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Red Internacional
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La despolitización del orgullo pone a los opresores en primera fila

Con el fin de las celebraciones y marchas por el orgullo en el Estado español, es necesario hacer un balance sobre su efectividad para el colectivo LGBTQ+

Martes 12 de julio de 2022

Hace una semana se dio fin a la mayoría de las varias celebraciones que se organizan por todo el Estado español en nombre del colectivo LGBTQ+. Su supuesto objetivo era aumentar la visibilidad de las personas del colectivo y darles voz. Sin embargo, cualquier persona que estuviera allí cualquiera de los días que se celebra el orgullo, sabrá que la realidad es muy diferente. Tras las pancartas despolitizadas y las carrozas de alguna que otra agrupación, se alza el verdadero interés en organizar tales concentraciones: el beneficio económico.

Dos millones de personas visitaron la ciudad de Madrid únicamente para celebrar el orgullo. El resto de ciudades también vio números masivos. Es en este ámbito en el que los propios Ayuntamientos están interesados en una celebración del orgullo, y cuanto más grande mejor. Todas estas personas dejaron únicamente en la ciudad de Madrid un total de más de 400 millones de euros. Con tal incentivo, hasta los gobiernos conservadores acogen al colectivo al que quieren limitar sus derechos con cada ley.

A esta fiesta por el dinero del colectivo se suman las empresas, sumergiéndose en el fenómeno del pinkwashing, es decir, apoyar movimientos sociales por el beneficio económico encubriendo su propia opresión y la de otros colectivos y sectores de la población. En Madrid –que celebró su gran manifestación el 9 de julio, para no coincidir con la cumbre imperialista de la OTAN que el gobierno español acogió en nuestro territorio, y subyugando la lucha del colectivo a ella– todas estas personas vieron pasar las carrozas de empresas que ya no solamente se interesan por el dinero del colectivo, sino que luchan activamente a las espaldas contra el colectivo y cualquier otro movimiento social.

En lo que posteriormente fue una fiesta vacía de reivindicación, empresas como Amazon –que super explota a sus trabajadores alrededor del mundo– encabezaron la cabalgata de empresa tras empresa que se posiciona en contra de la clase trabajadora. Empresas como Google, con su propio historial de racismo interno; Maricoin, que colabora con la destrucción del planeta en participación de un sistema hipercapitalista como son las criptomonedas; o Idealista, que se beneficia de la dificultad de los trabajadores para encontrar una casa, desfilaron con eslóganes que les proporcionaban un lavado de cara a sus prácticas opresivas.

Siendo ésta la configuración de apoyos de los orgullos a nivel nacional, no es de extrañar que las agrupaciones allí presentes se doblegaran ante la variedad de agentes interesados no en sus derechos, sino en el beneficio económico. Una parte, por ignorancia o negligencia, no respondía a consignas ni cualquier tipo de reivindicación política, con completa pasividad. La otra es mucho peor: el opresor se infiltra en las filas del orgullo.

Se pudieron ver cortejos lamentables, como el de una organización a favor de la gestión subrogada –una práctica profundamente antifeminista que ignora la realidad de las mujeres que usa y mercantiliza, ignorando cualquier tipo de interseccionalidad entre opresiones– o la presencia de grupos de fuerzas represivas del Estado, que marchan en el Orgullo, pero después reparten palos contra la clase trabajadora en protestas por todo el país.

Y es que el Estado estuvo presente de más maneras que las que se han mencionado. Ya no solo organizan un evento destinado a beneficiarse de la lucha por los derechos del colectivo, y va más allá de un grupo de policías que pudiera presentarse allí. Los propios partidos estatales y burocracias sindicales también estuvieron allí presentes. A parte de la presencia de CCOO y UGT en la manifestación, dos sindicatos liderados por una casta corrupta opuesta a los intereses de la clase trabajadora, pasearon cuatro carrozas del PSOE, Podemos, y Más Madrid, que nos representan de la misma forma pésima.

Estos partidos buscan directamente aprovecharse de la lucha del colectivo y ganar votantes, para que detrás de la purpurina se escondan los asesinatos a migrantes en Melilla, la represión contra los obreros en Cádiz, y dentro del propio colectivo, una Ley Trans que si bien representa un avance en distintos terrenos, no reconoce a migrantes, ni se atreve a reconocer el cuestionamiento del binario de género impuesto de forma Estatal. Las luchas del colectivo son ignoradas, su opresión mantenida, y pretenden perdonarse con la mera presencia en un acto que no defiende al colectivo, sino que abusa de él.

Éstas son las consecuencias de un orgullo profundamente despolitizado y carente de reivindicación. El silencio que deja la falta de consignas lo llenan las empresas y partidos oportunistas, que con una mano en la espalda siguen mandando a oprimir al colectivo, a las mujeres o a la clase trabajadora. Ante esta situación, el colectivo debe tomar conciencia, y chocar frontalmente con sus opresores, desplazándolos de su puesto de falso representante, y encabezando una lucha por los derechos alejada de estos grupos.

Pero la lucha no empieza de cero. Desde las revueltas de Stonewall en junio de 1969, un sector cada vez más creciente recupera el espíritu combativo que no acepta que se quite la voz al colectivo. También en todo el Estado, miles de personas marcharon con una reivindicación política real, que se enfrenta a sus opresiones. Estos manifestantes no están dispuestos a abandonar la lucha, y esperan que cada año sean muchos más. Ante la opresión, lucha.