Nadie puede enseñar a imaginar. En la literatura, como en los sueños, hay siempre una zona de indeterminación.
Osvaldo Quiroga @osvaldo_quiroga
Viernes 20 de diciembre de 2024 11:28
Luisa Valenzuela, autora de novelas sólidas, potentes, que combinan estilos y tramas, indaga en "¿De dónde vienen las historias?” en los mecanismos, casi siempre inesperados, que abren paso a la creación literaria. “Cola de lagartija”, “El gato eficaz” o “El mañana” son ejemplos de esa marca de origen donde las ficciones se mezclan con la realidad de tal manera que el lector pierde los puntos de apoyo habituales y se sumerge en otros mundos, acaso más amigables que los reales, aunque no menos trágicos.
“¿De dónde vienen las historias? Viajes hacia el centro de la ficción”, el último ensayo de Valenzuela, pone al descubierto no sólo la cocina de su escritura, sino más bien la variedad de voces que operan en el proceso creativo. “Toda lectura –sostiene la autora- es un proceso de desciframiento porque también toda escritura lo es cuando respeta los silencios y las amorfas leyes de la ambigüedad. La emoción ante una nueva obra literaria o poética está directamente relacionada con la sospecha de que encontraremos en ella algún secreto”. Y de eso se trata cuando los lectores avanzamos a tientas y a ciegas en ese devenir que tan bien define Italo Calvino: “Leer es ir al encuentro de algo que está a punto de ser y aún nadie sabe qué será”.
En el libro de Luisa Valenzuela hay muchas voces reflexionando sobre la escritura. Alfonso Reyes, Sigmund Freud, Octavio Paz, Susan Sontang, Carlos Fuentes y Oscar Wilde son algunos de los nombres que dejan su huella en un texto polifónico del que Mijaíl Bajtín, el gran teórico ruso, se hubiese enamorado. Nadie puede responder, de una vez y para siempre, de dónde vienen las historias. Pero lo que sí es posible es rondar el tema a la espera de generar más preguntas que respuestas. La autora sostiene que “se escribe con el cuerpo, no solo con la cabeza. Por el cuerpo circulan las emociones, escalofríos, alegría y la omnipresente libido que las felices combinaciones de palabras (si bien no siempre alegres, todo lo contrario) van generando. Los grandes escritores crean el lenguaje. Un poema logrado suele poner orden en el caos. Un texto poético es dueño de cierta música que construye sentido y abre puertas tanto a la imaginación como al pensamiento. Es el lector, como sostiene Borges en sus ensayos, el que concluye el texto con sus interpretaciones y su manera de leerlo.
“El espejo retrovisor” es el título de la segunda parte de este ensayo y apunta a datos y anécdotas autobiográficas de Luisa Valenzuela, que pasó su y adolescencia en una casona ubicada en la esquina de Aguilar y 11 de septiembre, en el barrio de Belgrano. Su madre, Luisa Mercedes Levinson, fue una escritora importante en su época, eclipsada después de su muerte, como les sucede a muchos escritores. Por esa casona, que como tantas otras del barrio no se salvó de la demolición, circularon escritores y escritoras, gente de teatro y de cine, artistas plásticos y periodistas. Luisa Valenzuela creció en un ambiente intelectual y supo nutrirse de esas voces a la hora de definir su vocación. Los viajes fueron centrales en su formación. Vivió en París, en Nueva York y en México. Conoció países y lenguas. Observó la historia argentina y respondió a las atrocidades de la violencia vernácula con novelas que reflejan las crisis y el absurdo de un país que suele aportar a su historia una galería de personajes que si no fueran reales integrarían el elenco de un circo de locos y esperpentos.
La última parte del libro, "La gesta de un personaje", sigue de cerca el nacimiento y el devenir de Santiago Alberto Masachesi, ex comisario que surge de un cuento, "La mancha roja", y llega a ser el protagonista de "Fiscal muere", otra novela de Valenzuela. "Masachesi -escribe la autora- fue creciendo sin que yo lo registrara, y en una mañana de junio de 2021 me entregó de regalo una posible solución a la muerte más emblemática y falsamente enigmática de nuestro país, esa muerte que tuvo lugar en un cuarto de baño, cuya puerta quedó obstruida por su propio cadáver en un departamento cerrado por dentro".
Digamos, para finalizar, que las ficciones no tienen fin y se nutren de otras historias que van y vienen y en algún punto se amalgaman con el sujeto que escribe. Ese misterio, que nace en el autor cuando juega con las palabras en la página en blanco, llega al lector como una magia que seduce y perturba. Ese punto de encuentro imaginario, cuando se produce, es lo más parecido a cierto erotismo que se abre paso en la propia vida.
“¿De dónde vienen las historias?”, de Luisa Valenzuela, publicado por Factotum Ediciones, 226 páginas
Osvaldo Quiroga
Periodista especializado en Cultura, creador de El Refugio y Otra Trama. Actualmente al frente de Cultura 2.4, que se emite por la plataforma Global Play.