millones de dólares por año.

Un nuevo movimiento que muchos han analizado como importante avance en la política norteamericana, en lo que alcanza a los conflictos interestatales en detrimento de la Unión Europea y, particularmente, de China. En lo que atañe a la economía nacional, el impacto sin duda puede ser muy importante, tanto por el debilitamiento de China (y las consecuencias inmediatas en las exportaciones nacionales) como por la dificultad de China (y las consecuencias inmediatas en las exportaciones nacionales) como por la dificultad mayor de exportación brasilera para el conjunto de esos países. El propio ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior (MDIC), Armando Monteiro Neto, dejaba implícito en declaraciones en lunes (5) un claro fortalecimiento de Estados Unidos en Sudamérica, recurriendo a Europa como nuevo posible socio futuro, aunque en un escenario de extrema debilidad de economía nacional.

En lo que depende de la economía internacional y de la política económica brasilera, el país está entregado al pillaje imperialista del capital extranjero y más austeridad. Solo una respuesta política de los trabajadores independiente del gobierno y enfocada en las luchas y huelgas contra los ajustes y la austeridad puede generar una fuerza social capaz de cambiar el curso del país, que debe comenzar por que la crisis no sea descargada en las espaldas de los trabajadores.