Reproducimos a continuación este artículo publicado en Spectre Journal el 1º de octubre, que da cuenta de las causas profundas del levantamiento que sacude Irán. Shirin Kamangar es el seudónimo de una activista de izquierda que reside en Teherán.
El asesinato de Jina (Mahsa) Amini, tras su detención por la “policía de la moral” del régimen en Teherán el 15 de septiembre de 2022, por supuestamente no respetar los estrictos códigos del uso del hiyab de Irán, desencadenó una ola de protestas públicas que sigue extendiéndose por todo el país.
Jina fue llevada inicialmente al centro de detención Vozara de Teherán para recibir “clases de reeducación”. Sin embargo, a las pocas horas fue trasladada al hospital tras presentar síntomas de conmoción cerebral. Pronto entró en coma y murió dos días después. Se sospecha que su muerte fue causada por repetidos golpes en la cabeza. Las autoridades iraníes insisten en que su muerte fue el resultado de un “ataque al corazón”, una afirmación que su familia rechaza por absurda, dado que Jina era una mujer de 22 años sana y sin problemas médicos conocidos. El 17 de septiembre, su cuerpo fue trasladado a Saqqez, su lugar de residencia en la provincia del Kurdistán, en el noroeste de Irán, como forma de sofocar el malestar popular en Teherán. A pesar de todas las medidas de seguridad adoptadas por el régimen, su funeral se convirtió en la ocasión de un levantamiento de masas que se extendió rápidamente a las ciudades vecinas –Sanandaj, Mahabad, Marivan, Divan Dare, Bukan y Paveh, entre otras– al día siguiente.
El movimiento de protesta se extendió rápidamente más allá de la provincia del Kurdistán, dejando claro que la gente de todo Irán ve la muerte de Jina y las opresivas leyes morales del régimen como un emblema de la creciente intensidad de la opresión, la corrupción y la pobreza impuestas por un Estado “capitalista militarizado y patriarcal” [1] que ha desencadenado una serie de protestas en los últimos cinco años. Los habitantes de todas las zonas de Irán, como Teherán, Rasht, Sari, Ghazvin (en el norte de Irán), Arak e Isfahan (en el centro), Mashahd (en el noreste), Tabriz (en el noroeste), Khoram Abad (en el oeste), Kerman (en el sureste), Shiraz, Bandar Abbas y Kish (en el sur) han organizado protestas contra el asesinato de Jina, y el número de ciudades que se suman a las protestas aumenta cada día.
Se han publicado anuncios sobre la hora y el lugar de las protestas en foros como Telegram, Instagram y canales de Twitter de izquierda como Sarkhat [2] y Sedaye Mahi Siah [3] para ayudar a la gente a organizarse y permitirles publicar vídeos y fotos de las protestas del día. Los estudiantes de la mayoría de las universidades de Teherán, como Shahid Beheshti, Allame, San’ati Sharif, Tarbiat Modares, Amirkabir y Al Zahra, así como de universidades de ciudades importantes como Yazd, Isfahan, Karaj y Tabriz, han organizado y sostenido las protestas en sus lugares de estudio. Además, muchas personalidades han expresado su descontento con la represión existente apareciendo sin tapujos en plataformas internacionales y redes virtuales. Los shuras (consejos) de profesores y trabajadores han denunciado las medidas opresivas del régimen mediante declaraciones públicas. Curiosamente, un importante número de familias religiosas, mujeres con velo e incluso clérigos han exigido la revocación de las leyes que imponen el hiyab obligatorio.
Los lemas acuñados por las manifestantes muestran con bastante claridad las conexiones entre las protestas actuales y la serie de levantamientos de 2017 y 2019, que se desencadenaron por la eliminación de los subsidios estatales a los productos derivados del petroleros y los alimentos básicos, así como las protestas anteriores contra el hiyab obligatorio que se dieron inmediatamente después de la revolución de 1979, y más tarde en 2017 en un movimiento conocido como “Las chicas de la calle Inquilab (Revolución)”.
