La ofensiva imperialista apunta especialmente a quebrar o disuadir a las FF.AA. de sacrificar a Maduro y ser pieza clave de una transición. Éstas son el principal sostén de Maduro y ostentan cada vez más control en el régimen.
Jueves 2 de mayo de 2019
Las Fuerzas Armadas son hoy el fiel de la balanza en la profunda crisis nacional, tanto el gobierno como el imperialismo estadounidense y la derecha le otorgan ese rol de “árbitros” de la situación (o de una “transición”). Han alcanzado un posicionamiento que les permite tener un juego propio en la diatriba, con autonomía como estamento militar.
El fracaso del nuevo intento de la derecha, este 30 de abril, de desencadenar un golpe de Estado, pasa a ser un episodio más en que es el estamento militar quien cobra fuerza como sostén fundamental del régimen, pues la movilización popular para defender al gobierno fue casi inexistente, siendo lo clave el aparato militar.
Por otra parte, John Bolton, asesor de Seguridad Nacional de Trump, declaraba al final del día que Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa, Iván Hernández Dala, comandante de la Guardia de Honor Presidencial, y Maikel Moreno, presidente del Tribunal Supremo, había estado en negociaciones con sectores de la oposición los meses previos, por lo cual, el funcionario imperialista los emplazaba en estos términos: “Conocen bien el papel que jugaron en la planificación de hoy por la democracia venezolana. Deben hacer lo correcto para el pueblo venezolano. Nosotros, y el mundo, los haremos responsable por los venezolanos que hoy están heridos”. El Vicepresidente Jorge Arreaza desmintió estos dichos.
Más allá de las declaraciones del gobierno estadounidense, que pueden o no ser parte de la “guerra psicológica”, lo que no deja de ser una realidad es el papel preponderante que cada vez más cobran los jefes de la Fuerzas Armadas.
El avance de la corporación militar en controlar espacios de poder
Una vez fuera de escena Chávez, quien evidentemente ejercía un fuerte liderazgo natural en las Fuerzas Armadas, Maduro en la Presidencia fue compensando la falta de liderazgo propio ante el estamento militar otorgándole más espacios de poder a los mismos. Con Chávez las FF.AA. también tenían un papel central en el régimen, pero era Chávez quien ejercía el poder real y el control, estaba por encima de éstas, como el “hombre fuerte” de la nación, en cambio Maduro fue avanzado hacia una especie de “pacto” con las FF.AA., mediante el cual estas han llegado a prácticamente ejercer un co-gobierno con el mismo.
Maduro fue desde permitirles la creación de empresas propias (en áreas tan importantes como petróleo, minería, construcción, etc.) con funcionamiento autónomo, que responden directamente al Ministerio de la Defensa y no a la Presidencia de la República, hasta otorgarles el control de la distribución de alimentos, ministerios claves y la propia PDVSA. A finales de 2017 señalábamos cómo nuevas designaciones de Maduro ponían a los militares a “controlar 9 de los 14 ministerios relacionados con las áreas de economía e infraestructuras, teniendo en sus manos los sectores que generan renta”. Lo que se sumaba a la presencia de militares “retirados” al frente de gobernaciones y una gran cantidad de empresas públicas e institutos del Estado.
Esto corría paralelo al tránsito de un régimen que, vaciándose velozmente de apoyo popular, en medio de una severa crisis económica que se descargaba sobre las masas, tendía a apoyarse cada vez menos en la movilización controlada de las masas (como Chávez) y más en la coacción y la represión. Las FF.AA. también fueron pilar del régimen de Chávez, lo que sin embargo se combinaba con el gran apoyo popular, las amplias victorias electorales periódicas y el control sobre el movimiento de masas. Con Maduro y el desarrollo de la crisis económica, que su gobierno se encargó de hacérsela pagar al pueblo, fue pasando a primer plano la cara represiva del Estado y no ya la del Estado “redistribuidor de la renta”: la distribución de una bolsa mensual de comida y un bono (que no llega a toda la población), son ayudas miserables con relación a las necesidades de la población y al alcance de la asistencia social desplegada por Chávez en medio de la bonanza petrolera, así mismo, el subsidio que aún se mantiene en la mayoría de los servicios públicos tiene como contraparte la pulverización del salario y la hiperinflación. Con la mutación del régimen político las FF.AA. pasaron también a ocupar un papel más preponderante.
