La escritora nicaragüense Gioconda Belli pasó por Buenos Aires, invitada a la Feria Internacional del Libro. Nacida en Managua, su obra incluye poesía, novelas y una autobiografía, El país bajo mi piel, que recorre sus años en el Frente Sandinista de Liberación Nacional y la caída de la dictadura de Anastasio Somoza. Entre sus libros se encuentran La mujer habitada, Waslala, El país de las mujeres, y su novela más reciente es Las fiebres de la memoria, publicada por Seix Barral-Planeta.
Muy cerca del cementerio de Recoleta, en medio del bullicio de un hotel porteño, el lunes 29 la escritora que reparte su vida entre Estados Unidos y Nicaragua nos recibe para conversar sobre su visita a Buenos Aires y su novela más reciente. En conversación con Fernando Rosso y Celeste Murillo del programa radial El Círculo Rojo, Gioconda Belli habló sobre la violencia machista, el movimiento de mujeres actual y el rol de los varones, su visión sobre la literatura en momentos de experimentación y polarización política. Imprescindibles e inevitables, muchos de los debates que hoy atraviesan América latina y las aspiraciones de la injerencia imperialista de Estados Unidos en la región, también asomaron en esta charla, con encuentros y desencuentros. Un día después, un nuevo intento de golpe fallido en Venezuela volvió a poner en discusión la situación que se vive entre el descontento con el régimen desgastado de Nicolás Maduro y las políticas que ensaya la derecha venezolana detrás del autodenominado “presidente encargado” Juan Guaidó para aprovechar ese descontento, e instalar un gobierno afín a los intereses de Estados Unidos en la región.
Aquí el video, y abajo la transcripción de la entrevista.
Fernando Rosso: En tu novela Las fiebres de la memoria hay varias historias, una muy cercana a tu pasado pero también temas que están en el presente, ¿qué querías contar?
En primer lugar es una historia familiar fascinante, y siempre pienso que tenemos sed de ese tipo de historias que siempre son seductoras, porque todos tenemos de alguna manera ese deseo de saber de dónde venimos, qué pasó en el pasado, cómo fueron nuestros ancestros, los secretos de familia, y todo eso es como una intriga que rodea esta novela. Por otro lado, pensé en ese fenómeno actual, que siempre ha existido pero que ahora está teniendo una vigencia muy grande, que es la migración; cómo situaciones políticas, situaciones personales, hacen que la gente busque cómo salir de un país, llegar a otro y reinventarse en la vida. Cada uno de esos saltos geográficos tiene que ver también con un salto anímico, con enfrentarse a una situación muy diferente, perder en cierta manera la identidad que uno tiene al existir en el país donde naciste, tener que aprender otro idioma. Todo eso me pareció que tenía una actualidad importante. Por otro lado, la construcción de la identidad masculina, porque yo he escrito muchas novelas sobre la identidad femenina y me pareció interesante ponerme en los zapatos de un hombre…
FR: ¿Y creés que lo lograste?
Sí, creo que sí, porque las mujeres estamos acostumbradas a ponernos en los zapatos de los hombres, además pensamos mucho en lo que piensan los hombres, tenemos eso por vocación casi biológica, porque siempre estamos tratando de pensar qué piensan los hijos, y con los hombres pues es igual, nos interesan los hombres.
Celeste Murillo: A lo mejor suena como un lugar común, es algo que seguro te preguntan un montón, pero es medio inevitable. Nicaragua siempre marcó tu literatura, está muy presente, de forma directa, a veces indirecta como Faguas. ¿Es algo que decidís antes de escribir o si alguna editorial viniera y te dijera que no lo podés hacer, sería imposible?
