El 1 y 3 de febrero de 2023, representantes de los países de América Latina y el Caribe aprobaron la Agenda Regional de Acción por el Agua para 2030. Cumplir el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6 (ODS 6), que es garantizar la disponibilidad de agua, su gestión y saneamiento para todos, ¿es posible?
Miércoles 6 de marzo 14:47
A pesar de que América Latina cuenta con el 35 % de mantos acuíferos –1/3 del agua dulce del mundo–, la disponibilidad del vital recurso para la población es brutalmente desigual.
Según datos del Programa Conjunto OMS/UNICEF para el Monitoreo del Abastecimiento de Agua y del Saneamiento de 2020, 161 millones de personas en la región no disponen de acceso a agua potable gestionada de manera segura (25 % de la población) y 431 millones no cuentan con saneamiento de agua (66 % de la población).
¿Cómo afecta el cambio climático a la región? Al estar mayormente rodeada por mar, como ocurre en el hemisferio sur (junto con el suroeste de África y el noroeste de Australia), cuenta con 50 % de zonas de "extrema" y "alta" vulnerabilidad climática. En las dos últimas décadas el hemisferio sur ha sufrido una pérdida de agua de hasta el 95 %. En las regiones áridas y semiáridas, la pérdida aumenta hasta casi el 100 %.
Los países con mayor riesgo de desecación son Brasil y Argentina; le siguen México, Uruguay y Chile con más del 50 % de zonas desérticas, aunque los demás países no están exentos de vivir duras crisis.
El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) pronosticó que los incrementos en la temperatura hacia 2070, indican una tendencia a la sequía y reducción de la precipitación de hasta un 20 % en el noreste de Brasil, México, Centroamérica y el Caribe. Este escenario podría adelantarse unos años si continúa la explotación y contaminación del medio ambiente.
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Para el mercado importa la ganancia, no el derecho
El modelo de desarrollo extractivista en América Latina explota las materias primas destinadas a la exportación, esto ha profundizado la deforestación y la quiebra del ciclo vital del agua. La Organización de los Estados Americanos (OEA) menciona que las últimas sequías y la escasez de agua en Centroamérica y el Caribe ocasionaron mayor pobreza, inseguridad alimentaria, migración e incrementaron brechas de género.
Es decir, los problemas sociales del sistema de explotación capitalista se ven agravados por los problemas medioambientales que causa.
Desde la década de 1980 los desastres relacionados con el agua (hidrológicos, meteorológicos y climatológicos incluyendo tormentas, inundaciones, desplazamientos de masa húmeda y sequías) se han duplicado, pasando de 344 a 615 desastres reportados.
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Como consecuencia, América ha registrado el 15 % de fallecimientos, el 6 % de afectados y un 53 % de pérdidas económicas mundiales. Un ejemplo de esto es la "megasequía de Chile Central" que, con 14 años, constituye la más larga en mil años, agravando una tendencia a la desecación (Organización Meteorológica Mundial).
Uruguay, con un 60 % de su territorio afectado por la sequía extrema, declaró la emergencia agrícola en octubre de 2022. Más de 75 mil personas sufren la falta de acceso al agua potable y el acceso para los cultivos y el ganado también es limitado.
Las principales embotelladoras de agua se apropian de millones de litros en todos los países latinoamericanos. En Uruguay, estas son las cifras: Salus (y Matutina) de la francesa Danone, pueden extraer hasta 3.8 millones de litros de agua subterránea al día; Nativa de la chilena CCU, tiene permitidos 2 millones, y Coca-Cola usa 1 millón de litros de agua de la empresa Obras Sanitarias del Estado (OSE) por día.
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En mayo de 2023, el gobierno uruguayo autorizó a OSE distribuir agua no potable, con mayores niveles de sodio y cloruro, siendo que ya había autorizado aumentar los niveles de trihalometanos por encima de la norma. Esta sustancia es un derivado del proceso de potabilización, posiblemente cancerígeno en exposiciones duraderas, que se absorbe tanto al beber el agua como al respirar sus vapores al bañarse o en contacto con la piel.
Defendamos el agua
La escasez de agua conlleva efectos sociales, económicos y culturales. En el caso de las comunidades rurales e indígenas, Nazaret Castro de la revista La Marea, menciona la “expulsión de sus tierras, ruptura de sus modos de vivir y economía; inflación, prostitución, militarización de los territorios, destrucción de pueblos, criminalización y judicialización de las resistencias”.
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Los gobiernos de América Latina, ya sean de derecha o se reivindiquen progresistas, se unen a las grandes empresas transnacionales para despojar a la población y a los pueblos originarios de sus tierras y recursos naturales. Ante esta situación cada vez más crítica, es importante que las luchas trasciendan las problemáticas locales, las fronteras nacionales y cuestionen la irracionalidad del sistema capitalista internacional. Requerimos formas democráticas para gestionar el agua, que estén bajo el control de trabajadores de los sistemas de agua y las comunidades, que no dependan del lucro de las corporaciones transnacionales ni de gobiernos que deciden por nosotros.
Mientras las empresas, que no se preocupan por el futuro del planeta ni por el de las masas pobres y trabajadoras, se enriquecen y consiguen concesiones de extracción de agua que no pagan o lo hacen a precios muy bajos, la población y regiones naturales mueren de sed. ¡Urge la organización nacional e internacional en toda América Latina en defensa del agua para impedirlo!
Sigamos el ejemplo de 2021 en Chubut, Argentina, donde la unidad entre el movimiento ambiental, la juventud, los trabajadores, sindicatos y las comunidades Mapuche-Tehuelche mostró una poderosa alianza obrera y popular que fue capaz de frenar la Ley de zonificación minera, que permitía el uso de cianuro y otras sustancias tóxicas en esta actividad económica.
Las y los trabajadores de América Latina podemos dar una solución estructural al problema del agua, terminando con este modelo productivo extractivista y del agrobusiness, que saquea los recursos hídricos y naturales de la región.
La lucha por el derecho al agua de calidad es parte de la lucha contra la contaminación ambiental y el cambio climático que nos impone el capitalismo, un sistema irracional que está llevando al propio planeta a la catástrofe, solo por garantizar el enriquecimiento de una minoría privilegiada.
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