Jueves 20 de octubre de 2022
Las imágenes de los estudiantes del Colegio Mayor Elias Ahuja, donde un gran número de colegiales realizan un “llamamiento” dirigido a las alumnas del Colegio Mayor Santa Mónica para que acudan a su capea han corrido como la pólvora. Este “llamamiento”, plagado de apelativos machistas y misóginos, está lejos de ser una chiquillada propia de adolescentes.
Como antiguo colegial del Colegio Mayor Mendel, colegio vecino y también perteneciente a la Orden Agustina como el Elias Ahuja, vi estas imágenes con poca sorpresa. No es un caso aislado como ha hecho querer ver el colegio mayor en su comunicado, que solo ha condenado estos hechos por la repercusión mediática que han tenido, pues parecen haber olvidado que se trata de una “tradición” que lleva produciéndose durante años y de la que la dirección es consciente. Es hora de que hablemos de las dinámicas de este tipo de colegios mayores y residencias universitarias, elitistas y bajo control de la Iglesia, y del objetivo de reproducción de un discurso que justifica y alienta dinámicas sociales clasistas, homófobas, misóginas, racistas y de extrema derecha que buscan perpetuarse, y alcanzar, no solo a los hijos de la burguesía, usuarios habituales de este tipo de instituciones, sino a cualquier estudiante que entre en su orbita, como medio de control social a través de la presión de grupo.
Cuando pensamos en los colegios mayores, una de las primeras imágenes que se nos vienen a la cabeza son las novatadas. Estas consisten en toda una serie de actividades promovidas por los estudiantes que más tiempo llevan internos o “veteranos”, que bajo el pretexto de integrar a los nuevos colegiales o “novatos”, les obligan a realizar actos humillantes y en ocasiones peligrosos para su propia diversión y porque “ a ellos también les tocó”, de esta manera la normalización de estas dinámicas pasan de una generación de estudiante a la siguiente. Podría citar decenas de ejemplos, desde obligar a los novatos a emborracharse y lanzarse contra los setos o quitarles los zapatos para después lanzárselos como si un pelotón de fusilamiento se tratase.
Una de las novatadas más populares, y todavía vigentes, son las “invasiones”, donde veteranos y novatos acceden en masa a uno de los colegios mayores o residencias cercanas o rivales para hacer cánticos o simplemente causar destrozos. Si se trata de un colegio mayor femenino los gritos y cánticos misóginos y clasistas se repiten: “guarras”, “chandaleras”, “peluqueras”, “putas”, son sólo algunos de ellos. Lo mismo ocurre en el caso de residencias consideradas más progresistas como es el caso del Chaminade en el que también se reproducen insultos clasistas: “cerdos”, “piojosos” u otras soflamas fascistas como “mi abuelo mató a tu abuelo, jódete” son consideradas las mas comunes.
Por redes sociales ha circulado también un vídeo del Elías Ahuja donde los colegiales cantan canciones que incluyen mensajes abiertamente nazis. Se trata de la ceremonia de fin de novatadas donde los novatos cantan las canciones que han aprendido durante sus primeras semanas como internos. Esto se producía también en el colegio mayor Mendel. Solo tras esta fiesta, que constituye un rito en sí mismo, los novatos dejan de ser objeto humillación en las novatadas y son tratados como colegiales de pleno derecho.
La razón por la que los nuevos colegiales acceden a participar en este tipo de “tradiciones” es porque son vistas como un trámite necesario para poder integrarse, pues saben que si no se someten serán excluidos por los veteranos durante el resto de su estancia y quedarán fuera de la única actividad que les permite conocer a sus compañeros o jóvenes de otras residencias y colegios mayores. Esto los veteranos lo saben bien y se aprovechan de ello. La sensación de camaradería y aprobación de los veteranos a menudo es más que suficiente para que los recién llegado integren que es lo que se espera de ellos, y así se les convence de que si es una tradición que se produce todos los años, no hay nada malo en participar de ella, o por lo menos es mejor que la condena al ostracismo social del grupo para jóvenes de 17 o 18 años.
Pero los veteranos no son ni mucho menos los únicos responsables, sino más bien el vehículo por el cual las instituciones mencionadas se aseguran la reproducción de un discurso claramente conservador y de extrema derecha. La complicidad de la dirección de los colegios mayores siguen permitiendo y alentando que las novatadas y hechos como los sucedidos del Colegio Mayor Elias Ahuja sigan sucediendo con total impunidad.
La única medida para “poner fin a las novatadas” o por lo menos controlar la repercusión mediatica de las mismas, fue un cambio de normativa interna que pone la responsabilidad en el individuo, y que solo se produjo tras la primeras denuncias de colegiales ante el Rectorado de la Universidad Complutense tras la muerte de un colegial al caer sobre la A6 en Madrid, con signos de embriaguez mientras estaba “acompañado” por dos veteranos de su colegio mayor. Con la nueva normativa los estudiantes implicados podrían ser expulsados permanentemente no solo de su residencia o colegio mayor, si no también de su universidad tras abrírsele un expediente sancionador. Por su parte los colegios y residencias aplicaron toque de queda para los nuevos colegiales y limitaron la libre reunión de los mismos para evitarlo. Es decir, responden con punitivismo hacia los individuos concretos, como en el caso del Elías Ahuja, para lavarse la cara ante un fenómeno que responde a un hecho estructural de control social y la reproducción de un discurso concreto, que ellos mismos alientan y con el que tienen acuerdo ideológico.