He escrito, en el caso de El pergamino de la seducción, por ejemplo, no aparece Nicaragua. Realmente Nicaragua forma parte de mi esencia, entonces sí es una referencia que yo quiero mantener, o sea, de alguna manera, pero también pienso que uno no puede limitarse. La imaginación tiene esa sed de exploración también, y en la medida en que vas escribiendo más y más querés tocar otros temas que no has tocado. Y este tema me encantó por eso también. Porque, por un lado, tiene la universalidad, porque empieza en Francia, toca un tema también muy interesante que es la Revolución, qué pasa después de una revolución, que de alguna manera es traicionada y apareció un rey, ¿me entendés? Pasa de una revolución al terror, a Napoleón, a la monarquía, entonces eso resuena en mi corazón. Y por otro lado, la llegada a Nicaragua de este hombre, que de una manera extraña parece vinculado conmigo, es una cosa muy sugestiva, porque además en Nicaragua se dio en ese tiempo una enorme migración de personas que llegaron de Inglaterra, de Francia, de Italia y que hicieron familias en Nicaragua, tenemos muchísimos nombres de familias alemanas, francesas. Y es cierto que les dieron tierras gratis, y se instalaron en Nicaragua. El cultivo del café se lo debemos a una pareja de alemanes. Cuando fue la Segunda Guerra Mundial había muchas familias alemanas en Nicaragua y [el dictador Anastasio] Somoza le declaró la guerra a Alemania, fue el primer país que le declaró la guerra, para poder confiscar a los alemanes. Entonces confiscó las tierras, las haciendas de los alemanes que eran muy prósperas, y a los pobres alemanes que ya no eran ni siquiera los originales los mandaron a un campo de concentración en Texas, y después los mandaron a Alemania. Increíble, porque nada tenían que ver con Alemania ya.
FR: ¿Esto te viene por relatos familiares o hiciste una investigación histórica sobre Francia, Inglaterra, Nicaragua…?
Claro, hice una investigación tremenda. La investigación, para mí, cuando escribo una novela, es uno de los grandes placeres, porque hay una mezcla entre lo que vas descubriendo en la investigación y cómo la imaginación va aprovechándose y va conformando el todo, la película que estás contándonos en cierta manera. Porque yo pienso que la novela para ser exitosa y para atrapar al lector tiene que tener mucho de verdad, tenés que crear un mundo creíble. Y realmente este mundo es sumamente creíble porque es sumamente apegado a la realidad histórica; por ejemplo, las direcciones, los caminos en Nueva York, las calles por las que caminan, todas ahí estaban en ese momento de la historia; los barcos en que cruza el océano él eran así en ese tiempo. Me metí a hacer una investigación sobre Liverpool –él sale de Liverpool–: cómo era la primera clase, la tercera clase, quiénes iban ahí. Porque también era otro gran momento de la migración, que fue durante la hambruna de la papa en Irlanda, mucha de la gente que se iba en esos barcos era gente que emigraba porque se estaban muriendo de hambre. Y la historia de la “Ruta del Tránsito”, creada por Cornelius Vanderbilt cuando se da la fiebre del oro, para evitar que la gente tuviera que ir de Nueva York hasta el Estrecho de Magallanes y volver a subir para llegar a California, empiezan a buscar rutas alternativas y Nicaragua tiene ese río que desemboca en un lago, que solo 25 kilómetros después está el Pacífico. Esa ruta fue fundamental, importantísima para la historia de Nicaragua. De ahí llegó un filibustero, William Walker, que se hizo presidente de Nicaragua por un tiempo, quería anexar Nicaragua a los Estados Unidos. La historia del canal hizo que Nicaragua se convirtiera en un punto muy importante geopolítico para los Estados Unidos, nos invadieron un montón de veces por eso. Todo eso está metido en la narración de la historia de una u otra manera.
FR: Hablando de la literatura, en general de la creatividad –es una pregunta que quizás no tiene respuesta pero que vamos a seguir haciendo–: ¿de dónde surgen las historias? ¿De dónde surge la inspiración? ¿Qué es lo que te inspira a vos a terminar escribiendo estas historias?