Las mujeres se resisten a la instrumentalización de sus cuerpos al servicio del régimen dominante y a ser utilizadas para la promoción de su ideología. En los primeros años de la revolución, las mujeres sin velo eran vistas como una amenaza para la unidad y la seguridad nacionales en un momento en que el “antiimperialismo” era el eje central del discurso político. Varios grupos de oposición, a pesar de sus diferencias, unieron fuerzas contra las potencias imperialistas que entonces explotaban los recursos naturales de Irán. En aquella época, quitarse el velo significaba imponer los valores y la cultura occidentales que muchos consideraban que había que rechazar abiertamente en defensa de la nación. Por este motivo, las protestas de las mujeres contra el hiyab obligatorio, inmediatamente después de la revolución de 1979, no solían contar con el apoyo de gran parte de la izquierda.
Sin embargo, las protestas actuales no se centran únicamente en la “cuestión de la mujer” o en la “represión islámica”; también responden a una creciente crisis socioeconómica cuyos orígenes se encuentran tanto en los efectos de las sanciones estadounidenses como en la dirección cada vez más neoliberal de la política económica que ha producido un desempleo de masas y ha permitido la corrupción sistemática del gobierno. El giro neoliberal de Irán ha privado a la población de su subsistencia diaria y ha transferido una riqueza inconmensurable a la minoritaria “clase del régimen”. Estos factores, combinados con la represión generalizada a la libertad de expresión y de pensamiento, y un régimen tiránico que ha reducido el Islam a la cuestión del hiyab obligatorio y a la intervención regional, han provocado un sentimiento generalizado de indignación.
Esta indignación se plasma en los cánticos y lemas del actual movimiento de protesta. “Mujer, vida, libertad” (زن، زندگی، آزادی), un lema que nació en Rojava, la región autónoma kurda del noreste de Siria, como ژن، ژیان،ئازادی, y se ha convertido en el lema principal del movimiento, coreado hoy por la mayoría de los manifestantes en todas las ciudades de Irán. En la actualidad, en Irán se entiende cada vez más que las mujeres se enfrentan a un “capitalismo patriarcal” que margina la participación de las mujeres en el mercado laboral mediante la aplicación de estrictas normas y reglamentos que las excluyen de la esfera pública y las segregan coaccionándolas a la maternidad y la domesticidad.
Los universitarios también corean: “pobreza, corrupción, injusticia / vergüenza de toda esta tiranía” (فقر و فساد و بیداد/ مرگ بر این استبداد); “La liberación es nuestro derecho, nuestro poder es nuestra acción colectiva” (رهایی حق ماست، قدرت ما جمع ماست), y “explotación, desempleo, hijab forzado para las mujeres” (بیگاری، بیکاری، پوشش زن اجباری).
Otras consignas en las calles de Irán, como “Abajo el dictador” (مرگ بر دیکتاتور) y “Abajo el tirano, sea el Sha o el Líder Supremo” (مرگ بر ستمگر، چه شاه باشه چه رهبر), “Jamenei es un asesino, su soberanía es ilegítima” (خامنهای قاتله، ولایتش باطله) y “Abajo Jamenei” (مرگ بر خامنهای), revelan el enfado del pueblo con el actual régimen despótico y su rechazo a un régimen monárquico como el del pasado, cuyos descendientes buscan siempre la oportunidad de utilizar los movimientos populares para recuperar el poder.
El derrocamiento de la dinastía Pahlavi en 1979 no impidió que la familia siguiera viviendo al estilo de la realeza con la enorme riqueza robada al pueblo iraní. Es importante recordar que la dinastía Pahlavi, que gobernó Irán de 1925 a 1977, era un “régimen secular” estrechamente alineado con Occidente. Los elevados ingresos del petróleo permitieron al régimen “modernizar” Irán y mostrar una fachada “progresista” ante las potencias occidentales. Esta rápida “modernización” y “occidentalización” se llevó a cabo a costa del pueblo, cuya apariencia “atrasada” había que “normalizar”. Reza Shah lanzó una
campaña de desvelamiento –que prohibía la vestimenta tradicional de los hombres en favor de la ropa occidental– tan coercitiva que provocó sangrientos enfrentamientos en Mashhad, la segunda ciudad más grande de Irán. En 1936 se ampliaron las medidas que obligaban a las maestras y a las esposas de los ministros, oficiales militares de alto rango y funcionarios del gobierno a vestir atuendos y sombreros europeos, en lugar del tradicional chador [4].
Esta “emancipación” fue más beneficiosa para la economía europea que para el pueblo iraní, ya que la moda europea se impuso por la fuerza y se abrió un gran mercado en beneficio de los fabricantes alemanes y franceses, todo ello mientras los productores locales sufrían.
