Es peronista desde hace más de 50 años. Estuvo con Menem, Duhalde, Massa y también colaboró con el macrismo. Conocé la historia del nuevo interventor del Partido Justicialista.
Claudia Ferri @clau.ferriok
Sábado 21 de abril de 2018 10:32
Un nuevo capítulo en la crisis del peronismo se abrió con la asunción de Luis Barrionuevo como interventor del Partido Justicialista tras el fallo de la Justicia. El hombre de 76 años que negoció con los militares, fue ultra menemista y duhaldista, que juega con el massismo y que pidió dejar gobernar a Macri sin mover un solo dedo para enfrentarlo; se convirtió en el nuevo jefe del PJ y ahora va por las 62 Organizaciones.
Llamó a todos los sectores a trabajar de cara a las elecciones de 2019 pero ni una palabra de cómo enfrentar el ajuste.
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Hace 50 años que Barrionuevo es peronista y dirige hace décadas uno de los gremios más explotados. Cuenta en su currículum con haber sido funcionario, diputado y senador del PJ. Quemó urnas en Catamarca cuando no pudo presentarse a las elecciones del 2003, fue presidente de Chacarita entre 1993 y 2005 y hasta panelista de Intratables en Animales Sueltos.
Pero hay mucho más para contar. Aquí presentamos la historia del dirigente gastronómico a través de sus frases más célebres. Una historia cruzada por declaraciones verborrágicas, negociados, privilegios y métodos gansteriles.
“En la época de los militares […] se negociaba”
Corría el mes de junio de 2015 y en la entrevista brindada al canal América Barrionuevo afirmó sin vergüenza que “en la época de los militares hacíamos paros, huelgas, lucha, se conversaba, se negociaba”, refiriéndose a la última dictadura militar en Argentina iniciada en 1976. Y “Luisito”, como lo llaman aún los eternos popes sindicales, siempre fue un negociador de primera cuando se trata de acumular poder. Pero sus inicios comenzaron algunos años antes del golpe militar.
Según la investigación del periodista Daniel Olivera en la biografía no autorizada Luis Barrionuevo El Macho, la bestia de la Democracia (2004), Barrionuevo se acercó a la pequeña seccional del gremio gastronómico de San Martín en 1972 cuando tenía 30 años; diez años después de haber llegado a Buenos Aires de su Catamarca natal. En 1975 ya controlaba la sede abriendo una lucha interna con la conducción nacional que estaba representada por los hermanos Elorza, peronistas como él.
Envalentonado, ocupó el Consejo Nacional del gremio a fines de ese año usando los métodos a los que nos tiene acostumbrados la burocracia sindical: patoterismo, amenazas y hombres armados. Pero “la hazaña” duró dos días, una orden judicial lo obligó a desalojar el lugar y devolvérselo a los Elorza. El castigo fue la expulsión del sindicato bajo la acusación de “montonero”. Pero era un argumento tan poco creíble ya que en los meses siguientes se lo se veía frecuentando nuevamente las oficinas de San Martín aunque sin ocupar un cargo institucional.
Admirador de Rucci y militante de la Juventud Sindical Peronista; por esos años Barrionuevo supo cosechar amistad y alianzas con los peso pesados del sindicalismo ortodoxo entre ellos Casildo Herrera, Lorenzo Miguel, Alberto Brito Lima (del Comando de Organización) y con su “padrino sindical” Jorge Triaca; dejando en claro su pertenencia ideológica a la derecha peronista.
Barrionuevo en su juventud
Con el golpe, la cúpula sindical negoció y colaboró abiertamente con los militares y empresarios mientras miles de trabajadores eran secuestrados y desaparecidos por cuestionar el orden social y la propiedad fabril. Compartían el mismo enemigo: el “subversivo” según las Fuerzas Armadas, el “zurdo” o “infiltrado” según los sindicalistas ortodoxos. Esta colaboración mutua se estableció también con los burócratas de medio peso, como era Barrionuevo en aquel momento. Dice su ex mano derecha en un testimonio brindado a Olivera:
“En marzo, cuando vino el golpe, lo debe haber favorecido no tener ningún cargo oficial. Nunca me dijo […] cómo había hecho para acomodarse tan bien con los milicos. Es más, acá en la seccional San Martín todo siguió funcionando normalmente. Como si nunca hubiera habido un golpe militar”.