Diferentes cosas, por ejemplo La mujer habitada nació de un sueño de tuve, donde vi la mujer en el árbol. Y eso tomó 15 años, la mujer en el árbol primero era una mujer que vivía después de la Revolución o que había muerto durante la Revolución y la otra una mujer que vivía después de la Revolución… 250 páginas más tarde me di cuenta que no funcionaba y tuve que volver a empezar. Sofía de los presagios se me ocurrió por una historia que me contó alguien de una gitana que habían dejado. Waslala… me costó muchísimo esa novela, pasé seis años escribiéndola porque la historia no me salía, pero es misterioso. Por ejemplo esta historia, yo la conocía, pero cuando escribí El país bajo mi piel, que era un enfoque sobre ese tiempo de mi vida –y dicen que la memoria es como una ventana sobre una vida–, y empecé a pensar en mi infancia y en esa historia de mi papá y no la puse porque dije, “esa historia no la puedo contar muy superficialmente porque es una historia pesada”. Hay una historia, que tiene tantas ramificaciones, y creo que de ahí me quedé con la idea de que debía escribir esa historia. Es bien difícil, no hay una manera exacta de cómo te suceden las cosas.
CM: Hoy está muy visible la movilización contra la violencia machista, la desigualdad y en general la opresión de las mujeres. Pero en tu literatura, y pienso en Lavinia a quien mencionabas antes, de La mujer habitada o El país de las mujeres, las mujeres siempre aparecen como sujetos políticos, son militantes, pelean por sus ideas, quieren cambiar el mundo. Pensando en eso, ¿cómo ves el movimiento de mujeres actual?
Creo que estamos en una en un pico muy importante, yo creo que el modelo los movimientos sociales así se mueven, son como que acumulan fuerza y de repente aparece algo que hace que suban de volumen. Y creo que esos momentos de auge son fundamentales porque van marcando otro nivel de desarrollo de los movimientos. Yo creo que estamos en otro nivel de desarrollo; creo que el Me Too, por ejemplo, va a ser un antes y un antes y un después, y está abordando un asunto fundamental para todas nosotras las mujeres, que es el acoso, que lo vivimos constantemente, la violencia, que yo pienso que no es un problema de las mujeres. La violencia es un problema de la sociedad, y por eso pienso que los hombres tendrían que involucrarse mucho más de lo que se han involucrado, porque dejar que las mujeres se dediquen a pelear contra la violencia contra las mujeres… Realmente no es un problema de las mujeres, es un problema de los hombres y es un problema social, y yo creo que las mujeres hemos hecho una reflexión muy profunda sobre nuestra identidad, sobre de dónde viene el sometimiento, y los hombres no han hecho eso. Pienso que los hombres todavía tienen esa tarea pendiente, de encontrar de dónde les viene la identidad machista, de dónde viene esa concepción de sí mismos, porque nosotras lo hemos hecho. Y creo que para el hombre es importante hacerlo, porque eso tiene que marcar una diferencia, pues yo creo que el hombre se siente amenazado por la mujer, por la fuerza de la mujer, por el poder de la mujer, y eso ha incidido en el nivel de violencia. Hay que ver cómo disminuye eso, estamos en este planeta, no vamos a dejar de existir ni los hombres ni las mujeres, y tenemos que ver cómo coexistir de una manera más respetuosa, y de una manera que no signifique el que se calle al 52 % de la población, como ha sucedido hasta ahora. Fíjate qué mundo más lindo va a ser cuando todas las mujeres puedan desarrollar todo su potencial, y además podemos hacer lo que yo digo en El país de las mujeres, “que puedan ir a descansar los hombres un ratito nos dejen mandar a nosotras”.
CM: Hablando de El país de las mujeres, en ese libro se adelantan de alguna forma muchos de los debates que ahora se dan en el movimiento de mujeres, al menos en Argentina, además de la lucha contra la violencia y el acoso, también está presente la relación entre el trabajo y la vida, las horas que le dedican las mujeres a todas esas tareas.