Mientras tanto, la campaña de modernización y occidentalización forzadas provocó el despido de los empleados del gobierno cuyas esposas circulaban con ellos luciendo el velo. Además, se prohibió el acceso de las mujeres con velo a ciertos servicios públicos y lugares de ocio, como los cines y los baños públicos. La policía arrancaba y despedazaba estos atuendos: “a veces irrumpían en domicilios particulares o registraban puerta por puerta y detenían a las mujeres que llevaban chador en la intimidad de sus hogares”. A las mujeres con velo también se les negaba una serie de oportunidades educativas [5].
Al igual que bajo el régimen de Reza Shah, el régimen actual castiga la violación de los códigos de vestimenta con penas de prisión y castigos corporales. Esto pone de manifiesto el hecho de que, independientemente de que se exija a las mujeres que se expongan u oculten, el control del cuerpo de las mujeres sigue siendo parte integrante de todos los órdenes políticos, ya sean seculares o islámicos. Por eso, en el Kurdistán se canta el lema “Viva el socialismo y viva el comunismo” (زنده باد سوسیالیسم، زنده باد کمونیسم) en rechazo tanto del régimen despótico actual como del anterior.
También se corean consignas contra las fuerzas Basij, una organización paramilitar que ha actuado como principal brazo represivo del régimen desde los primeros días de la revolución de 1979. Los Basijis reprimen a los estudiantes universitarios atacándolos o cantando consignas de apoyo al régimen. También golpean en las calles a los manifestantes con bastones o descargas eléctricas. Los manifestantes cantan en respuesta: “Bajis deshonrosos, ustedes son nuestro ISIS [en referencia al Estado Islámico de Irak y Siria, N. del trad.]” (بسیجی بیغیرت، داعش ما شمایی). También se denuncia públicamente al sector del clero que abogó por monopolizar el poder tras la revolución de 1979 bajo la bandera del Islam: “Clero, váyanse a la mierda” (آخوند برو گمشو).
Los manifestantes han modificado creativamente los nombres eufemísticos de las instituciones estatales represivas para revelar la violencia y la represión que estos nombres ocultan. Por ejemplo, la “Patrulla de Orientación”, también conocida como la “policía de la moral”, fue fundada en 2005 con el nombre oficial de “Programa para aumentar la seguridad social”. Ahora se la denomina “Patrulla de la Masacre” en consignas como “Abajo la Patrulla de la Masacre” (مرگ بر ماشین گشت کشتار) o “Masacre tras masacre, maldita sea la Patrulla de Orientación” (کشتار پشت کشتار، لعنت به گشت ارشاد). Los manifestantes en diferentes ciudades han incendiado varios coches de policía y de la Patrulla.
Como es evidente, la acumulación de agravios procedentes de una diversidad de niveles sociopolíticos y de diferentes ubicaciones geográficas y sociales ha convertido la muerte de Jina en una ocasión para la resistencia colectiva. La frase escrita en la tumba de Jina, “Querida Jina, no morirás, tu nombre se convertirá en un símbolo”, se ha difundido ampliamente a través del espacio virtual y a través de las pintadas que ahora son visibles en todo el país, mostrando que su muerte se ha convertido en una lucha por la vida, como indica su nombre kurdo: Jina significa vida. Su muerte nos recuerda las amenazas políticas, económicas e ideológicas que se ciernen sobre nuestras vidas –algunas inmediatas y otras que surgen gradualmente-, planteadas tanto por la represión emprendida bajo la bandera del Islam como por la aplicación de los programas económicos neoliberales a partir de una década después de la revolución de 1979. También nos recuerda que el anhelo del pueblo por vivir lo llevará a resistir la represión, por muy feroz que sea.