La vía punitivista, desde luego, no ataja los problemas de fondo porque no es ese su objetivo, sino el de que la institución aparezca ante la opinión pública como un afectado colateral y no como el instigador y beneficiario de esas dinámicas. Pero la realidad es que las novatadas constituyen la única manera “institucionalizada” de conocer al resto de colegiales o a jóvenes de otros colegios mayores, a menudo a través de botellones organizados por veteranos de distintos colegios. En la práctica, la propia institución sabe que estos hechos no van a dejar de ocurrir por la amenaza de expulsión, ni lo pretenden, si así fuera podrían promocionar actividades desde los propios colegios que no estuvieran basadas en el consumo de alcohol y en la humillación de los nuevos colegiales, ni en la reproducción de comportamientos machistas, homófobos, racistas y clasistas.
El verdadero problema de fondo de este tipo de colegios y residencias universitarias en el estado español en general, y en Madrid en particular, es el elitismo y el clasismo. La cuota mensual por colegial oscila entre los 1.100€ y los 1.400€, precios que en la mayoría de ocasiones solo pueden permitirse familias muy acomodadas. Estos incluyen todo tipo de servicios: lavandería, pensión completa, limpieza de habitaciones, etc. para que el alumno que quiere hacerlo solo tenga que preocuparse de estudiar, ya que el seguimiento académico por parte de la dirección de los colegios mayores es nulo. Esto hace todavía más evidente la brecha de clase entre los alumnos universitarios.
Es especialmente ilustrativo el caso de los estudiantes de oposiciones. Candidatos a los principales puestos de responsabilidad dentro del estado (jueces, abogados del estado, registradores de la propiedad, inspectores de hacienda, etc), que debido a su origen, pueden permitirse partir con gran ventaja en las ya competitivas pruebas de oposición al alojarse en estos colegios mayores y residencias. Si a ello le sumamos el coste y las facilidades de las universidades privadas la dimensión del problema aumenta, ya que estas proveen a sus alumnos de los recursos y, sobre todo, de los contactos necesarios para acceder a los puestos directivos del Ibex 35.
Por poner un ejemplo, en las jornadas de puertas abiertas de la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid), se jactaban de que la mayoría de presidentes de Red Eléctrica Española habían pasado por sus aulas. Éstos son ejemplos tangibles de la diferencia de clase estructural que existe en el mundo universitario y de cómo el ascensor social funciona o no, dependiendo de tu situación económica previa.
Además, resulta flagrante que la mayoría de residencias y colegios mayores de Ciudad Universitaria de Madrid se asientan sobre terrenos de la Universidad Complutense, cedidos a entidades privadas y órdenes religiosas (Orden de San Agustín, Institución Teresiana, Opus Dei, Asociación Católica de Propagandistas, etc.). Entidades de marcado carácter conservador que se lucran desde hace décadas sobre suelo público y donde en muchas de ellas se segrega por sexo. Especialmente grave es el caso del Colegio Mayor Moncloa, en manos del Opus Dei, donde se instruye al personal de cocina y limpieza para que no mire a los ojos a los colegiales y se organizan de manera que compartan espacio con ellos el mínimo tiempo imprescindible. Esto enseña a los colegiales a despreciar al personal de servicio y a propugnar el clasismo y valores ultraconservadores. En el caso del Colegio Mayor Mendel y el Elías Ahuja acudían frecuentemente a dar charlas personajes como Pablo Casado o Javier Ortega Smith, por citar algunos. Vox siempre ha tenido un papel activo organizando capeas donde los estudiantes de los colegios mayores son el público objetivo.
No es casualidad que miembros de partidos que defienden la “meritocracia” que ofrece el capitalismo y el estado burgués a la vez que hacen un discurso reaccionario en materia de género o de derechos LGTBI+ acudan a residencias y colegios universitarios elitistas y en manos de la Iglesia, pues son colaboradores necesarios que perpetúan esta ideología casposa en las nuevas generaciones de estudiantes.
Es por todo ello que los berridos machistas del Elías Ahuja no son una excepción ni una chiquillada propia de adolescentes. Es el resultado de ceder el control de las instituciones universitarias a empresas privadas e instituciones religiosas que buscan el beneficio económico a la vez que transmiten la misma ideología machista, xenófoba y clasista a centenares de alumnos cada año. Alumnos que están llamados a ocupar los puestos de responsabilidad en grandes empresas y el propio estado, por su propio origen social y económico, facilitando así que la ideología dominante en esos sectores sea la misma independientemente de la persona que ocupe el cargo.
Si realmente queremos que algo cambie, debemos denunciar la responsabilidad que tiene el gobierno central y los autonómicos en la reproducción de estos mecanismos permitiendo la privatización y los conciertos y la delegación de la educación de los jóvenes en manos de la Iglesia.
Y porque nada va a cambiar de manos de los mismos que llevan cogobernando desde la Transición y a los que les interesa que la cosa siga como está, debemos organizarnos para imponer nuestras demandas y arrebatar de las manos de la Iglesia y las entidades privadas, el control de los colegios mayores, residencias y Universidades. La confiscación de estos y su gestión por parte de alumnos, profesores y personal no docente son imprescindibles para garantizar el acceso a una educación pública, gratuita y de calidad, en el tramo universitario y en todos los demás, para todas aquellas personas que lo deseen, independientemente de su nivel económico. Solo así podremos acabar de una vez por todas con imágenes tan bochornosas como las que vimos en el Elías Ahuja.