Porque yo estoy convencida de que eso es fundamental, que el mundo laboral está organizado para hombres que tienen esposas, ya los hombres mismos tienen otra relación con sus hijos, los más avanzados. Creo que se tiene que cambiar ese mundo laboral para que no haya ese desgarramiento de decidir entre tus hijos y tu trabajo –porque alguien tiene que cuidar a los hijos–, cómo lograr que haya más armonía entre tu vida laboral y tu vida familiar, y esa es una lucha que todavía tenemos que dar. Las guarderías infantiles, por ejemplo; yo tengo una hija en los Estados Unidos, ella tendría que trabajar para pagar la guardería porque son carísimas. Es absurdo. La capacidad de la mujer de tener al hijo en el trabajo si es necesario, los cubículos que yo pongo en esa novela donde la mujer puede estar con su hijo si está enfermo, que pueda dar el pecho. El mundo podría cambiar y tenemos que tomar esa lucha también.
Iba a decir sobre los picos, y que este pico de la lucha de ustedes, por ejemplo, que ha sido ejemplar para América latina, porque admiramos enormemente lo que ustedes están haciendo. En Nicaragua, en Centroamérica, apenas está empezando el Me Too, y creo que los hombres se ponen nerviosos, pero tiene que haber un momento de agresividad porque siempre que se empieza una lucha como esta, se plantea una confrontación, pero después pasa, como cuando las mujeres quemaban los brassieres. La gente se puso tan nerviosa, los hombres, pero tienen que entender que no van a perder poder sino que van a ganar compañeras, y van a poder llorar…
CM: A raíz de esta visibilización también volvieron varios debates en la literatura sobre la existencia o no sobre la etiqueta de “Literatura femenina”. A vos muchas veces te encasillaron en esa etiqueta ya sea por tu poesía, porque hablás de la sexualidad de las mujeres o simplemente porque hablás de las mujeres, ¿qué pensás?
Que hace mucho daño porque, por ejemplo, esta novela es diferente, tiene una voz masculina, está contada desde una perspectiva diferente, toma una problemática mucho más universal, no es una novela típicamente “giocondiana”. Pero hay como un menosprecio, en cierta manera le tenían miedo las editoriales porque no apunta a ese sector del mercado, entonces es también un menosprecio a la capacidad femenina, o sea, la capacidad de las mujeres, que somos las mayores lectoras, de leer literatura que no es solamente sobre uno mismo, de la propia problemática de la mujer. Si nosotras somos lectoras ávidas de todo tipo de literatura, entonces que te obliguen a encasillarte en que vos vas a escribir solamente literatura que hable sobre la mujer… Además hay un sesgo de que es menor, como si nosotras hubiéramos dicho que la literatura que habla de los hombres, que es la mayoría, no vamos a leerla porque habla de los hombres. Las mujeres y la problemática de la mujer es tan importante que es ridículo pensar que no le iba a interesar a los hombres. Yo tengo muchos lectores hombres, les gustan mis novelas. Esa es una concepción de mercado, no es una concepción realmente natural de los lectores, pero claro, se las fomentan.
FR: Hablando de lectores o de lecturas, ¿qué lee Gioconda Belli ahora? ¿Qué voces nuevas estás viendo?
Leo de todo, pero me interesa mucho leer gente nueva. A veces me cuesta porque no encuentro mucho… Hay mucha experimentación ahorita, a veces no entiendo muy bien para dónde va la literatura y me regreso a los clásicos. Pero me ha interesado Samanta Schweblin, por ejemplo, que me parece una voz muy interesante, Juan Gabriel Vásquez me encanta, creo que lo que ha hecho es fantástico, Santiago Gamboa… También me mandan textos para leer, entonces acabo de leer una cosa muy interesante que escribió Sabrina Duque, que es ecuatoriana, que se llama Volcánica, porque empezó a hacer una investigación sobre los volcanes en Nicaragua y de repente explotó en Nicaragua lo de abril [se refiere a las manifestaciones contra el gobierno de Daniel Ortega] y entonces empezó a mezclar, y le ha quedado un libro muy lindo. Y soy muy amiga de Salman Rushdie y leí su última novela, que todavía no ha salido…
FR: ¿Qué querés decir con que no sabés adónde va la nueva literatura?
