La discusión gira en torno a si Piñera podría ganar en primera vuelta o debería pasar a una segunda vuelta. Un misterio electoral que no puede ocultar una verdad a la luz: ambos escenarios son catastróficos para la centroizquierda.
Miércoles 15 de noviembre de 2017

Todos los analistas y encuestadores, así como los propios candidatos y la prensa internacional, discuten si Piñera podría ganar en primera vuelta.
Está en el aire. En las encuestas, el candidato-empresario dobla a Guillier, quien dice que las encuestas no reflejan la realidad.
Pero nadie se atreve a apostar. Por dos motivos. El primero, el cambio en el sistema electoral con la cuota de incertidumbre que agrega, y relacionado con este, la dificultad para las encuestas de acertar en sus mediciones.
El segundo, más de fondo, está en los movimientos tectónicos que se están experimentando. Repasemos.
En primer lugar, Piñera no atrae el corazón del pueblo. Logró la delantera por tres razones: logró cohesionar sus filas; la desafección en la centroizquierda y la profunda división de sus partidos; la desilusión más amplia con las promesas de “reformas estructurales” de Bachelet que no fueron tales. Y aunque sí atraer con la expectativa de una mejora económica (que ya comenzó), su fuerza reside en la debilidad ajena.
En segundo lugar, también hay divisiones en la derecha. Por extrema derecha, José Antonio Kast revitalizando al pinochetismo dormido, que le restará votos (aunque una porción irá a Piñera en segunda vuelta, no por él sino contra “la izquierda”), atrayendo a sectores de la UDI. Pero también por sectores liberales, que expresó Evopolis de Felipe Kast y que incluso también está arrastrando a otros sectores de la UDI como el diputado Jaime Bellolio. Ambos Kast están en la formación de nuevos agrupamientos políticos. Ambos –un dato que pasa desapercibido- están afectando a la UDI, perdiendo sectores (aunque logre una buena votación y bancada como esperan).
En tercer lugar, la división de la Nueva Mayoría, que va con dos candidaturas, Guillier y Goic, y dos listas parlamentarias, Fuerza de Mayoría con el primero, y la de la segunda (¿alguien sabe siquiera el nombre?, bueno, démoslo a conocer): Convergencia Democrática. Las agresiones entre candidatos sobre el final de la campaña (como MEO llamando “torpe” a Guillier) solo profundizan la división. La división al interior de la DC, con un sector que ya anunció que no apoyará en segunda vuelta al periodista-senador, también.
En cuarto lugar, la profunda división en la propia DC. Incluso se habla que su sector conservador (Walker, Aylwin y otros) rompería y podría formar otro referente. Esto podría arrastrar a sectores del PPD (con Girardi recomponiendo su fuerza). El PS está esperando los resultados para cobrar cuentas, y hasta podría ir a un acuerdo con la debilitada DC, dejando a sectores del PPD, el PR, en el aire. Y con el PC probablemente intentando re-articular el fracasado proyecto de la Nueva Mayoría.
En quinto lugar, el Frente Amplio fue desinflándose, cayendo verticalmente en las encuestas. Además, su programa quedó en el papel, poniendo el acento en la “renovación de la política”. Y para rematarla, está dividido sobre si apoyar a Guillier en segunda vuelta o no, y cómo en caso que sí. ¿Y acaso se puede, por ejemplo, terminar con las AFP como dicen, de la mano de Guillier? Ya se anuncian, o al menos se amenaza con, rupturas también.
Hay más, basta por ahora. Se ve con claridad que, de ganar Piñera en primera vuelta, será una catástrofe para la centroizquierda, y las cuentas a cobrar son altas. Si se pasa a segunda vuelta, la cuestión de los apoyos es fuente de tensiones y rechazos, de perspectivas también catastróficas profundizando la división.
Es, tal vez, el problema político de mayor importancia. Que abrirá turbulentos tiempos políticos, discutiéndose qué tipo de oposición, de partidos y de izquierda hacen falta hacia adelante, dinamizando el escenario político. Aunque las bancadas parlamentarias que obtengan podrían morigerarlo, no podrán evitarlo.