La irrupción de las mujeres jóvenes en la lucha por sus derechos choca con el discurso de la pasivización de la juventud en general y de las mujeres en particular. El mismo discurso que dice que la lucha feminista no es necesaria porque vivimos en una sociedad sin machismo.

Verónica Landa Barcelona | @lierolaliero
Jueves 31 de marzo de 2016
La idea de que las nuevas generaciones son “igualitarias” por el hecho de vivir en una sociedad donde las mujeres pueden votar o trabajar, lleva a que muchas jóvenes vean el machismo como algo lejano y tengan dificultades a la hora de identificarlo en sus vidas. Los últimos estudios al respecto señalan que aunque la mayoría de jóvenes —hombres y mujeres—, rechazan la violencia física hacia las mujeres, no consideran violencia machista el control y el maltrato psicológico, así como la discriminación laboral o el acoso callejero.
Es cierto que las jóvenes, y no solo ellas, siguen percibiendo el feminismo como algo ajeno. Pero en un momento en que el machismo entre adolescentes no para de aumentar, así como los feminicidios, muchas mujeres toman la lucha contra el patriarcado como propia.
Este 8 de marzo podíamos ver a cientos de mujeres jóvenes en las calles, luchando por sus derechos. Exigiendo ‘Ni una muerta más’, el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos, la separación de la Iglesia y el Estado, la organización de las mujeres para luchar contra el capitalismo y el patriarcado, etc. No podemos obviar la irrupción de las adolescentes y mujeres jóvenes en el movimiento feminista y de mujeres. ¿Es posible el resurgimiento de un movimiento feminista y de mujeres, anticapitalista y combativo, que tome las exigencias propias de las más jóvenes?
La respuesta a la pregunta debe ir acompañada de una crítica a la mayoría de organizaciones feministas y de mujeres que salieron a la calle a luchar contra la reforma Gallardón, pero que sin embargo no lo hicieron cuando se prohibió a las jóvenes de 16 a 18 años abortar sin permiso familiar.
La mayoría de jóvenes se acerca al feminismo por una mirada crítica a esta sociedad. Porque no les cuadra el discurso de que son la ‘generación de la igualdad’ con su vida diaria. Las experiencias personales son la razón principal por la que estas jóvenes deciden dar el paso para salir a luchar. El control por parte de las parejas así como el acoso en la calle o incluso en las aulas, son algunos de los motivos que llevan a estas mujeres a cuestionarse dicha “igualdad”.
Pero esta experiencia continúa mucho más allá del ámbito educativo. Cuando se enfrentan al mundo laboral se topan con el ‘techo de cristal’, la desigualdad de oportunidades laborales, la ‘brecha salarial’, la precarización femenina o el acoso sexual en el trabajo.
Respecto a los programas educativos impartidos siguen sin incluir formación sobre género, feminismo y diversidad sexual. No hay educación sexo-afectiva obligatoria y de calidad. ¿Quiere decir esto que no hay educación sexual? No, quiere decir que la que hay deja mucho que desear porque no es obligatoria y está cargada de prejuicios y tabúes. Además, no tiene continuidad en la educación y la mayoría de las veces es tardía. Que la juventud no tenga educación sexo-afectiva de calidad significa que la información que necesitan/quieren la van a buscar en otros medios, e Internet es la primera fuente a la que recurren.
A todo esto hay que sumarle el constante ataque en los medios de comunicación y redes sociales contra el feminismo, con la intención de desprestigiarlo y convertirlo en lo “opuesto al machismo”. Campañas como ‘Yo no necesito el feminismo porque…’ no hacen más que desinformar sobre lo que verdaderamente es la lucha contra el machismo.
Y así comienza el bombardeo mediático machista, a lo que se añaden los youtubers que dedican a responder a las ’feminazis’ que han criticado sus vídeos por machistas –como llamar ‘puta’ a una mujer por su ropa, o la música cargada de contenido sexista y machista –que no es solo el reggaetón, sino que también el rock o el rap muchas veces tienen ese contenido. Un bombardeo de información que transmite unos valores que legitiman el sistema patriarcal: desde los cánones de belleza al mito del amor romántico.
Esta situación plantea nuevos retos para el movimiento feminista y de mujeres, y las mujeres jóvenes tienen mucho que decir y aportar.