Según informa la página de Osuthgra, Barrionuevo volvió al gremio oficialmente de la mano del interventor militar Carlos Manuel Valladares en 1979 como delegado normalizador de la obra social de los gastronómicos. Un cargo clave para construir poder en el sindicato, controlando la caja, y para tener “chapa” dentro del Partido Justicialista donde siempre quiso escalar posiciones. También desde ese año formó parte de la Comisión de Gestión y Trabajo dirigido por Triaca padre que colaboraba abiertamente con el gobierno militar para contener el descontento obrero a cambio de mejores prebendas. Por aquellos años ya había comenzado su relación con Graciela Camaño, quién inició su carrera en el gremio y participó de los turbios negocios de su compañero de ruta.
“Soy el recontra alcahuete de Menem”
No sólo fue su recontra alcahuete. Gracias a Barrionuevo, Menem pudo financiar las internas del PJ y la campaña presidencial de 1989. Incluso le llenó dos actos en la cancha de River sacando todo el aparato a las calles. Pero, ¿cómo lo hizo?
La Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la República Argentina venía creciendo desde la época de la dictadura. La política de desindustrialización de Martínez de Hoz llevó a debilitar el “poder de fuego” de poderosos gremios industriales y en su lugar crecieron las actividades ligadas a servicios como los mercantiles, telefónicos o gastronómicos donde los salarios de los trabajadores eran cada vez más bajos en detrimento del poder sindical acumulado por sus direcciones.
Intervenido el gremio por el radicalismo, en 1985 ganó por primera vez las elecciones a nivel nacional y desde su sillón trabajó para la candidatura de Menem. Recibió la silenciosa colaboración del joven armador político alfonsinista “Coti” Nosiglia, quién se convirtió en un aliado indiscutible de Barrionuevo hasta el día de hoy. De la amistad entre ambos, y con ayuda del radicalismo, surgieron los fondos que permitieron instalar a Menem como candidato en las internas del PJ con el objetivo de debilitar al peronismo “renovador” de Antonio Cafiero. Así fue como Menem ganó con el 47% de los votos. A cambio, Barrionuevo obtuvo el control del Instituto Nacional de Obras Sociales (INOS) que administraba el millonario tesoro de todas las obras sociales.
En octubre de 1989, cuando ya se empezaba a discutir la reestructuración del Estado y la flexibilización laboral, el dirigente gastronómico jugó nuevamente a favor del gobierno dividiendo a la burocracia de la CGT en dos bandos durante el Congreso realizado para reelegir a Ubaldini en la secretaría general. Ese día en plena Avenida Corrientes un ejército de culatas y barrabravas de Chacarita dirigidos a los gritos por Barrionuevo, se enfrentaron a los metalúrgicos de Lorenzo Miguel a punta de armas y cadenazos limpios.
Menem, Barrionuevo y Graciela Camaño, la actual jefa del bloque de diputados del Frente Renovador
Otra de las “ayuditas” menos conocidas de Barrionuevo para sostener el régimen neoliberal menemista fue su coautoría, junto a Nosiglia del famoso “Pacto de Olivos” entre Menem y Alfonsín en 1993 que permitió la reelección del primero. Este pacto permitió la gobernabilidad del régimen y la consolidación de la política pro-imperialista basada en la convertibilidad, la flexibilidad laboral, la desocupación a gran escala, y la privatización de los servicios públicos. No fue la primera ni la última vez que el PJ y la UCR garantizaron un ajuste sobre el pueblo trabajador. Durante los tres años que van de gobierno macrista, los diputados y gobernadores de ambos bloques votaron todas las leyes antipopulares entre ellas el histórico robo a los jubilados.
