#20AniversarioPanyRosas. La lucha por las ideas del feminismo socialista

Video: Gabriela Jaime / Lucía Simone

Justo en los años previos a la pandemia de Covid-19, el feminismo había irrumpido en la Historia, una vez más, sacudiendo arcaicos prejuicios, consiguiendo nuevos consensos y convirtiéndose en un fenómeno político, social y cultural de alcance internacional. Manifestaciones multitudinarias donde los cuerpos se encontraban sin necesidad de distancias preventivas, portando consignas políticas y demandando derechos; campañas masivas en redes sociales que funcionaban como un foro virtual para desgarradores relatos íntimos, denuncias y develamientos de lo que había sido callado por años y décadas. Huelgas, protestas y ámbitos más frívolos -como las entregas de premios del espectáculo o torneos deportivos- se tiñeron de negro en señal de protesta contra los abusos, del tradicional color violeta del feminismo o del color verde que usaron y exportaron las feministas argentinas en su lucha por la legalización del aborto.

Después de la interrupción del coronavirus que nos negó las calles, el feminismo vuelve a recobrar fuerzas, lentamente y con contradicciones, como movimiento internacional. Pero ya en esos años que van entre el 2015 y el 2020, se multiplicó la edición de libros feministas; brotaron las conferencias y los manifiestos que, incluso, se transformaron en best-sellers y convirtieron a algunas feministas -hasta entonces conocidas en estrechos círculos académicos o del activismo- en verdaderas influencers. Los nombres tan diversos de Silvia Federici, Margaret Atwood, Virginie Despentes, Rita Segato o Nancy Fraser resonaron más allá de sus propios ámbitos. Escritoras, periodistas, militantes, académicas ocuparon las primeras planas, desbordaron auditorios, vieron sus agendas colmadas de pedidos de entrevistas.

Es que, luego de tres largas décadas de hegemonía neoliberal aun con ampliación de derechos y del triunfo de un discurso individualista meritocrático, las cosas no habían resultado como se esperaba para las mayorías. Lo novedoso de esta nueva ola feminista es que centenares de miles de personas, en todo el mundo, reconocen -entre sus experiencias personales y las colectivas- un hilo de imposiciones que vuelven a denominar “patriarcado”. Y algunas lo relacionan con el neoliberalismo, en un intento difuso pero auspicioso de señalar que el contraste entre los derechos conquistados y la vida, duele y mucho. Es que el capitalismo se desprestigió ante la mirada de nuevas generaciones que rechazan la opresión patriarcal, el racismo institucionalizado y la discriminación heterosexista.

La calamidad de la epidemia, además, develó algo que, por naturalizado, parecía invisible: la sociedad en la que vivimos es posible porque existe una clase mayoritaria que la hace funcionar, diariamente. En pleno siglo XXI, también se reveló que el cuidado -como trabajo gratuito realizado en los hogares o como trabajo asalariado en el ámbito empresarial o público- seguía siendo una actividad altamente feminizada. Y también se evidenció lo que algunas pensadoras feministas ya habían escrito sobre la crisis de la reproducción social: que iba de la mano con la crisis económica, política y ecológica del capitalismo. En este marco, otros feminismos se abren paso. Las ideas de los feminismos materialistas, autonomistas y marxistas vuelven a la palestra.

Una gran oportunidad para desplegar las ideas del feminismo socialista revolucionario y que estas se transformen en fuerza material con la convicción de nuevas generaciones de jóvenes y mujeres trabajadoras que se las apropien.

2003 - 2023. Pan y Rosas: 20 años de feminismo socialista

A contracorriente del posmodernismo neoliberal

Pero esto no era así hace veinte años, cuando nació Pan y Rosas. Veníamos de décadas de reacción conservadora que había liquidado los procesos más radicalizados de la lucha de clases de la década del 70. Y el neoliberalismo no se impuso solo mediante la derrota a sangre y fuego de una generación de luchadoras y luchadores, sino esencialmente a través de la integración de estos movimientos sociales y políticos a los regímenes democráticos capitalistas.

Como escribía Nancy Fraser en su libro Fortunas del Feminismo. Del capitalismo gestionado por el Estado a la crisis neoliberal: "¿Fue mera coincidencia que el feminismo de segunda ola y el neoliberalismo prosperasen juntos? ¿O había alguna afinidad perversa, subterránea y optativa entre ellos? Esa segunda posibilidad es herética, ciertamente, pero no investigarla supone un peligro para nosotras mismas. Ciertamente, el ascenso del neoliberalismo cambió drásticamente el terreno en el que operaba el feminismo de segunda ola. (…). El giro al reconocimiento encajó muy fácilmente en un neoliberalismo ascendente que no quería sino reprimir cualquier recuerdo del igualitarismo social. Las feministas, en consecuencia, absolutizaron la crítica a la cultura precisamente en el momento en el que las circunstancias exigían redoblar la atención sobre la crítica a la economía política."

El divorcio entre la clase obrera, por un lado, y los movimientos como el feminismo, por otro, se consumaron durante este largo período neoliberal. Como escribíamos con Laura Lif hace ya una década en Ideas de Izquierda, "automarginado o integrado a las batallas por el ’reconocimiento’ libradas en el espacio del ’Estado-democrático’, el feminismo abandonó la lucha contra el orden social y moral que impone el capital y que descarga mayores miserias y agravios contra las mujeres. En el reverso, la ausencia de horizonte revolucionario y el papel jugado por sus propias direcciones en el momento del mayor ataque perpetrado por el capital, sumió a la clase obrera en un corporativismo economicista. Reformismo de dos caras: la política feminista solo se limitó a presionar a través del cabildeo a las instituciones del Estado para conseguir una ’ampliación de ciudadanía’ que, más temprano que tarde, se está transformando en papel mojado ante la crisis en ciernes; mientras a las mujeres de la clase trabajadora se le asigna, en el mejor de los casos, sólo el ’derecho’ a la puja salarial, dejando en manos de la casta política burguesa el manejo de los asuntos públicos."