Creo que estamos buscando. Hay una narco-literatura, por ejemplo, que a mí no me ha interesado mucho, pero creo que es un problema importante en América latina. Pero estamos en una situación de cambio ideológico, de lucha, de contrarios, donde tenemos, por ejemplo, la derecha de [Jair] Bolsonaro, pero por otro lado tenemos a [Nicolás] Maduro, o sea, una derecha terrible y una izquierda también bastante terrible, a mi manera de ver; Daniel Ortega, que se anuncia de izquierda, y que lo que hizo fue hacer un pacto con el gran capital nicaragüense y así logró muchas de las cosas. Y con los Estados Unidos, los Estados Unidos están felices con Daniel Ortega, porque estaba parando el narcotráfico, porque no dejaba pasar a los migrantes que venían de Cuba y querían ir a los Estados Unidos, entonces estamos sin paradigma social, digamos, hacia dónde vamos, qué queremos los latinoamericanos, estamos atrapados con el extractivismo, con la falta de programas sociales, yo siento que ahí hay una situación de incertidumbre, y eso se refleja en la literatura porque entonces se da también como un escape, tratar de buscar otras cosas de las que podamos hablar, donde nos refiramos a todo esto. Pero no podemos estar anunciando la utopía, esa literatura testimonial que había en los años 1970, 1980 y que posiblemente va a volver a existir… No me preocupa, creo que toda la literatura pasa por esos momentos, y en esos momentos se dan esas exploraciones interesantes también. Leo bastante no ficción, acabo de leer un libro de [Francis] Fukuyama muy interesante sobre la política de las identidades…
CM: Y hablando de experimentación, de nuevas y nuevos autores, se habla de una especie de reverdecer de la poesía en la juventud. El año pasado cuando vino Elvira Sastre justamente a la Feria del Libro, era como una rockstar. Ella usa mucho las redes sociales, no sé si vos ves que puede haber una buena una buena sociedad entre la literatura y las redes. Cuando vos escribiste tu primer libro de poesía, cuando estabas escribiendo Sobre la grama había Twitter, ¿lo hubieras usado?
Claro, yo soy twittera tremenda. Me encantan las redes sociales porque tienen grandes peligros pero también tienen grandes posibilidades. Ahorita con Nicaragua hemos usado las redes sociales enormemente, más porque estamos completamente reprimidos al nivel de los medios de comunicación, entonces yo pienso que las redes sociales tienen una enorme importancia, y es bien importante que se ocupen para el arte porque no les vamos a dejar las redes sociales solo al comercio, solo a la frivolidad, lo superficial, no. Yo creo que tenemos una responsabilidad de que las redes sociales también sean un medio de comunicación importante, y me encanta que la poesía esté teniendo ese reverdecer a partir de que se empiezan a dar presentaciones en Youtube de poesía. Y a mí me da tentación, me pongo a pensar en Margaret Atwood, que creó todo un movimiento en la red social Wattpad, donde la gente cuenta sus cuentos, se los intercambian y de ahí han salido cosas bien interesantes. Me encantaría tener más tiempo para jugar con ese tipo de cosas, pero yo tengo un montón de seguidores, y yo empecé con mis redes para platicar con mis lectores, y eso ha sido una cosa fantástica, porque antes los escritores vivíamos en la más absoluta soledad y ahora te relacionás con los autores, los lectores me corrigen, que he dicho “mente” en tal parte, pero es divertido pues, y además amor, el amor que te dan, son muy expresivos. Hay que dedicarle un tiempo, y te puede absorber también porque tiene una capacidad hipnótica que no sé de dónde viene; dicen que se relaciona con el juego, que es la gratificación inmediata, entonces te hipnotiza entonces uno tiene que tener cierto [cuidado] para no dejar de leer, eso es lo que me preocupa.
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