En los primeros años de la revolución, la mayoría de las grandes empresas fueron nacionalizadas, hubo control de precios y se mantuvieron bajos los precios de la mayoría de los productos básicos y del combustible gracias a las subvenciones del gobierno. Tras la muerte del ayatolá Jomeini en junio de 1989, las relaciones de producción capitalistas se revitalizaron mediante el programa de “reestructuración económica” desarrollado con la ayuda del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Como consecuencia de la liberalización de la economía, se eliminaron los controles de precios, se redujeron las subvenciones estatales y se privatizaron las empresas nacionalizadas. La reducción de los subsidios estatales aumentó el precio de los bienes y servicios suministrados por el gobierno y el valor de la moneda nacional cayó drásticamente. En 1996, los precios al consumo habían aumentado, oficialmente, un 359 % con respecto a 1990 [6]. La liberalización económica en la República Islámica de Irán ha seguido una “estrategia en zigzag”, retrocediendo cuando el descontento popular provoca levantamientos públicos y acelerándose cuando las protestas se calman.
A este trágico suceso se lo representa ampliamente en los medios de comunicación internacionales como consecuencia del “hiyab forzado” implantado en un “Estado Islámico”. El problema no es lo que se dice allí, sino lo que ocultan. Este discurso dominante oculta el hecho de que la subordinación de las mujeres surge de diferentes maneras y que no se limita a las “sociedades musulmanas” ni al “hiyab forzado”. De hecho, no se trata simplemente de la obligación de “cubrir” el cuerpo de las mujeres, sino de una “dominación o control sobre el cuerpo de las mujeres” que puede adoptar formas muy diferentes, desde la ocultación forzada hasta la exposición forzada, así como el embarazo y el parto forzados. Los relatos dominantes se dedican activamente a reforzar las visiones binarias orientalistas de “Occidente” y “Oriente”, como si el acto bárbaro de obligar a las mujeres a llevar el hiyab demostrara el carácter civilizado de Occidente, o como si el Occidente secular fuera automáticamente inocente de la implacable opresión de las mujeres supuestamente típica del mundo musulmán. De hecho, una vez que reconocemos las diversas formas de subordinación de la mujer, podemos ver no solo las formas de opresión femenina propias de los Estados seculares, sino que la doctrina islámica no explica por sí sola la opresión de la mujer. Debemos rechazar el mito, tantas veces repetido, de la superioridad cultural y política de Occidente frente a un supuesto “mundo musulmán” oprimido y opresor.
Para poner un ejemplo reciente: Francia, uno de los países europeos más “ilustrados”, aprobó el 30 de marzo de 2020 un proyecto de ley “antiseparatista” que prohíbe que las niñas menores de 18 años lleven el hiyab en público, prohíbe que los padres que lo lleven acompañen a sus hijos a las actividades o viajes escolares y prohíbe el uso del “burkini”, un traje de baño de cuerpo entero, obligando así a las mujeres a exponer su cuerpo en la playa o en las piscinas públicas [7].
Al igual que el régimen del Sha se esforzaba por dar una imagen “civilizada” y “secular” del país mediante la vigilancia del cuerpo de las mujeres, Francia también confunde la “igualdad” con la “identidad absoluta”, negando cualquier diferencia para producir un conjunto armonioso y unificado. Esta prohibición represiva, aunque no esté indicado explícitamente en el proyecto de ley, es contra las mujeres musulmanas de Francia.
La inseguridad y la alienación impuestas a las mujeres por el “desvelamiento forzado” son iguales a las del “velo forzado”. Sin embargo, este último siempre sirve para invisibilizar el primero, un énfasis que reduce la “vigilancia de los cuerpos” a su ocultación forzada, como si la exposición forzada no sirviera a fines políticos al crear una jerarquía entre mujeres “ilustradas” y “no ilustradas”.
Hoy es fundamental que la izquierda en todo el mundo exprese su solidaridad con los manifestantes de Irán que luchan por el derecho a seguir viviendo contra todos los mecanismos de opresión y explotación, ya sea bajo regímenes teocráticos o seculares. La lucha del pueblo que está en curso no necesita una intervención extranjera, sino un movimiento internacional contra la opresión en todas sus formas. Ya sea el hiyab obligatorio en Irán o la prohibición del hiyab y de otras formas de vestir asociadas a las mujeres musulmanas, no deben tolerarse los intentos de controlar el cuerpo de las mujeres. Como es evidente, los problemas a los que se enfrenta el pueblo de Irán no se limitan al Islam ni a las mujeres. El mundo entero se enfrenta a un orden neoliberal caracterizado por una política cada vez más autoritaria, caracterizada por el racismo y la misoginia, que no ofrece más que miseria e indigencia a los pueblos del mundo.
Traducción: Guillermo Iturbide
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