Once días han transcurrido desde el veto del Milei al presupuesto a las Universidades Públicas, lejos de la derrota, miles de estudiantes, docentes y trabajadores de las Universidades Públicas del país han decidido no conformarse con la miseria de lo posible ni los "hay 2025".
Jueves 24 de octubre 13:47
En Santa Fe siempre hay un clima particular, está vez a tono con la tormenta y la humedad que agobia, la pasividad cómplice de quienes dicen defender la reforma universitaria, los amantes seriales a las urnas y los burócratas atornillados a algún cargo, reposan en las cuevas del falso progreso y defensa de la patria. Sin embargo, a pesar del clima y con 40 grados a la sombra les santafesines armamos el mate y encaramos rumbo al destino diario.
El mío eran las clases públicas de la Facultad de Ingeniería Química, donde en el marco del paro nacional de las Universidades públicas, las clases toman las calles, y docentes y estudiantes patean el tablero de la pasividad y el simbolismo decadente que imponen los partidos del régimen. Me encamino con una compañera para ir juntas.
Llegamos a destino, sin lluvia a la vista, y con un sol que parecía salir de algún pizarrón escrito con ecuaciones y fórmulas que nadie, salvo los "fiqueanos", entiende. Como toda estudiante de un idioma me quedé pensando en la cantidad de lenguajes que aprendemos en nuestras profesiones, tan variados y vastos todos, y a pesar de eso, hoy, docentes, becarios, estudiantes, graduados y trabajadores en general, nos comunicamos con el más avanzado de todos, el lenguaje de las luchas colectivas.
El pronóstico daba tormenta, pero nadie se percató que el anuncio se iba a materializar en un libertariano incongruente y violento. Con gritos, agresiones y mentiras, un militante de La Libertad Avanza irrumpe en las clases para detenerlas. Surgen las reacciones lógicas, se escuchan gritos, preguntas, truenos en forma de ataques y violencia. Hay medios, los trabajadores salen de las oficinas de la universidad como cuando se corta la luz en medio de la tormenta. Tres mujeres le piden que se retire y así lo hace.
La conmoción es fuerte pero no inmoviliza, porque quien abraza una causa justa no retrocede nunca. Las clases siguen y el violento también, insatisfecho busca impedir las clases públicas con una amenaza de bomba. Es mínimo irónico, como en su búsqueda por impedir el corte de calles y la protesta, su acto saca a 200 estudiantes de un tirón de las aulas.
Llega la lluvia encarnada en las docentes que con impotencia y frustración tienen que mover las clases públicas a la vereda, por un violento instigado por un gobierno nacional decadente y hostil a cualquier causa humana. La conmoción no es suficiente para imponer el silencio, los nudos en la garganta no son suficientes para acallar la angustia de no llegar a fin de mes, y estalla la bronca que da paso a la conciencia de clase, de saberse laburante en un mundo hostilmente capitalista.
Me sorprenden muchas cosas de la situación, porque es en estos momentos donde se ven las alianzas, la solidaridad, el compañerismo y también las miserias. Hay quienes aprovechan la situación para decir que esto con Alberto no pasaba, hay quienes mandan whatsapps de indignación pasiva, los que gritan “para que cortas la calle”, todos organizados bajo el denominador común del malmenorismo.
Pero para quienes buscamos que nada de lo humano nos sea ajeno, la solidaridad es nuestra aliada, conspiramos para defender el derecho a una vida que merezca ser vivida, proponemos y redoblamos la apuesta. Aturdidos aún por los eventos, estudiantes y docentes caminamos los pasillos de la FIQ charlando, escuchando y sobre todo abriéndonos paso a la organización como respuesta a los ataques. Entre mate y mate, se resuelve sostener la asamblea de las 12 y salir con un comunicado en repudio, reforzar el método democrático de asamblea y repudiar todo acto de violencia.
Ahora con cientos de personas en la asamblea con docentes, administrativos, estudiantes becarios, terciarios, secundarios, trabajadores sociales y tantos más, se abre pasó la empatía. los lazos que muchos se esfuerzan en borrar, la unidad latente de quienes hastiados de las salidas individuales se rebelan colectivamente para ser dueños de su futuro. Una vez más las fuerzas de la calle le ganan a las fuerzas del cielo.