Con el desarrollo de la crisis política de 2017 el estamento militar aparecía como el sujeto llamado a sostener el régimen o a encabezar una “transición” que depusiera a Maduro, como era el llamado de la oposición de derecha. La oposición llegó a convocar una marcha a los cuarteles para presionar por esa salida y una de las preguntas del referéndum que promovió llamaba a los militares a deponer a Maduro. Este a su vez organizaba actos en los que los militares le juraban lealtad. Finalmente, las FF.AA. fueron clave en la consolidación del giro bonapartista del gobierno, al ser el sostén de la imposición de la fraudulenta “Asamblea Constituyente” como poder “plenipotenciario” y supraconstitucional con la que el gobierno cerró a su favor esa crisis.
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La agresión imperialista, el golpismo y el fortalecimiento de las FF.AA. como factor de poder
Al iniciar este año la oposición de derecha y el imperialismo venían anunciando que desconocerían el nuevo mandato de Maduro, cuando éste se juramentó el 10 de enero, no menos de una hora después llevó a cabo un acto con las FF.AA. en el que le reafirmaban su lealtad, mientras la derecha las llamaba a desconocerlo como Presidente en este nuevo mandato.
Desde que el 23 de enero inicia la ofensiva imperialista con la autoproclamación de Guaidó como “presidente encargado” del país, la conformación de un gobierno paralelo y el llamado a las Fuerzas Armadas a desconocer a Maduro, el punto clave de la disputa ha girado alrededor del control del aparato militar.
La batería gruesa del gobierno de Trump se concentró sobre el sector militar, llevando adelante cualquier cantidad de maniobras que combinaban ofrecimientos y amenazas, estimulando la deserción de algunas figuras claves del aparato represivo (como el mayor Hugo Carvajal). Durante estos meses, en una intensa campaña el imperialismo amenazaba con una “acción militar” si las FF.AA. venezolanas no deponían a Maduro, al tiempo que les ofrecía a una “amnistía” a los jefes de la mismas si “cooperaban”. El chantaje imperialista se resumía en: sacan a Maduro y se acogen a una amnistía, o se enfrentarán a una agresión militar y enjuiciamientos por “lesa humanidad”.
El punto más alto hasta ahora de esta presión sobre los militares fue el 23F, con el operativo en el cual, mediante la pérfida utilización de las necesidades del pueblo venezolano, amenazaban violentar la soberanía territorial con la entrada por la fuerza de “ayuda humanitaria”. El objetivo era lograr el quiebre de la cadena de mando de las Fuerzas Armadas para que permitiera el ingreso de la “ayuda”, o generar una situación que justificara alguna intervención militar extranjera. Sin embargo, salvo la deserción de algunas decenas de soldados u oficiales de bajo rango, el aparato militar no se resquebrajó.
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Pero el resultado del fracaso del 23F no solo era la permanencia de Maduro en el gobierno, sino el propio fortalecimiento de las FF.AA. como factor clave en el sostenimiento de este en la Presidencia. Si en el transcurso de los últimos años de crisis ha sido clave su papel en este sentido, más aún a partir de las circunstancias de estos meses los militares saben que es gracias a ellos que Maduro sigue en Miraflores, y Maduro también lo sabe. Falto del apoyo popular que ostentaba Chávez, Maduro depende cada vez más de la “lealtad” del estamento militar.
En un comunicado de senadores chilenos posterior al fracaso del 23F, en el que le pedían cuentas a Piñera por su papel en ese operativo, éstos señalaban como una de las razones del fracaso, que el intento de quebrar a las FF.AA. desde el exterior, con la amenaza de intervención, tenía el problema de que, aún si estuviesen dispuestos a negociar, los jefes militares venezolanos estaban conscientes que si cedían a ese chantaje era debilitar su propia posición como factor de poder. No es desmesurada esa caracterización: lo que los EE.UU. hacían hacia los jefes militares era darle un ultimátum, pedían una rendición, si estos cedían en esos términos era devaluarse a sí mismos como factor clave de una eventual negociación o “transición”.
La “lealtad” de las FF.AA. está asociada a la posibilidad de mantener su estatus como casta privilegiada
Las FF.AA. saben que la situación social y política es catastrófica, que la permanencia de Maduro es hoy por hoy el mayor factor de la profunda inestabilidad política, de la posibilidad de que se presenten nuevas deserciones, escaramuzas o intentos de golpe (como el 21 de enero o este 30 de abril), que van deteriorando la propia unidad del aparato militar y lo pueden conducir a mayores enfrentamientos internos. Sin embargo, su lealtad a Maduro o su paso hacia una transición como la que exigen el imperialismo y la oposición, están determinadas por la posibilidad de mantener sus privilegios, sus cuotas de poder.