El dirigente gastronómico junto Eduardo Duhalde, otro aliado político desde hace años
“Tenemos que dejar de robar por lo menos dos años”
Barrionuevo duró menos de lo que esperaba en la función pública, pero como buen negociador buscó sacar la mejor tajada de la situación. Cuando afirmó en el programa de Mariano Grondona en 1990 que para sacar este país adelante “tenemos que dejar de robar por lo menos dos años”, si bien se ganó el repudio popular se hizo conocido dentro del mundo mediático.
En los meses siguientes se paseó por los canales intentando justificar sus dichos pero la verborragia de Barrionuevo (que ahora tratará de "contener" su coequiper Campolongo) no paró y sumó otra polémica a fines de ese año cuando en una entrevista en Radio del Plata le preguntaron si su fortuna personal la había hecho trabajando y la respuesta fue: “no, no la hice trabajando, porque es muy difícil hacer la plata trabajando” (1).
Con anillo y reloj de oro, jugador de Paddle de muchos años y asociado del exclusivo Golfers Country Club de Pilar; Barrionuevo no sólo es sindicalista y político también es empresario gastronómico. Cuando compró dos exclusivos restaurantes en las zonas más exclusivas de la ciudad de Buenos Aires, lo primero que hizo es echar a gran parte del personal.
En su cumpleaños 73 (2015) junto a Angelici. Un cumple bien PRO
La fiesta de cumpleaños número 75 de Barrionuevo estuvo inspirada en la película "El padrino"
Además de las ganancias que recibe con sus negocios privados, su sueldo mensual del sindicato supera los 140.000 pesos más aguinaldo. Pero también recibe un porcentaje de los negocios que abogados y empresas realizan con su organización, es decir, una coima. Cuando era funcionario menemista pasó de vivir en una modesta casa a comprar en Villa Ballester la mansión que pertenecía a la familia de la primera dama, los Awada, con quiénes entabla una amistad de muchos años.
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Como ocurre con muchos dirigentes sindicales, Barrionuevo vive completamente alejado de los intereses y las necesidades de los trabajadores que dice representar. El gremio que nuclea a mozos, hoteleros, cocineros y bacheros es uno de los que tiene mayores niveles de precarización en el ámbito laboral. Durante el kirchnerismo el trabajo informal alcanzaba el 47 %, según datos de la Oficina Internacional del Trabajo en 2012.
Además el salario promedio entre los gastronómicos no llega a cubrir la canasta familiar, las jornadas de trabajo superan las 10 horas y quiénes están en blanco tienen convenios basura que perpetúan la explotación de los empresarios.
Ni Barrionuevo ni los dirigentes peronistas pelearon realmente por acabar con el trabajo precario. Eso implicaría enfrentarse al Estado y al poder de turno, perdiendo gran parte de sus privilegios.
La foto muestra la complicidad entre Macri y el nuevo interventor del PJ
El peronismo funcionó históricamente así: cuando son oficialismo consideran a los sindicatos prácticamente como una “oficina” más del Estado, cuando son oposición garantizan el ajuste. Siempre desmovilizando al movimiento obrero aunque sea el único que a través de un plan de lucha nacional y paros generales contundentes, puede frenar las medidas impopulares y darle un duro golpe a las ganancias de los empresarios. Podríamos decir que para la concepción que el peronismo tiene de los sindicatos, los verdaderos enemigos son los gremios o comisiones internas dirigidas por la izquierda trotskista que pelean por la independencia de clase y que no se someten ni a los intereses de los capitalistas, ni del Estado ni de los partidos burgueses -entre ellos el PJ- que juega históricamente un rol de contención declamando la armonía entre el capital y el trabajo. Algo que la historia ha demostrado completamente imposible. Ya lo dijo el mismo Barrionuevo: “No me gusta la izquierda, soy peronista”.
1. El dato aparece en La hegemonía menemista. El neoconservadurismo en Argentina 1989-2001, de Alberto Bonnet.
Claudia Ferri
Historiadora, UBA. Columnista de la sección Historia de La Izquierda diario.