“La huelga, más crecida, corrió de la segunda mesa a una tercera, con el mismo resultado, y así a una cuarta y a una quinta. En menos de veinte minutos, todo el comedor de la gran fábrica estaba anegado por la huelga”
Jueves 20 de enero de 2022 12:55
Ilustración: “Manifestación” – Antonio Berni, 1934
Gutiérrez quiso tomar un trozo de pan con la mano izquierda, siempre más impulsiva que la derecha, y sin querer empujó el vaso; la huelga se derramó sobre el mantel, se expandió por la mesa y cayó chorreando sobre sus compañeros. Algunos se levantaron sobresaltados, alzaron los brazos, vociferaron, otros se quedaron sentados tratando de proteger sus platos, otros ni siquiera hicieron caso y siguieron comiendo. Gutiérrez, presuroso y algo avergonzado, quiso contener la huelga con sus manos, volcando torpemente saleros, tarros de aceite, frascos de vinagre, y otros vasos, que derramaron más huelga, que se mezcló con el aceite, con el vinagre, y un poco de sal, haciéndola más difícil de retener y de limpiar. La huelga siguió expandiéndose por toda la mesa. Otros obreros se levantaron de sus asientos, algunos ya furiosos, empujando platos y cubiertos, y derramando sus propios vasos sobre el mantel en gesto de queja. La huelga creció y fue corriendo desde el mantel al suelo y del suelo a la mesa de al lado. Los obreros de la mesa vecina sintieron sus pies algo resbalosos y, al mirar al suelo, vieron la huelga que corría. Alzaron la vista, alertados también por el griterío de la mesa vecina y levantándose para ver qué sucedía derramaron sin querer huelga de sus vasos (aunque se sabe que algunos de ellos daban vuelta sus vasos sobre el mantel muy a conciencia). La huelga corrió por aquella mesa también.
“levantándose para ver qué sucedía derramaron sin querer huelga de sus vasos (aunque se sabe que algunos de ellos daban vuelta sus vasos sobre el mantel muy a conciencia). La huelga corrió por aquella mesa también”
En la primera mesa ya no quedaba ningún obrero almorzando, todos estaban de pie y vociferaban, incluso los más viejos y los más tímidos. La huelga, más crecida, corrió de la segunda mesa a una tercera, con el mismo resultado, y así a una cuarta y a una quinta. En menos de veinte minutos, todo el comedor de la gran fábrica estaba anegado por la huelga. Los obreros vociferaban y alzaban los brazos exaltados, todos inundados en huelga. Pronto comenzaron a organizar sus gritos y sus voces, y el griterío inicialmente desordenado se fue transformando en cánticos y en consignas. La huelga comenzó a correr a través de las puertas que daban a la sala de máquinas, a las oficinas de administración, a los depósitos, extendiéndose hacia todo el edificio. Detrás de la huelga iban los obreros, ya las mujeres, ya los más jóvenes, ya los ancianos, todos alzando los brazos y entonando el mismo cántico y las mismas consignas, que, como la huelga, iban inundando todos los espacios. En una hora, la huelga se había expandido por toda la fábrica. No quedaba un solo rincón a donde la huelga no hubiera corrido. Los obreros más intrépidos se habían ocupado muy bien de que la huelga se derramara en todos los sectores y áreas; muchas veces eran las mujeres las que iban en grupos de cinco, de diez, de quince, derramando la huelga y entonando cantos cada vez más beligerantes.
Se había derramado tanta huelga ya, que comenzó a correr hacia afuera de la fábrica. Iba por los bordes del camino, y pronto comenzó a subirse a las veredas. Detrás iban las obreras, los obreros que eran muchos, pues aquella fábrica era la más grande del lugar. Además de los cánticos, habían empezado a escribir las consignas en banderas improvisadas que agitaban de un lado al otro. Viva la huelga derramada, decían, vivan las obreras, vivan los obreros de la fábrica. Y el torrente de la huelga avanzaba por el camino y por las veredas, hasta que pronto llegó hasta otras fábricas. Los patrones mandaron a los ordenanzas y obreros de limpieza a tapar las puertas, a cubrir las alcantarillas, pero ya era tarde; los ordenanzas y obreros de limpieza no hacían caso y la huelga se iba colando y colando dentro de sus fábricas. Desde afuera podía oírse el griterío expandirse en cada fábrica a donde la huelga se derramaba y, al poco tiempo, iban saliendo las obreras y los obreros, todos empapados en huelga, también con sus cantos, sus pancartas, carteles y banderas, que eran otros, pero todos lo mismo.
“Se había derramado tanta huelga ya, que comenzó a correr hacia afuera de la fábrica. Iba por los bordes del camino, y pronto comenzó a subirse a las veredas”
Así ocurrió que el barrio aquel fue anegado por completo por la huelga, que corrió por todos los caminos y calles. A media tarde, todo un gran sector de la ciudad estaba enteramente bajo la huelga. Los obreros se conglomeraban en las avenidas, sus cánticos se hacían un solo cántico, sus pancartas y banderas se multiplicaban y crecían, y los mensajes que estas mostraban eran cada vez más y más desafiantes, más y más radicales.
Además, resulta que aquel sector de la ciudad era el más alto, así que de allí fue bajando la huelga hacia el resto de la ciudad con una potencia de correntada. No hace falta ser adivino para imaginar que pronto la ciudad entera estaba cubierta de huelga. Los ricachones se apuraban a tomar sus cosas y mandarse a mudar para otros lugares, para no mancharse con la huelga que “enardecía las mentes y las enajenaba”. ¡Vaya bárbaros, gritaban, vaya brutos y bestias, que se dejan llevar por tales patrañas! Y se subían a sus coches con lo poco o lo mucho que habían conseguido llevarse. Hay quienes dicen que no llegaban lejos, que la huelga derramada era tan grande y tan poderosa que no había camino que se salvara. Corría por todos lados, se desparramaba por todas partes, y de pronto no era ya solo aquella ciudad, sino las ciudades vecinas, y las vecinas de las vecinas.
“No hace falta ser adivino para imaginar que pronto la ciudad entera estaba cubierta de huelga. Los ricachones se apuraban a tomar sus cosas y mandarse a mudar para otros lugares, para no mancharse con la huelga que “enardecía las mentes y las enajenaba”
Y la huelga se siguió derramando. Volcándose en los ríos, a los cuales fue haciéndolos crecer y crecer, inundando lugares muy lejanos. Dicen que ya llegó hasta los mares, y que el torrente es tan enorme que se ve a la huelga extenderse lejos hacia el horizonte. Dicen incluso que ya ha cruzado a otras tierras, a otras regiones donde hablan otros idiomas, a pesar de que las banderas exclamen cosas parecidas, a pesar de que los cánticos sean más o menos los mismos. Y las obreras y los obreros van detrás de la huelga, cada vez más y más numerosos, cada vez más y más unidos.