Si las FF.AA. cedieran a las amenazas del imperialismo sería ir a sus pies, “entregarse” y resignar su rol como factor central de cualquier eventual transición. No solo quedarían sus mandos expuestos a que los EE.UU. cumplan o no su promesa de “amnistía”, a que los juzguen o extraditen por “violación de derechos humanos”, “narcotráfico” o cualquier otro argumento hipócrita, sino que con la imposición del plan de recolonización imperialista en clave neo-liberal, la casta militar perdería grandes espacios de poder económico a expensas del gran capital transnacional.
Más que en razones de “patriotismo”, “anti-imperialismo” ni mucho menos “revolucionarias”, es allí donde debe ubicarse la resistencia que hasta ahora la cúpula militar ha sostenido ante los ataques imperialistas, pero también allí reside la posibilidad de que puedan eventualmente tender puentes de negociación con este.
Ha sido sintomático que el día de ayer, salvo un tweet, Maduro no apareciera durante todo el día, sino que quien se dirigió al país fue Padrino López (ministro de la Defensa), el cual lo hizo rodeado de los altos mandos militares sin mencionar en ningún momento a Maduro, sino que habló genéricamente de “defensa de la Constitución, de las instituciones, de la patria, de sus autoridades legítimas”, de “lealtad al pueblo”, viniendo de años de jurarle constantemente lealtad al Maduro de manera explícita, y estando en medio de un intento de golpe contra el mismo. Así también, durante un buen tramo le habló a la oposición en nombre de las FF.AA., no en nombre del gobierno, sino que les dirigió un mensaje en primera persona como institución militar, en los siguientes términos: “[están] usando a los militares… tratando de dividir, de crear cizaña, de dividir la Fuerza Armada… si quieren ganarse el respeto de la Fuerza Armada dejen la guachafita, el relajo, ¿o es que uds. creen que están jugando con niños? No nos subestimen ni sigan haciendo propuestas engañosas a las Fuerzas Armadas, a nosotros no nos mueve otra cosa sino el amor a la Patria, a Bolívar, el amor a las leyes”.
Cuando ya en la noche Maduro por fin apareció públicamente para dirigirse al país, sin saberse aún por qué no apareció durante todo el día, lo hizo rodeado mayormente de jefes militares.
Ninguna confianza en las FF.AA. El pueblo trabajador debe tomar en sus manos la lucha contra el imperialismo y la miseria a que somos sometidos
En todos estos años de catástrofe económica y profunda crisis política, la ausencia de irrupción del movimiento obrero y popular con sus propias demandas y métodos está en la base de que la situación haya discurrido por cauces reaccionarios, de lo que esta preponderancia de los militares es una expresión. Maduro hace frente a la agresión imperialista y al golpismo con métodos burocráticos-militares que redundan en mayor poder para las Fuerzas Armadas, las mismas FF.AA. corruptas y represoras, que solo resguardan su propia posición privilegiada, mientras el pueblo padece la catástrofe.
La suerte del pueblo no puede quedar en manos de esta casta privilegiada y reaccionaria. Por eso el día de ayer al tiempo que repudiamos claramente este nuevo intento de golpe, decimos que “no depositamos ninguna confianza en estas FF.AA.” y que “la lucha contra el golpismo y el imperialismo debe ser con total independencia política, con una política propia de los trabajadores en la perspectiva de fortalecernos también en la lucha contra la miseria a que somos sometidos y el autoritarismo del gobierno”.
Debemos movilizarnos de manera independiente por un programa de emergencia obrero y popular contra los intereses del capital imperialista y de la parasitaria burguesía nacional (tanto la opositora como la chavista), solo así podemos frenar realmente las apetencias de los EE.UU., la rapiña del capital internacional y luchar por dar respuesta real a nuestros problemas. Una derrota del golpismo proimperialista con nuestros propios métodos de lucha y levantando un programa de estas características, nos pondría en mejores condiciones para enfrentar también al propio de Maduro o cualquier intento de “transición” reaccionaria con estas FF.AA. como “árbitro”.
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Ángel Arias
Sociólogo venezolano, nacido en 1983, ex dirigente estudiantil de la UCV, militante de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) y columnista de La Izquierda Diario Venezuela.