Es por eso que, cuando fundamos Pan y Rosas, debimos construir nuestra identidad dentro de un movimiento en el que convergían distintas tendencias, ideas, teorías y tradiciones políticas, pero donde el marxismo había sido barrido por completo.

En esas circunstancias, entonces, volvimos a la lectura de los autores y autoras clásicas del marxismo que ya, prácticamente ni siquiera se reeditaban, y desde allí nos esforzamos no solo por recuperar las lecciones de la Historia, sino también por pensar los debates contemporáneos, las convergencias y divergencias con las nuevas corrientes feministas que ningún libro del pasado, por más brillante que fuera, podía ayudarnos a resolver sin correr el riesgo de caer en un dogmatismo estéril.

Nueva publicación. "Mujeres, revolución y socialismo". Con textos de Marx, Luxemburg, Kollontai, Zetkin, Lenin y Trotsky, entre otrxs

Sin ideas feministas revolucionarias, no hay derrota del capitalismo patriarcal

Lenin escribe en su reconocido folleto ¿Qué hacer?, parafraseando a Engels, que no hay sólo dos formas de lucha del socialismo revolucionario, la económica y la política, sino tres. Y agrega entonces la lucha teórica, por los fundamentos generales del socialismo. Es el mismo folleto en el que aparece su famosa sentencia de que "sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario" a lo que agrega que "jamás se insistirá bastante sobre esta idea".

Como la misma palabra "lucha" lo deja entrever, no consideraba que la tarea es "explicar" nuestras ideas como si se tratara de un dogma, sino de confrontarlas con las ideas de otras teorías que influyen en la clase trabajadora y, nosotras agregamos, en los movimientos como el feminista.

Por eso nos abocamos a esta lucha de ideas con pasión y esfuerzo colectivo y publicamos libros, mensuarios, folletos, manifiestos; organizamos talleres, charlas, conferencias y mesas de debate que reunieron a centenares de miles a lo largo y ancho del país. Más tarde pusimos en pie la sección Géneros y Sexualidades de La Izquierda Diario, con noticias y artículos todos los días, cuando solo uno de los diarios de Argentina tenía un suplemento semanal dedicado a estas temáticas y, por supuesto, ningún medio contaba con "editoras de género" como es habitual hoy en día. Hicimos audiovisuales sobre la experiencias de los entonces llamados Encuentros Nacionales de Mujeres, cuando ni siquiera salían en las noticias de los medios masivos. Llegamos a organizar un seminario virtual en el que se inscribieron más de seis mil participantes de alrededor de veinte países.

Todo esto era algo que, al principio, resultaba extraño para un feminismo cuyas ideas se habían recluido prácticamente en los departamentos universitarios y en las pocas iniciativas de algunas activistas que resistían bastante en soledad. En Argentina, por ejemplo, cuando surgió Pan y Rosas en 2003, por fuera de las universidades apenas se conocían algunas pocas revistas, la Librería de Mujeres y otros centros culturales en los que se reunía un estrecho círculo de feministas. Recién a partir de 2015, con el fenómeno masivo de Ni Una Menos y, más aún en 2018, con el surgimiento de la marea verde por el derecho al aborto, empezaron a proliferar los portales feministas, las influencers en redes sociales, los talleres y cursos extra-académicos, los documentales y los best-sellers, como señalamos al principio.

Nuestra lucha por las ideas del feminismo socialista plasmadas en todas estas iniciativas que mencionamos tiene un valor muy peculiar: es el testimonio de una intensa actividad militante colectiva y a contracorriente que compartimos con miles de compañeras no solo en Argentina, sino también en distintos rincones del mundo.

Cada charla, cada taller, cada página publicada surgieron del activismo y la lucha contra la explotación y la opresión; cada idea fue debatida por jóvenes que pelearon por la legalización del aborto y por obreras que tomaron las fábricas y las pusieron a producir bajo su control en medio de la crisis capitalista en Argentina, por trabajadoras de limpieza, inmigrantes y precarizadas, que le robaron horas a su descanso para comprender lo que se les niega en los hechos, por estudiantes que no se conformaron con ver su odio antipatriarcal convertido en un slogan o una moda pasajera, por mujeres de los pueblos originarios que defienden la tierra y el agua de la depredación capitalista. Hoy, después de haber atravesado una nueva ola de feminismo a nivel internacional, estamos en mejores condiciones para ampliar nuestro auditorio, que nuestra voz tenga eco en nuevas generaciones.

Generamos debates, afianzamos convicciones sin dogmatismos, siendo siempre intransigentes únicamente con la clase dominante, las instituciones y las ideologías que ejercen, reproducen y legitiman la explotación y la opresión capitalista patriarcal.

Llevamos veinte años de lucha por las ideas del feminismo socialista y seguimos aspirando a transformarlas en una fuerza material que liquide este régimen social de inequidad y oprobios para las grandes mayorías y podamos, por fin, disfrutar del pan y las rosas.

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